Invitan a los laicos a protagonizar el desarrollo político y social del continente

Obispos, laicos, sacerdotes y religiosas analizan las democracias de América Latina y El Caribe

VIDA NUEVA | “Desempeñar un rol protagónico en los procesos de participación ciudadana, en el fortalecimiento de la democracia, el respeto y la defensa de los derechos humanos en América Latina y El Caribe, a partir de una lectura creyente de los signos de los tiempos, y promoviendo la construcción de una nueva sociedad participativa, justa, solidaria y pacífica”. Este es uno de los compromisos salidos de un Seminario organizado por el Departamento Justicia y Solidaridad del CELAM (Sección ‘Laicos Constructores de la Sociedad’), en colaboración con la Fundación Konrad Adenauer, que congregó los días 27 y 28 de abril en Tuparenda (Paraguay) a obispos, laicos, sacerdotes y religiosas.

Al término de la cita, cuyo lema era Rol del Laico en los procesos de participación ciudadana y democracia en América Latina y El Caribe, y fruto de sus reflexiones, se hizo público un Mensaje en el que desgranan tanto los “aspectos que nos alegran y animan”, como las “situaciones que nos interpelan y desafían” a la luz de esa lectura creyente de la realidad.

Entre aquellos aspectos que suscitan la esperanza a la hora de hacer los análisis, se constata tanto una mayor participación de jóvenes en el fortalecimiento de la democracia desde la perspectiva de los derechos humanos como la creciente participación de mujeres y jóvenes impulsando la economía popular. Asimismo, se congratulan por el reconocimiento de los pueblos originarios como actores políticos y sociales, el uso de Internet y las nuevas tecnologías para impulsar procesos de auténtico desarrollo y, en especial, por la participación del pueblo en la política, la economía y la cultura en espacios municipales, regionales y nacionales. Un reto que ven que se les presenta en el futuro inmediato es “cómo conjugar libertad y justicia en la perspectiva del desarrollo humano e integral.

En cuanto a los desafíos que la sociedad del continente tiene que afrontar de manera decidida, identifican el de la corrupción y la desconfianza en la institucionalidad democrática, la polarización política, el desconocimiento de los derechos humanos por parte de sectores importantes de la ciudadanía, pero también de las autoridades, los mesianismos políticos o la indiferencia política de las sociedades, con las cargas que conlleva de desesperanza y apatía.

Les preocupa, igualmente, la debilidad institucional que detectan en sus democracias, junto con el descrédito de los partidos políticos. Asimismo, consideran que ha de subsanarse la falta de correspondencia entre los avances formales de la democracia y la participación, además de la necesaria implementación de políticas para superar la pobreza, la desigualdad y el desempleo.

Siguiendo la Doctrina Social de la Iglesia, los participantes adquirieron el compromiso común de “generar espacios y escenarios posibles de discernimiento evangélico de los signos de los tiempos”, para promover una autentica cultura democrática “con conciencia, actitud profética, sentido ético y abierta a la pluralidad”. Para lograrlo, invitan a la participación ciudadana en “el diseño e implementación de políticas públicas que contribuyan al desarrollo del bien común en condiciones dignas, sustentables y éticamente aceptables”.

Asimismo, exhortan a intervenir en los más diversos ámbitos (político, social, económico,  cultural, científico, artístico, internacional, mediático…) y en “otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento (DA, 210)”. No olvidan, sin embargo, la necesaria “formación integral” de los laicos para afrontar tales retos. Se trataría de “trabajar en la formación para la acción, sin descuidar las dimensiones espiritual, académica, humana y doctrinal con carácter interdisciplinar…”.

Los firmantes apuestan también por “el diálogo fecundo en un mundo intercultural y secular con apertura a la búsqueda de consensos en fidelidad al Evangelio”.

Finalmente, y tras un llamamiento a “cultivar una sana espiritualidad de compromiso responsable en un mundo plural”, el texto concluye insistiendo en la conveniencia de que los laicos participen en asociaciones civiles, así como en “espacios de diálogo y concertación”, e instando a los políticos a “favorecer una democracia honesta y veraz, participativa y representativa”, orientada al bien común y que garantice los derechos humanos y “el desarrollo humano integral y solidario”.

En el número 2.752 de Vida Nueva

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