Julio Terrazas, un profeta latinoamericano

Con la jubilación del cardenal Julio Terrazas Sandoval (Vallegrande, 1936), se cierra en Bolivia un ciclo de profetismo latinoamericano. La Iglesia en América Latina continúa necesitando profetas que lleven palabras de aliento y esperanza a los sectores del Pueblo de Dios que no logran entender ni asimilar el concierto latinoamericano, que se ha sumido en ritmos autoritarios y discursos demagógicos que no presentan soluciones estructurales y favorables a la sociedad.

Es en este contexto donde el cardenal Julio Terrazas acaba de cumplir 75 años de edad el pasado 7 de marzo y, obedeciendo las normas de la Iglesia católica, ha presentado ante el papa Benedicto XVI su renuncia oficial como arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
Julio Terrazas, por su fuerza moral, se ha ganado un lugar en la reciente historia de la Iglesia católica como un profeta latinoamericano; si bien no se sabe efectivamente cuándo se jubilará como arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, su presencia marca un antes y un después en este país donde el Pueblo de Dios peregrina en un clima de sistemática hostilidad hacia la institución eclesial.
Será por esto que la noticia de su renuncia originó recientemente una confusa espiral de aclaraciones y desmentidos en los medios de comunicación bolivianos; lo cierto es que, cuando cesen sus funciones como arzobispo de Santa Cruz, quedará un vacío en la Iglesia y en la sociedad boliviana.
En muchos contextos y sectores, la luz de Cristo quiere ser apagada y manipulada para iluminar ideologías que en gran parte del mundo occidental se han abandonado y que en el continente latinoamericano se inculcan nuevamente con la envoltura del resentimiento. La Iglesia –no solo en América Latina– sigue necesitando profetas que sean capaces de anunciar y denunciar, para levantar y construir; en definitiva, para comunicar al Dios de la Vida.
Recientemente, he podido conversar largamente con el cardenal Terrazas en vistas a publicar un libro-entrevista sobre su visión y experiencia personal: desde que era párroco de un pueblo humilde y alegre, y cómo por su vocación fue llevado a las grandes ciudades para ser testigo de Cristo Resucitado, culminando su servicio con dignidad de ser príncipe de la Iglesia y estar llamado al martirio.
Antes de elucubrar reflexiones sobre la insigne figura del cardenal Terrazas, que cerrará una etapa de su vida como pastor de la Iglesia boliviana, prefiero presentar una de sus respuestas cuando le pregunté cómo viviría la nueva fase, luego de que concluyan oficialmente sus funciones de arzobispo de Santa Cruz. Su respuesta a esta y a otras preguntas aparecen publicadas en el libro Servidor de todos. Coloquios con el Cardenal Julio Terrazas, presentado el pasado 1 de abril. Mientras tanto, adelanto aquí lo que me respondió:
“Cambiará la manera de ejercer mi misión, no dejaré de ser obispo ni cardenal, ya no tendré una jurisdicción eclesial como Santa Cruz. Son las leyes de la Iglesia y tengo que cumplirlas, lo haré con toda libertad y presentaré mi renuncia en el momento que debo hacerlo; de esto se trata estar a disposición de la causa del Reino. No significa una renuncia que extermina las inquietudes, sino una renuncia para que la Iglesia continúe caminando y respondiendo al mundo con gente nueva a las situaciones que nos toque vivir.
El ser obispo es para toda la vida, y continuaré con mi misión apostólica sin una jurisdicción concreta, que es lo que hace que un obispo sea responsable de una Iglesia local; esta responsabilidad pasará a otra persona. Pero yo continuaré anunciando a Cristo mientras pueda, seguiré siendo su testigo y enviado para proclamar su Buena Noticia.
Para el futuro, no tengo un proyecto en particular al cual me dedicaré; mientras el Señor conserve mis fuerzas, podré seguir siendo testigo de alguien que vino para que nuestros pueblos tengan vida; espero hacerlo con plena salud y con plena razón, para no caer en otras debilidades humanas”. VNC

P. Ariel Beramendi,
sacerdote y comunicador

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