Ante los nuevos desafíos culturales, el Papa reclama “cristianos convencidos”

En su visita a Aquileia y Venecia, les pide que asuman “responsabilidades directas”

ANTONIO PELAYO. ROMA| De la visita de Benedicto XVI a Aquileia y Venecia los días 7 y 8 de mayo quedará para la historia la imagen de Joseph Ratzinger recorriendo en góndola el breve trayecto que separa la Plaza de San Marcos de la basílica de Santa María de la Salud. En el universo audiovisual en el que estamos inmersos, la mezcla del azul oscuro de las aguas de la laguna veneciana con el blanco de las vestiduras papales, el púrpura de las del patriarca cardenal Angelo Scola y los negros y dorados de la ‘Dogaressa’ (solo utilizada para personalidades de primer orden) a bordo de la cual viajaba el Pontífice formaban un conjunto tan sugestivo que esas imágenes han dado la vuelta al mundo.

El Papa, por otra parte, se mostraba feliz por la experiencia, pero no más que los cuatro gondoleros democráticamente elegidos por sus 425 colegas para transportar a tan ilustre pasajero. Otra nota distintiva de este viaje ha sido que todos los gastos que ha generado han sido cubiertos por las quince diócesis que componen la región eclesiástica del Triveneto (las tres Venecias). En sus 3.527 parroquias se ha llevado a cabo una colecta para recaudar fondos; a ellos se han sumado algunas donaciones particulares y numerosos patrocinadores comerciales.

Las administraciones públicas –ayuntamiento, provincia, región y Gobierno– solo han tenido que asumir los servicios mínimos, como la seguridad y los transportes. La fórmula me parece interesante e imitable para evitar las habituales y desagradables polémicas sobre los costos de los viajes papales.

Tierra de Marcos

La primera etapa de este viaje de poco más de 24 horas de duración fue la ciudad de Aquileia, evangelizada, según la tradición, por el evangelista san Marcos (“Pedro en la tierra de Marcos” era el eslogan escogido por los obispos, junto a la frase “Tú confirmas nuestra fe”) y en la que está previsto celebrar, en abril del 2012, el II Congreso de las Iglesias del Nordeste.

A los delegados de este Congreso estuvo dirigido el primer discurso de Benedicto XVI en la antiquísima basílica de Aquileia, “iglesia de la que germinaron las Iglesias del nordeste de Italia, pero también de Eslovenia y de Austria, algunas Iglesias de Croacia, de Baviera e incluso de Hungría”.

“La fe cristiana –les dijo– debe hoy afrontar nuevos desafíos: la búsqueda frecuentemente exasperada del bienestar económico, en una fase de grave crisis económica y financiera, el materialismo práctico, el subjetivismo dominante. En la complejidad de tal situación, estáis llamados a promover el sentido cristiano de la vida mediante el anuncio explícito del Evangelio llevado con delicada dignidad y con profunda alegría a los diversos ámbitos de la vida cotidiana. Los cambios culturales que se están produciendo os piden que seáis cristianos convencidos, ‘dispuestos a responder a quien os pida razones de la esperanza que está en vosotros’ (1 Pedro 3, 15), capaces de afrontar los nuevos desafíos culturales en una respetuosa confrontación constructiva y consciente con todos los sujetos que viven en esta sociedad”.

Más adelante concretó aún más su petición: “Por último, os recomiendo a vosotros, como también a las otras Iglesias que están en Italia, el compromiso de suscitar una nueva generación de hombres y mujeres capaces de asumir responsabilidades directas en diversos ámbitos sociales, de modo particular en el político. Este necesita más que nunca ver a personas, sobre todo jóvenes, capaces de edificar una ‘vida buena’ a favor del servicio a todos”.

La jornada del domingo comenzó a las 10:00 h. en el Parque de San Julián de la ciudad de Mestre, a donde el Papa se trasladó en un motoscafo. Para participar en la Eucaristía presidida por él, se habían concentrado unas trescientas mil personas provenientes de toda la región, una de las más prósperas no solo de Italia, sino de toda Europa. Allí se había instalado un enorme palco, pero antes de llegar a él, Benedicto XVI recorrió todo el perímetro siendo aclamado por una multitud variopinta de italianos, emigrantes y fieles de los países limítrofes, “pueblos latinos, eslavos y germánicos”, como dijo en su saludo el patriarca Scola.

Jura de los nuevos reclutas de la Guardia Suiza

En su homilía, comentando el episodio de los discípulos de Emaús, Ratzinger exhortó a los que le escuchaban a no compartir sus sentimientos de duda, tristeza y desilusión: “Esta actitud tiende a desarrollarse, por desgracia, en vuestro territorio. El problema del mal, del dolor, del sufrimiento, el problema de la injusticia y del abuso, el miedo a los otros, a los extraños y lejanos que llegan a nuestras tierras y que parecen atentar contra lo que somos, llevan a los cristianos de hoy a decir con tristeza ‘nosotros esperábamos’ que el Señor nos librase del mal, del dolor, del sufrimiento, del miedo, de la injusticia”.

Solidaridad con los migrantes

Antes de poner fin a sus palabras, y a la vista de ciertas manifestaciones de racismo y de xenofobia alimentadas por algunas fuerzas políticas predominantes en la región, el Santo Padre quiso insistir en que las Iglesias y los cristianos están llamados a favorecer la unidad, “en concreto, a la luz del fenómeno de la emigración y de las nuevas circunstancias geopolíticas”, e hizo un llamamiento a “favorecer la solidaridad. Mi presencia entre vosotros quiere ser un estímulo a todas las iniciativas que intenten superar las divisiones que podrían echar por tierra las concretas aspiraciones a la justicia y a la paz”.

De vuelta a Venecia, el Papa se reunió con la comunidad diocesana en la Basílica de San Marcos, y poco después, en la Salud, con el mundo de la cultura y la economía. Así terminaba un viaje durante el cual algunos esperaban un “gesto” de Benedicto XVI con Scola similar al de Pablo VI con el cardenal Albino Luciani, imponiéndole ante miles de venecianos, el 16 de septiembre de 1972, la estola pontificia que llevaba sobre los hombros y que muchos vieron como una profecía.

De Scola, en todo caso, se habla como posible sucesor del cardenal Dionigi Tettamanzi en Milán, y si este nombramiento llegara a producirse, sí podíra ser interpretado como una indicación de “delfinato”, aunque esta sea una institución no demasiado acorde con la naturaleza de la Iglesia, que no es monárquica ni dinástica. A veces, sin embargo, algunas ceremonias vaticanas evocan ese clima de corte.

Por ejemplo el concierto que, como todos los años, ofreció al Papa el 5 de mayo el presidente de la República, Giorgio Napolitano, en el Aula Pablo VI, y en el curso del cual se interpretaron, bajo la dirección del maestro Jesús López Cobos, el Credo de Vivaldi y el Stabat Mater de Rossini. Al día siguiente, Benedicto XVI recibió en la Sala Clementina al cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia con ocasión de la jura de los nuevos reclutas, que se celebra todos los años el 6 de mayo, aniversario del sacrificio de sus predecesores en el sacco di Roma. “El recuerdo –les dijo– de aquel saqueo terreno debe hacernos reflexionar sobre el hecho de que existe también la amenaza de un saqueo aún más peligroso, que podíamos definir espiritual”.

Ivan Dias, Fernandi Filoni y Giovanni Angelo Becciu

Sin sorpresas, el 10 de mayo Benedicto XVI aceptó la renuncia que le había presentado por razones de edad y de salud el cardenal indio Ivan Dias como prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Tampoco sorprendió excesivamente su sustitución por el actual Sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Fernando Filoni, cuyo nombre circulaba desde hace algún tiempo como próximo titular de lo que antes se llamaba ‘Propaganda Fide’.

Por el contrario, hasta el último momento no se había filtrado el nombre de quien será a partir de ahora “numero tres” de la cadena de mando vaticana: el nuncio apostólico en Cuba, monseñor Giovanni Angelo Becciu. Este diplomático de largo recorrido (nunciaturas de la República Centroafricana, Sudán, Nueva Zelanda, Liberia, Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos) fue, primero, nuncio en Angola y, desde 2009, en La Habana, donde ha realizado, en opinión de todos, un excelente trabajo. Volveremos en nuestra próxima crónica sobre estos nombramientos.

En el número 2.753 de Vida Nueva

Compartir