‘Cómo ir a misa y no perder la fe’

JOSÉ MARÍA ARNAIZ | Ex secretario general de la Unión de Superiores Generales

“Algunas sugerencias para ir en la buena dirección y para “ir a misa” y aumentar la fe: es todo un arte celebrar bien; el sacerdote juega un papel importante y su capacidad de comunicar es indispensable y tiene que comunicar fe; el lenguaje y los gestos serán entendibles; los laicos no pueden ser meros espectadores”.


Es el título de un libro que acaba de aparecer en Italia del sacerdote Nicola Bux con una contribución del famoso periodista V. Messori. Del libro, en la práctica, me quedo con el original título, y no es poco. Para el autor, las muchas novedades de las misas, no siempre bien pensadas, y los continuos cambios son lo que hace perder la fe; se precisaría una reforma de la reforma del Concilio. Para él, ha habido y hay demasiada creatividad. Responsables de ello son los sacerdotes.

Creo que es mucho afirmar, como se hace en la introducción, que la crisis de la Iglesia es la crisis de la liturgia ya que se ha comenzado a violar el Ius divinum. La acertada reflexión de Messori, en cierto modo, va en otra dirección, y se centra sobre todo en la homilía. Para bien comunicar, se debe simplificar para ser más claro; personalizar para tocar el corazón y llegar a lo profundo; y dramatizar para que haya acción y se mantenga la atención y la pasión y se evite mirar demasiado al reloj para ver si la homilía está por terminar.

Algunas sugerencias para ir en la buena dirección y para “ir a misa” y aumentar la fe: es todo un arte celebrar bien; el sacerdote juega un papel importante y su capacidad de comunicar es indispensable y tiene que comunicar fe; el lenguaje y los gestos serán entendibles; los laicos no pueden ser meros espectadores; la homilía es una estupenda ocasión para suscitar fe; la misa es un encuentro y una fiesta y, por tanto, se saluda al iniciarlo, se sigue en contacto y en diálogo durante el tiempo que dura y hay despedida; es encuentro y celebración de Cristo muerto y resucitado; la eucaristía no se improvisa; el silencio no puede faltar, y tampoco el misterio.

Haciendo todo esto y algunas cosas más, se conseguirá que en las misas no se pierda fe, sino que se gane; y no se vaya por obligación, sino por devoción, y de la buena. Las misas cambian, o no serán eucaristías.

jmarnaiz@vidanueva.es

En el nº 2.753 de Vida Nueva.

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