Cuando tocamos el límite

Ignacio Madera Vargas, SDS

No vivimos en Japón, ni estamos cerca de ese país víctima de la furia de la naturaleza y de las tecnologías de punta que los seres humanos hemos desarrollado con tanto orgullo y a veces con prepotente altivez.

Actitudes que llevan a tantos y tantas a desplazar a Dios del recorrido de sus vidas. Eventos como los acontecidos nos llevan a pensar en algunas dinámicas de la existencia, porque no siempre somos conscientes de lo que, desde el fondo de tantos hechos contemporáneos, se está gritando a los seres humanos.

La ciencia conoce los  riesgos del desarrollo de algunos mecanismos y sin embargo, impulsa su implementación. Cuando esos mecanismos se revelan amenazadores sobre la humanidad, nos preguntamos si realmente estamos construyendo desarrollo de tecnologías y técnicas en función de la preservación y guardia de la vida humana y la creación, o de intereses de capital y de poder, de aparente control y desorbitada búsqueda de pasar por encima de las previsiones.
Pero pareciera, así se nos está revelando en esta hora, que la naturaleza no se deja dominar por la razón humana y que los controles sobre ella, no son tan fuertes como la prepotencia de poderes que deciden y definen sobre técnicas y tecnologías, presuponen. Una fragilidad constitutiva queda al descampado y nos deja inermes, al ver caer como un castillo de naipes tantas construcciones y sucumbir tantas otras, de un momento al otro, bajo la furia incontenible de una marea de lodo espesa y dura. Sin embargo dura es también la cerviz de quienes no quieren ver ni oír que el desarrollo sostenible es el que respeta a la naturaleza y la vida en el planeta.
¿Qué lecciones tomará la humanidad, pero ante todo los países que con tanta prepotencia desarrollan plantas nucleares por aquí y por allá,  de esta dolorosa  situación de los hermanos y hermanas de Japón?

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