Reflexión en torno a la Espiritualidad conyugal

MARÍA STELLA RODRÍGUEZ

En la vida matrimonial es imposible no tener momentos de tensión, conflicto y contradicción, muchos hogares viven sacudidos por el estrés y las incertidumbres derivadas de los grandes cambios económicos, sociales, políticos y culturales. La espiritualidad conyugal propicia un camino de armonía, para que la pareja logre esa realización trascendente que todos anhelamos.

Comprendemos -porque lo hemos experimentado- que no es fácil lograr esta meta de desarrollo espiritual; no se trata de suprimir las tensiones propias de la convivencia matrimonial, ya que eso es imposible. Más bien, la propuesta de vivir en pareja esa dimensión espiritual es una invitación a caminar en un sentido pleno de realización humana. Al orar juntos descubrimos a Dios en su realidad trinitaria que nos invita a vivir de manera plena nuestra realidad de relación conyugal y ser mutuamente dadores de vida, dando así testimonio de la vida de Dios en nosotros.
La espiritualidad vivida en pareja es un camino que se hace paso a paso; es fruto de un proceso, un verdadero cultivo que nos permite conocer esa voluntad amorosa de Dios para mí y mi pareja.
Resulta claro que una espiritualidad conyugal debe ser vivida a dos, o mejor a tres con Jesucristo como centro de nuestro sacramento. Estamos llamados a ser contemplativos de la acción de Dios, en medio de nuestra acción cotidiana, familiar y social.
Por tanto, la vida espiritual matrimonial debe estar sólidamente anclada en el Evangelio, en la oración de unión con la Iglesia Cuerpo de Cristo y de petición al Espíritu Santo, presencia viva de Jesús Resucitado en nuestra vida conyugal y familiar.  Así seremos uno, no solamente como pareja unidos por el amor conyugal, sino uno en Cristo unidos por el amor sacramental.

Compartir