Recuerdos del Beato Juan Pablo II

CIRIACO BENAVENTE MATEOS | Obispo de Albacete

“Recuerdo mi primera visita como obispo: llevaba pensado lo que iba a contarle al Papa. Empezaría refiriendo la antigüedad de mi Iglesia, casi de la época apostólica. Él interrumpió mi rollo de obispo novato con aquella voz cordial y vigorosa: ‘Iglesia antigua, pero con problemas modernos…'”

Me emocioné hasta las lágrimas cuando Benedicto XVI pronunció la fórmula con que declaraba beato a Juan Pablo II. Eran tantos los recuerdos: la impresión de verle orando en su capilla privada, aquella mañana fría de diciembre de 1991, cuando acompañaba en la visita ad limina al que entonces era mi obispo. Luego supe que aquel mismo día había firmado mi nombramiento episcopal.

Recuerdo mi primera visita como obispo: llevaba pensado lo que iba a contarle al Papa. Empezaría refiriendo la antigüedad de mi Iglesia, casi de la época apostólica. Él interrumpió mi rollo de obispo novato con aquella voz cordial y vigorosa: “Iglesia antigua, pero con problemas modernos…”. Y guardo casi como una reliquia el recuerdo del último encuentro personal, unos meses antes de su muerte: aquella respiración tan forzada que parecía que se le iba partir el pecho, lo azaroso de la situación ante la dificultad de entenderle, cómo al ir a besar su mano para despedirme, me atrajo con fuerza hasta casi abrazarme.

Son algunos de mis recuerdos más íntimos de Juan Pablo II. Junto a ello, ¿cómo no?, la admiración por el hombre de Dios: el Pastor fuerte, que, curtido en una dura orfandad, se forjó luego como paladín de la dignidad de la persona y la libertad en la resistencia de un país arrasado sucesivamente por el nazismo y el comunismo, al que intentaron despojar de su identidad nacional y religiosa. ¿Quién se opuso con más firmeza que Juan Pablo II a las tiranías de todo tipo, a las guerras, a la trivialización de la vida, del amor o del trabajo? El lema Totus tuus se podría acompañar de otro no menos hermoso: “No tengáis miedo”.

A la hora de su muerte, aquellos que se propusieron desacreditarle tuvieron que rendirse ante la evidencia de que nadie como él había marcado la segunda mitad del siglo XX, que nadie como él había sido capaz de conectar y movilizar a los jóvenes. Lo que venía a probar que el pasado eran los que le criticaban.

En el nº 2.752 de Vida Nueva.

ESPECIAL BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II

Compartir