Cien años de la Institución Teresiana: la actualidad de un carisma

Pedro Poveda fundó la ITE en el Santuario de Covadonga

MARISA RODRÍGUEZ ABANCÉNS, periodista | Este año 2011 se conmemora el centenario de la Institución Teresiana (IT), una asociación de laicos fundada por el sacerdote linarense Pedro Poveda. Cien años de presencia en la Iglesia y en la sociedad, que colocan a esta obra mirando el pasado con gratitud y al futuro con renovado compromiso frente a las demandas de su entorno.

A lo largo de este año, en los 30 países donde se encuentra hoy la IT, se han programado distintos actos conmemorativos con este enfoque de agradecimiento e implicación y con dos palabras repetidas en distintas lenguas: memoria y compromiso.

En la convocatoria de esta efeméride, Loreto Ballester, directora general, hacía una invitación a compartir intensamente la vida con nuestros contemporáneos en las culturas en las que estamos, a expresar “las razones que hoy nos mueven a llevar a la sociedad la buena nueva de la educación y la cultura”, mediaciones imprescindibles para la formación de vidas plenamente humanas y todas de Dios, como repetiría el fundador de la IT.

Un proyecto original

Pedro Poveda se adelanta a su tiempo cuando intuye que los laicos, los creyentes de a pie, van a ser instrumentos privilegiados para un cambio que favorezca la dignidad de la persona, basado en el humanismo de Jesús de Nazaret; algo que supone pasar por la vida con un hondo sentido del otro, siendo compañeros del género humano. La idea de unir fuerzas le impulsa a fundar una asociación dentro de la Iglesia que una las energías de muchos en una misma causa: llevar el Evangelio a la sociedad utilizando especialmente la educación y la cultura.

La propuesta de Pedro Poveda se refiere a una vocación que se vive de puertas afuera, en las estructuras sociales. La seglaridad es, pues, una de las notas esenciales para cumplir su misión.

Reunión de docentes den Ginebra (Suiza)

Él se dirige a “hombres y mujeres de vida interior intensa, inmersos en el contexto mundano, cristianos todo terreno cuyo lugar estaba en donde todos, entre la gente, en las estructuras comunes, singularmente en las educativas y culturales”, expresa la historiadora Mª Dolores Gómez Molleda; un modo de estar que pasa inadvertido la mayoría de las veces, porque “los hombres y las mujeres de Dios no se distinguen porque sean brillantes, ni porque deslumbren, sino por sus frutos santos”, palabras conocidas del fundador de la IT; una presencia creyente y amable, que verifica su fe con el testimonio de las obras: “La verdad de las obras es para él –subraya Felisa Elizondo– lo único que guarda proporción con el testimonio cristiano: ‘La verdad –escribe en 1919 parafraseando un texto de Juan– está en las obras, no en las palabras…

Las obras, sí, ellas son las que dan testimonio de nosotros y las que dicen con elocuencia incomparable quiénes somos’. Lo sostiene en otras ocasiones exaltando la capacidad de persuasión que tiene el ejemplo”. También lo que nuestras sociedades reclaman hoy son los hechos, la coherencia de la vida.

El proyecto de Poveda contaba desde el principio con una imprescindible combinación de la fe y la ciencia, creer y saber; una fe con razones y un conocimiento “con alma” son los dos pilares sobre los que monta su obra. “No se trataba de instrumentalizar la cultura para ponerla al servicio de la fe, de la doctrina o de la filosofía, sino de prepararse para poder responder a los retos del momento con un nivel intelectual adecuado al desarrollo cultural y científico”, continúa afirmando Gómez Molleda.

La identidad profunda de la Institución Teresiana está sostenida en el estilo de los primeros cristianos. La humanización de la cultura, y la transformación social que pretende esta misión, se enmarca en la encarnación de Jesús de Nazaret, en una apuesta clara y rotunda por la persona y su dignidad como eje de cualquier cambio. Cristo es “el inspirador”, el “único cimiento”, repite san Pedro Poveda; hay que “conocer a Cristo”,  “llevarlo como sello en el corazón”.

Colegio San Pedro Poveda en Manila

“Yo quiero, sí, vidas humanas –escribe–, vidas humanas llenas de Dios”, expresando así lo que calificó de humanismo verdadero. Por eso pone como ejemplo el espíritu –tan humano y tan de Dios– de Teresa de Jesús.

Apertura y diálogo

La Institución Teresiana participa activamente en un proyecto de sociedad más justa y compartida; trabaja con quienes pretenden poner en marcha esa mentalidad nueva que hace más visible la justicia, la gratuidad, la solidaridad.

La obra de Poveda estaba pensada para colaborar con otros, para unir esfuerzos en una misma dirección y trabajar con personas, grupos, entidades que persigan un fin semejante. La IT es, por eso, una organización flexible y abierta, como característica propia. La defensa de los derechos humanos para todos y el respeto a otras manifestaciones culturales y a otras creencias están en la base de su ser.

La presencia en sociedades pluralistas, más o menos secularizadas, lleva aparejada un testimonio de fe, dispuesto a dialogar con opciones diferentes, abierto a la tolerancia, que se haga comprensible a las culturas que conviven juntas. Así, la vida profesional,   la familia y los foros de debate son espacios privilegiados para vivir la fe.

Hoy día es fundamental “creer con razones” en una actualidad imprevisible y compleja. Ahora, tal vez con más avidez que en los tiempos de Poveda, se buscan horizontes de sentido en cada vuelta de nuestras calles. Y es en medio de la ciudad donde tiene su eficacia la sal de la vida, ahí, en las aceras agolpadas de prisas y de pasos perdidos. El profesor Díaz-Salazar, en unas Jornadas de Estudio celebradas en octubre pasado, subrayaba “tres ámbitos en los que la Institución Teresiana debería seguir trabajando y reforzando sus iniciativas y recursos personales: el desarrollo de las ciencias, el ateísmo emergente y los modelos de laicidad. Son formas de reactivar el discurso de Pedro Poveda sobre el humanismo verdad”.

Una pedagogía renovadora

Pedro Poveda vive unos años en Covadonga, de 1906 a 1913, como canónigo de la Basílica, y allí estudia y se pone al día en la cuestión educativa española y europea, nada fácil, por cierto. Desde este lugar, inicia lo que sería un proyecto educativo singular, que se va extendiendo por distintos puntos de España, primero, y del extranjero, después.

Josefa Segovia

Surgen así los principios de un movimiento progresivo de academias de estudiantes; la primera de ellas en Oviedo, que se presenta como un centro educativo pionero para la formación de profesionales, entonces mujeres, de la enseñanza. Será este el origen de la Institución Teresiana, que empieza su andadura en Covadonga en 1911.

Después de la de Oviedo, abrirán sus puertas las academias de Linares y de Jaén. Precisamente, al poner en marcha esta última en 1913, Pedro Poveda conoce a Josefa Segovia, que acaba de salir de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid, y será su gran colaboradora. Las academias de Linares y Jaén dejaron una impronta considerable en la provincia, como recoge la prensa del momento. Su relación con la vida cultural y social de la ciudad, la apertura y el diálogo con temas actuales identificaban estos originales centros de formación.

La idea de Poveda tiene como base preparar docentes cristianos tanto en la esfera pública como en la privada, formar personas capaces de estar presentes eficazmente allí donde se gesta y se difunde la cultura. No hace distinción entre las vertientes pública y privada, buscando servir a toda la sociedad desde concepciones innovadoras, afirma la doctora Ángeles Galino. “Su interés por la enseñanza pública es nuclear; lo acredita su acción institucional en la formación de maestros y maestras, la defensa de los derechos profesionales y las acciones a favor del prestigio social del profesorado de todas las modalidades y niveles”.

Aquellas academias de la Institución se han ido convirtiendo, con el paso del tiempo hasta la actualidad, en centros educativos, residencias universitarias, colegios mayores, centros culturales, proyectos socioeducativos y un largo etcétera, cambiando formas, según los contextos, pero conservando el enfoque y los principios de entonces.

En el nº 2.753 de Vida Nueva (si es suscriptor, puede acceder al Pliego íntegro desde aquí).

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