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Oraciones cofrades. De la veneración al testimonio y de la devoción al compromiso


Un libro de Manuel Amezcua (PPC, 2011). La recensión es de Tomás de la Torre Lendínez.

Oraciones cofrades. De la veneración al testimonio y de la devoción al compromiso

Autor: Manuel Amezcua

Editorial: PPC

Ciudad: Madrid

Páginas: 111

TOMÁS DE LA TORRE LENDÍNEZ | En vísperas de la Semana Santa, tener entre las manos este libro es un gusto y un descubrimiento. Es un placer porque, con un lenguaje sencillo, el lector encuentra una serie de celebraciones que llenan un vacío importante en el mundo de las cofradías y hermandades. Y es encontrarse con una herramienta de trabajo de primera mano para la pastoral dentro de la abundancia de asociaciones católicas de fieles, como define el actual Código de Derecho Canónico a las hermandades.

Antes del Concilio Vaticano II era muy común, dentro de una cofradía, disponer de un libro con los cultos propios dirigidos a sus imágenes titulares. Fueron, en su mayoría, sacerdotes beneméritos o laicos comprometidos los que escribieron esos libritos de oraciones y peticiones con los que, durante largos años, los devotos de unas imágenes de Cristo, María o el patrón propio de la localidad, se dirigían a ellas y las rendían culto. Con el vendaval teológico y pastoral de los años postconciliares, aquellos libros del cofrade quedaron en el trastero de la hermandad.

Ahora, con este libro de Manuel Amezcua, se ofrece a los directivos y hermanos de cualquier cofradía un instrumento clave para ponerse delante del Señor en la Custodia, ante el trono de una bella y milagrosa talla de Cristo o María, y saber rezarle en solitario o en comunidad, que es lo mejor. Y rezarle con el lenguaje de hoy, que les lleve de la veneración al testimonio y de la devoción al compromiso, como sugiere el subtítulo de esta obra, corta de páginas, pero manejable y de tamaño bolsillo para ser portada por los hermanos de tal o cual cofradía.

Además, esta herramienta pastoral tiene un fin muy realista. Ya pasaron los años en los que en cada pueblo o aldea permanecía estable un párroco. Ahora, en muchas localidades, toca no disponer de la estabilidad de un cura, sino que lo deben compartir con un número más que abundante de pueblos vecinos.

Con este libro, el culto del triduo, del septenario, del novenario, de la fiesta patronal, de la procesión, de la elección de hermano mayor, del tiempo litúrgico… lo pueden hacer los laicos, quienes, de acuerdo con su pastor, pueden cooperar a que todo salga bien sin necesidad de que esté presente el sacerdote, hipotecado por la multitud de parroquias a las que atiende pastoralmente.

Bienvenida sea, por tanto, esta ayuda pastoral de primer orden.

En el nº 2.750 de Vida Nueva.

Actualizado
14/04/2011 | 15:55
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