Editorial

Las elecciones de la crisis y el posibilismo

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Las elecciones municipales en todo el país, así como las autonómicas en trece comunidades autónomas, tendrán lugar el próximo 22 de mayo. Una vez más, los ciudadanos acudiremos a las urnas para decidir el futuro político de los municipios y autonomías, en un ejercicio democrático que va adquiriendo ya su solera y madurez. Hay quien ve en estos comicios unas primarias de las elecciones generales que se celebrarán en 2012, y no están exentos de razón, tal y como se viene planteando la campaña. Unas elecciones, sin duda, marcadas por la crisis económica, que arroja su sombra sobre los comicios.

El ciudadano se encuentra ante un derecho responsable: el de decidir con su voto soberano quiénes han de gobernar en los pueblos, ciudades y autonomías durante los próximos cuatro años. La campaña, aún desgraciadamente no desligada de la ofensa y el ataque, pese a los esfuerzos por evitarlos, ha empezado sin sustraerse a la tentación de sacar a pasear las miserias de cada partido, la divergencia de opinión en algunas sentencias judiciales y el descrédito de una parte de la clase política, marcada por la detestable corrupción, más grave cuanto más precariedad laboral hay. El caso andaluz es un botón de muestra de la ofensa a las clases trabajadoras y más desfavorecidas por una corrupción que se ha atrevido a jugar con el dinero de los que más sufren, como ha sucedido con el desgraciado asunto de los ERES.

Es la hora del voto responsable, pero también del ejercicio responsable del poder. Unas elecciones dan la posibilidad de depurar responsabilidades y de afinar perfiles de candidatos. A la clase política corresponde un ejercicio del poder responsable, sin hacer de la política un modus vivendi, sino un servicio a la sociedad. Ellos tienen no solo la obligación de ser honestos, sino de vigilar para que los equipos de gobierno y las estructuras que sostienen el poder también lo sean, buscando los medios más adecuados para evitar la corrupción que está minando el noble ejercicio de la política y que aleja a los ciudadanos de las urnas, propiciando cada vez más un abstencionismo que beneficie a minorías.

A los políticos corresponde ser fieles, dentro de lo posible, a sus programas electorales, no dando la sensación de ofrecer engaño por votos, olvidándose, una vez situados en el poder, de cuanto prometieron. A la clase política se le pide honestidad, fidelidad y responsabilidad. En ello nos va la vida democrática. De no cuidarla, estaremos propiciando la llegada de fórmulas dictatoriales, amparadas en el voto mayoritario de la minoría.

Pero también al ciudadano le corresponde votar responsablemente. En el caso de los comicios municipales es, en muchas ocasiones, el voto a las personas, bien conocidas por sus vecinos, y al margen de las siglas que sostienen su candidatura. Esta cercanía y vecindad producen una mayor confianza y dan opción a una mejor colaboración entre los partidos políticos. En muchas ocasiones, los intereses de partido, por encima de los intereses municipales, han hecho que buenos proyectos se vean hundidos por la política partidista que se hace desde centros de poder orgánico lejanos.

Las elecciones municipales no pueden convertirse en unas primarias de cara a unas generales. Está en litigio el bien de los municipios. Por eso, el ciudadano podrá pedir una política de pactos y de consenso para sacar adelante los proyectos. Se trata de unos comicios en los que se reclama, hoy con más intensidad que nunca, honestidad en la gestión, claridad en los programas, junto con una buena dosis de pragmatismo y de posibilismo. En estas elecciones ha llegado la hora de votar por aquellos programas que miren al futuro.

En el nº 2.753 de Vida Nueva (14-20 de mayo de 2011).

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