Los que no van a jugar el Mundial de Fútbol de Brasil

Pastoral das Favelas denuncia miles de casos de expropiación ilegal

GRAZIELA CRUZ. BRASIL | Anita Gomes dos Santos, de 51 años, vivía y trabajaba en las calles de Belo Horizonte, la tercera ciudad más grande de Brasil. Hace 11 años, Anita y su familia conquistaron, junto a otras 65 familias, el derecho a tener su hogar en la Vila UFMG. En su camino de luchas y conquistas, Anita empezó a participar en movimientos sociales, y hoy es miembro de la coordinación de la Pastoral de la Calle de la Archidiócesis de Belo Horizonte y del Movimiento Nacional de la población que vive en la calle. Anita, su esposo, sus cuatro hijos y sus ocho nietos viven ahora un drama que perturba a miles de familias en otras ciudades brasileñas: el abando de sus casas para dar espacio a las obras urbanísticas para la Copa del Mundo de Fútbol de 2014.

El drama se repite en Río de Janeiro, São Paulo, Porto Alegre, Fortaleza y en las otras siete ciudades sede del evento deportivo.

“Las expropiaciones causan problemas muy graves, como la separación de las familias, la destrucción de los lazos comunitarios o el desempleo; muchas personas son llevadas a vivir a sitios lejanos del trabajo, y los niños dejan la escuela”, explica Anita a Vida Nueva.

Además de la Vila UFMG, al menos 315 familias que viven en el barrio de San Gabriel deben ser desalojadas para construir la nueva terminal de autobuses de la capital. Se estima que un total de 20.000 personas serán expulsadas de sus hogares en la capital de Minas Gerais. “Esa expropiación de nuestras casas ha provocado un gran drama. Muchos niños nacieron aquí, hemos construido nuestros hogares, hecho nuestros amigos y ahora tendremos que dejarlo todo atrás”, lamenta Anita; ella y sus vecinos tienen hasta junio para irse.

En Río de Janeiro, el impacto es aún más grave, por las obras, además, para los Juegos Olímpicos de 2016. Se están construyendo grandes vías para facilitar la circulación de turistas entre el aeropuerto, la terminal de autobuses y el estadio Maracaná y otros locales.

Más de 500 familias viven en lugares como las Vilas Recreio, Harmonía, Restinga y Taboinha –en el barrio de Recreio dos Bandeirantes, cerca de la zona donde estará la Villa Olímpica–. Ellos y los residentes de regiones como el Campinho y la Villa Autódromo están sufriendo la intervención del ayuntamiento, que expropia a las familias y las envía a barrios alejados hasta 70 kilómetros.

Tractores en casas habitadas

Según Luiz Severino da Silva, miembro de la Pastoral das Favelas de la Archidiócesis de Río de Janeiro, asegura a Vida Nueva que los residentes no están en contra del desarrollo de la ciudad, pero cuestionan la forma arbitraria en que las autoridades municipales están llevando a cabo la retirada, sin un diálogo con los residentes, ofreciendo un precio muy inferior al valor real de la propiedad, sin tener en cuenta la ley y, en algunos casos, actuando con violencia.

“En la Vila Harmonía, la situación fue dramática. Cuando las personas se resisten al desalojo, ellos amenazan con conducir los tractores sobre las casas y las personas”, dice Luis Severino. En la Vila Harmonía, situada cerca de la Barra da Tijuca –conocido barrio noble de la Zona Sur de Río–, cien familias fueron sorprendidas en la mañana del 15 de diciembre de 2010 por una operación de demolición de las casas dirigida por equipos del ayuntamiento y la guardia municipal. Según la denuncia recibida por la Pastoral, los agentes llegaron de madrugada, y con excavadoras derribaron casas aún habitadas.

Luis Severino denuncia que el desalojo no se está haciendo solo para la construcción de las rutas de tránsito: “La municipalidad está aprovechando para echar a los residentes y dejar espacio para la construcción de hoteles y edificios de lujo en las zonas que están altamente valoradas y, hasta hoy, ocupadas por los pobres”.

En el nº 2.752 de Vida Nueva (reportaje completo para suscriptores).

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