Slawomir Oder: “No ha habido sombras o secretos en la vida de Juan Pablo II”

Postulador de la causa de beatificación de Juan Pablo II

DARÍO MENOR. ROMA | Pocas personas conocen la vida de Juan Pablo II como el sacerdote polaco Slawomir Oder, postulador de su causa de beatificación. Concluido el trabajo, Oder espera ansioso al 1 de mayo, cuando se celebrará el ascenso del Papa a los altares. Garantiza que el proceso, aunque concluido en un tiempo récord, se ha llevado a cabo con todas las garantías.

Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, afirmaba que el proceso de beatificación de Juan Pablo II había tenido un “recorrido preferencial”. ¿Es positivo este impulso?

El recorrido preferencial fue abierto por Benedicto XVI cuando decidió dispensar los cinco años necesarios para la apertura del proceso. Esa ha sido la vía preferencial, no se trata de ninguna indulgencia en el tratamiento. En lo que se refiere al estudio de la causa, hemos seguido la indicación de Benedicto XVI, quien nos dijo que hiciéramos nuestro trabajo pronto, pero que lo hiciéramos bien. El estudio se ha realizado sin seguir ninguna pista preferencial. Se ha hecho todo lo que era justo y necesario para un personaje de su dimensión.

¿Se pueden hacer las cosas bien con tanta celeridad?

Sí, sin duda. El resultado de esta causa y las valoraciones que ha recibido muestran que es posible. Lo que ha ocurrido es que se ha saltado el protocolo para la espera de los cinco años, pero el estudio ha sido realizado con la máxima seriedad.

Cuando Benedicto XVI hizo la dispensa de los cinco años, habló de la fama de santidad de Juan Pablo II. ¿Cuánto peso ha tenido este sentimiento en el proceso?

El proceso de beatificación no puede iniciarse sin la aclamación de la fama de santidad. La espera de los cinco años se debía justo a eso; sirve para certificar dicha fama de santidad. En este caso no había dudas sobre ella, ya que le acompañó durante su vida, su muerte y hasta ahora.

¿Cuál ha sido el momento más difícil?

Las cuestiones que iban apareciendo se afrontaban a través de un sereno coloquio con el relator. No ha habido momentos de especial dificultad. Es cierto que no era algo agradable cuando se realizaban acusaciones o críticas infundadas. Muchas veces, venían de fuentes no informadas o con una no buena intención. En cualquier caso, todas las voces han dado un estímulo al estudio, ya que se acogía lo que se decía para profundizar.

El caso más claro ha sido el de su relación con el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. ¿Conocía el Papa sus abusos y los desórdenes de su vida?

Se ha profundizado en todos los temas difíciles. Tras estudiar los actos de diversos archivos y escuchar a varias personas, el resultado de la investigación ha mostrado la falta de conocimiento del Papa frente a estos feos acontecimientos.

¿Han encontrado documentos o testimonios que prueben que el Papa conocía abusos en otras congregaciones o países?

Son cosas que pertenecen al secreto del proceso. No ha sido silenciado ningún aspecto que pudiera provocar perplejidad. Todo ha sido profundizado y resuelto.

¿Ha habido aspectos que hayan resultado complicados de aclarar?

La vida del Papa fue completamente transparente. No ha habido sombras o secretos. No había un Wojtyla público y otro privado. El proceso de beatificación ha sacado a la luz todas esas cosas que habíamos visto ya en él.

¿Ha encontrado aspectos de su vida que no esperase?

Hay anécdotas muy bellas, como la de un testigo que recuerda que el Papa encontró a un grupo de científicos en Castelgandolfo. Esta persona cuenta que se había perdido en el Palacio y andaba abriendo puertas para saber dónde se encontraba. Tras una de aquellas puertas, encontró un cuartito de la limpieza, y allí, en una esquina, halló al Papa rezando. Este le decía que, como estaba todo lleno de gente, se había metido en ese sitio para rezar tranquilo. Otra anécdota es de sus primeros días en el Palacio Apostólico vaticano, cuando uno de sus secretarios se alarmó porque no le encontraba. Al final, lo halló en la capilla, con la luz apagada y extendido en el suelo, rezando. Otros aspectos bellos tienen que ver con su relación con las cosas materiales. Cuando era arzobispo de Cracovia, la única forma de renovarle el armario era lavar la ropa nueva para que pareciese usada. Si pensaba que era nueva, la regalaba en beneficencia.

¿Piensa que es un modelo para el sacerdocio en cualquier contexto?

Absolutamente sí. Mantuvo esta frescura durante toda su vida. Su manera de actuar estaba llena de entusiasmo y de alegría. Fue un perenne neopresbítero. Ser sacerdote para él era una fuente de alegría. Contaba que, cuando se preparaba el cónclave tras la muerte de Pablo VI, pensaba que lo que el mundo necesitaba en el nuevo Pontífice era una profundidad espiritual. Cuando resultó elegido Juan Pablo I, aseguró que era el hombre que correspondía a esa expectativa. No sabía que, poco después, también él, con su profundidad espiritual, habría podido responder a esta llamada. Juan Pablo II decía siempre que la primera obligación del Papa era rezar.

El milagro que abrió el proceso

Hablemos del milagro que le hará beato. ¿Cómo llegó a su conocimiento la curación de la religiosa francesa Marie Simon Pierre?

Me fue señalado en una carta pocas semanas después de la apertura del proceso por parte de la superiora de la congregación de esta religiosa. Me sorprendió la sencillez con que se expresaba, sin ningún énfasis. Solo informaba de lo que había ocurrido. Me sorprendió la coincidencia de que se tratase de la misma enfermedad, el Parkinson, que llevó a la muerte a Juan Pablo II.

¿No se han barajado otros posibles milagros?

No, porque no era necesario. Ya se había abierto el proceso por la curación de esta religiosa. No obstante, han ocurrido otros hechos que desprendían el olor a milagro. Uno de estos se debe a la curación de un laico francés que sufría un aneurisma en la arteria que lleva al corazón. Tras su oración dirigida a Juan Pablo II, se salvó. Otro caso es el de una pareja alemana que iba a tener una niña con síndrome de Down. Esta pareja era madura y no podía tener hijos pero, gracias a la intercesión de Juan Pablo II, según ellos, la mujer se quedó embarazada. Luego apareció la sospecha de esta enfermedad y la sugerencia del aborto por parte de los médicos, pero la pareja siguió adelante y tuvo una hija sana.

En los últimos 150 años, casi todos los papas han sido beatificados. ¿Cómo lo explica?

La santidad es un don del Espíritu Santo, pero que no quita nada a la libertad del hombre. Por eso la santidad, a la que estamos todos llamados en virtud del bautismo, para poder aparecer, necesita de una persona que la acoja y colabore con este don. La Iglesia ha recibido el don de estos grandes papas, estas grandes figuras que han dado una señal de que tiene un papel insustituible que desarrollar en la sociedad.

Juan Pablo II, por tanto, se hizo beato a través de su vida.

Nadie nace santo. Me gusta recordar la santidad utilizando una imagen usada por Juan Pablo II cuando, con 19 años, escribió una poesía en la que hacía una reflexión sobre Dios como alguien que esboza a los santos. Él fue esbozado por la Providencia. No le faltaron sufrimientos ni experiencias dolorosas que, en la escuela de la vida, tal vez son las lecciones más eficaces. Supo dar una respuesta de fe, respondiendo a estos dones de una manera que todos hemos podido contemplar con nuestros propios ojos.

En el nº 2.750 de Vida Nueva.

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