Familiares de reclusos venidos de provincia tendrán hospedaje

En junio culminarían la primera fase de lo que será el nuevo Centro Nacional de Servicios de la Pastoral Penitenciaria en Bogotá

En desarrollo está una respuesta que se pretende dar a aquellas familias que viven en distintas zonas del país, distantes de su capital y que tienen a un hijo, hija, esposo, padre o algún ser querido recluido en una cárcel de Bogotá y que por sus dificultades económicas no tienen dónde pasar la noche y terminan durmiendo en las entradas de los penales.

A partir de junio para estas personas habrá un espacio a donde llegar y por el que no tendrán que pagar algo más allá de un eventual aporte de carácter voluntario. Se trata de 12 habitaciones, las cuales estarán habilitadas cada una con dos camas y un baño. Ese espacio hace parte del proyecto sobre el que está trabajando la Fundación Caminos de Libertad, organización a través de la cual ha venido actuando la Pastoral Penitenciaria para hacer realidad el Centro Nacional de Servicios, con el que busca igualmente centralizar una atención humana y espiritual para aquellas personas que viven el drama de tener a alguien pagando condena en la cárcel de una ciudad que muchas veces no conocen y en la que tampoco se saben mover. Por la misma razón, este centro  ofrecerá igualmente atención médica, sicosocial y jurídica, atención que en parte se ha venido prestando pero de modo muy limitado en una casa en el sector de  Teusaquillo.
Con la creación del nuevo centro, la respuesta se ampliará diametralmente y en distintos sentidos. No se limitará solo a las familias de los internos en cárceles, también estarán dispuestos para los post-penados, aquellos internos que habiendo cumplido su pena, salen a la libertad y no tienen a donde ir aquella primera noche en la que quedan libres. Algunos necesitan solo eso, un día o dos donde dormir y una ayuda económica para comprar un pasaje de regreso a casa, lejos de Bogotá.

La ubicación adecuada

El proyecto físico va en un 35 por ciento de avance y está previsto que en un mes esté ya funcionando en el área adquirida hace cinco años en el centro histórico de Bogotá, sobre La Candelaria (Carrera 6ª con calle 9ª), en donde lo primero que estará habilitado serán las oficinas principales y el área de hospedaje. Ahí se levanta el Centro Nacional de Servicios, sobre un lote de tres mil metros cuadrados, que no se tenía pensado adquirir y que surgió de manera inesperada como lo cuenta el sacerdote Andrés Fernández, capellán general del Inpec desde hace 19 años y responsable de la Pastoral Penitenciaria.
Pese a la relativa cercanía, cuenta Fernández que “estaba previsto que el proyecto se haría en Funza porque los recursos no daban para más… también pensábamos en ese momento, que ubicar el centro en aquel municipio no tenía mucho sentido si el tema estaba en Bogotá, entonces, mirando por Internet encontré en una feria inmobiliaria la venta de un terreno con el 30 por ciento de descuento… eso fue providencial, fuimos a verlo y su ubicación era ideal, así fue que se compró ese lote”.  Pasaron cinco años para que sobre ese lote, frecuentado por indigentes y drogadictos se colocara el primer ladrillo hace 18 meses.
Se planea también crear e instalar una serie de talleres en oficios productivos para hombres y mujeres. Especialmente para ellas, pues el diagnostico general es que “son las mujeres las que usualmente quedan desamparadas cuando su esposo por cuenta de un delito resulta en la cárcel.  Son ellas las que quedan con los hijos, sin saber qué y cómo hacer y en buena parte de los casos, muchas ni siquiera saben leer”, explica el capellán del Inpec. Pero la atención va más allá, existe el acompañamiento legal de personas que buscan solo el apoyo para recuperar su identidad y reinserción en la sociedad. “Ya hemos tenido casos también de extranjeros a quienes hemos podido ayudar durante meses y hasta años para volver a su país de origen”, destacó el sacerdote Fernández.
El proyecto también es un plan piloto, que de funcionar como está planeado, se replicaría en otras ciudades del país y de América Latina, pues no hay iniciativas de tal calado por parte de la Iglesia y son muchos los países del continente que enfrentan circunstancias en detrimento de la dignidad humana, relacionados con el sistema penitenciario.

Las dificultades de una capellanía penitenciaria

Años atrás en cada institución u organización privada o pública existía un capellán para atender y apoyar las necesidades espirituales de quienes allí convergían, pero con el paso del tiempo, en muchas de ellas la capellanía ha desaparecido.  Las cárceles del país no han sido la excepción. Hoy hay capellán en algo más de la  tercera parte de las principales cárceles del país, es decir, que de 141 cárceles, hay capellán en 50.
Los religiosos que atienden a estas instituciones lo hacen medio tiempo y por ello reciben una bonificación. A lo anterior se suma la falta de especialización o vocación. Para el capellán general del Inpec “esto es como un carisma, hay que tener la vocación para este tema que es complejo y muy difícil”. Y es que en aquellos espacios en donde además del dolor y las ausencias, el mal y el delito andan agazapados en muchas almas, lo que constituye “un escenario mucho más complicado frente a otros carismas y escenarios”.
Hace algo más de un año, el mismo religioso creó en la diócesis de Sonsón – Rio Negro la Asociación Maximiliano Kollbe, en conjunto con un grupo de sacerdotes diocesanos especializados en atención a la población carcelaria (familias, internos y guardias). Este grupo de hombres fijarán su sede y vivirán en el Centro Nacional de Servicios, constituyéndose en una especie de grupo élite, con capacidad  para preparar a otros sacerdotes y seminaristas en la atención en el ámbito penitenciario.
En perspectiva, un obispo es quien designa dentro de su diócesis un pastor para alguna institución que está en su jurisdicción y de ésta hacen parte por supuesto las cárceles, una tarea que ha resultado muy difícil para muchos sacerdotes, “porque uno como sacerdote no ha sido formado para eso”, concluye el padre Fernández. VNC
TEXTO: J. DE FRANCISCO
FOTOS: FUNDACIÓN CAMINOS DE LIBERTAD

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