Dos frases cuestionantes

Isabel Corpas de Posada

Dos frases lapidarias han sido noticia: “donde uno mete el dedo, sale pus” y “la corrupción es inherente a la naturaleza humana”.

Las dos frases recogen y tipifican los escándalos de corrupción protagonizados por funcionarios y particulares: carruseles de contratación, saqueo al erario público, negocios turbios y avivatadas detrás de demandas contra la Nación, el botín de las regalías petroleras y de los bienes de la mafia, la sinvergüencería de las defraudaciones al sistema de salud, el robo de las tierras de los desplazados avalado por quienes deberían ser garantes de la propiedad privada, además de una estructura económica injusta en la que 9 millones de colombianos viven en la miseria y 20 millones son catalogados como pobres, la escalada delincuencial, los falsos positivos, etc., etc., y todos los demás delitos que son noticia diaria.
Como creyente y como teóloga me cuestionan estas dos frases y la realidad a la que se refieren: ¿qué se puede pensar cuando los actores de este cuadro muy probablemente recibieron 1.240 horas de clase de religión durante once años de escolaridad y que, en el marco de la Constitución de 1886 y hasta la promulgación de la Constitución de 1971, eran de religión católica?, ¿qué les enseñaron y qué les quedó para la vida?, ¿se trataba de “verdades” aprendidas de memoria sin consecuencias de orden práctico en la vida diaria?, ¿qué responsabilidad le cabe a la educación religiosa ante la crisis ética de la actual coyuntura histórica?
Sobre todo, me duele que nos estemos acostumbrando a este sistema “purulento”, que nos parezca normal que las conciencias se vendan al mejor postor, que se considere “inherente a la naturaleza humana” lo que es perversión de una sociedad que se ha dejado corromper y no diferencia el bien y el mal.


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