La situación humanitaria en Costa de Marfil es dramática

La crisis política deriva casi en una guerra civil y provoca un millón de desplazados

MARÍA GÓMEZ | Al cierre de esta edición, Francia aseguraba que la salida de Laurent Gbagbo de Costa de Marfil era “cuestión de horas”. A falta de resolución, lo que sí es verdad es que al país le va a costar mucho recuperarse de la crisis política e institucional de los últimos meses y que ha derivado prácticamente en una guerra civil. De un lado, los partidarios de Alassane Ouattara, vencedor en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del pasado noviembre y reconocido como legítimo jefe de Estado por la comunidad internacional. Del otro, el presidente saliente, Gbagbo, que niega los resultados de los comicios.

Las ahora llamadas Fuerzas Republicanas (antes Fuerzas Nuevas, ex rebeldes que controlan el norte del país desde 2002), cercanas a Ouattara y apoyadas por los cascos azules de la ONU en Costa de Marfil (UNOCI) y por los soldados franceses de la Operación Licorne, se han ido haciendo fuertes desde el noroeste, conquistando algunas de las ciudades y enclaves principales hasta llegar a Abidján (capital económica), donde se ha de resolver la ofensiva final contra las Fuerzas de Seguridad, que han permanecido leales a Gbagbo.

Los esfuerzos diplomáticos de las potencias internacionales y de los países de la Unión Africana para lograr una situación pacífica han sido, hasta el momento, infructuosos. Ambos bandos se acusan recíprocamente de todo tipo de atrocidades que siembran el terror en una población civil que ya estaba bastante golpeada por la pobreza y falta de recursos. La dificultad para establecer comunicaciones hace complicado actualizar determinadas informaciones. Lo que es seguro es que, a nivel humanitario, estamos ante un verdadero drama.

El presidente saliente, Gbagbo

Sin que se hayan confirmado aún cifras de víctimas mortales, “la situación humanitaria es dramática porque ya teníamos en las últimas semanas en Abidján 30.000 desplazados en diferentes áreas. Desde que se han intensificado los combates no es posible llevar a cabo ninguna operación de rescate, porque los agentes humanitarios no pueden moverse”, informaba, el 1 de abril, el director de Desarrollo y promoción humana de Cáritas Costa de Marfil, Jean Djoman. Este confirmó, por cierto, la liberación del P. Richard Kissi, director de Cáritas en Abidján, que había sido secuestrado.

La Cáritas marfileña concibió un primer plan de ayuda humanitaria para 7.000 desplazados, pero en apenas una semana, la cifra ha aumentado hasta la actual: cerca de un millón de personas han salido de sus regiones y cientos de miles han huido a Liberia y Ghana. Junto con la inseguridad en las operaciones de transporte de ayuda humanitaria a las zonas de conflicto, el problema principal es de abastecimiento de alimentos y medicamentos, lo cual se debe, en buena medida, al embargo impuesto por la Unión Europea (ver recuadro).

La peor situación es, quizá, la de Duékoué (región del oeste). Vida Nueva ha tenido acceso a una fotografía tomada por un voluntario de Cruz Roja en la localidad que ilustra la masacre de 800 civiles que fueron degollados, descuartizados a machetazos y quemados por las fuerzas afines a Ouattara. Los misioneros salesianos que trabajan en la misión católica de Duekoué han sido testigos de distintos episodios de violencia. Con todo, la misión salesiana se ha convertido en el “último refugio de la esperanza”. ‘Santa Teresa del Niño Jesús’, la única obra católica de la ciudad, acoge actualmente a unos 20.000 desplazados.

Los salesianos, a salvo

El miércoles 6 de abril, la Inspectoría Salesiana de África Occidental emitió un comunicado en el que aclara que Duekoué “ha sido escenario de muchos conflictos. En los días pasados, la ciudad fue tomada por las tropas republicanas de Ouattara. La parroquia fue respetada, pese a que algunos elementos descontrolados entraron en la misión, pero terminaron por irse sin hacer daño a los refugiados que allí había ni a la comunidad”.

Además, se asegura que los religiosos que están en Abidján (con un centro de jóvenes, dos casas de acogida de niños en dificultad y una parroquia en el barrio de Koumassi Remblais) “se encuentran perfectamente”, si bien “empiezan a escasear los artículos alimenticios de primera necesidad”. Y que los cinco hermanos de Korhogo (al norte) “se encuentran bien” y siguen atendiendo el colegio de Enseñanza Secundaria y la parroquia, cuyas tareas se desempeñan con normalidad, pues “la situación de la ciudad es tranquila”. El servicio de prensa OMPress, de las Obras Misionales Pontificias–España, informa de que actualmente hay en Costa de Marfil 70 misioneros españoles.

Aunque los tiroteos se hayan reducido, “hay una calma inquietante, en ningún modo tranquilizadora. La tensión es muy fuerte”, describe el arzobispo de Abidján, Jean-Pierre Kutwa, en declaraciones a la Agencia Fides el 4 de abril. “En algunos barrios –continúa– no hay agua ni electricidad, no se encuentran alimentos. Estamos a la espera de la batalla final. Es una tragedia indescriptible”.

El arzobispo ha agradecido las palabras del 30 de marzo de Benedicto XVI, solidarizándose con las víctimas de este conflicto fratricida y apelando a la paz. “Mientras expreso mi cercanía a todos aquellos que han perdido un ser querido y sufren a causa de la violencia –dijo el Papa–, hago un llamamiento urgente para que se entable lo antes posible un proceso de diálogo constructivo para el bien común. La dramática oposición hace más urgente el restablecimiento del respeto y la coexistencia pacífica. No se deben escatimar esfuerzos en este sentido”.

El Papa ha enviado al cardenal Peter Kodwo Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, para que “aliente la reconciliación y la paz”. Según las últimas informaciones de la Nunciatura Apostólica marfileña, el cardenal partió de Roma el 1 de abril, pero se ha quedado bloqueado en Accra (Ghana) ante la imposibilidad de entrar en Abidján.

El embargo de la UE, un “sufrimiento inhumano”

Como medida de presión sobre el presidente saliente, Laurent Gbagbo, la Unión Europea (UE) impuso, el 28 de febrero, un bloqueo naval a Costa de Marfil que impide, entre otras cosas, la importación de medicamentos y alimentos básicos. Las voces reclamando el levantamiento de dicha acción no se han hecho esperar.

Desde España, por ejemplo, Cáritas, Confer y Manos Unidas han firmado un comunicado conjunto en el que denuncian que estas “‘medidas restrictivas’, en la práctica, no solo afectan a ‘determinadas personas y entidades’, sino que están causando un sufrimiento inhumano al conjunto de los 20 millones de habitantes del país”. Por eso reclaman a la UE y a cada Estado miembro “el cese inmediato” de un embargo que no tiene “justificación alguna”.

En términos similares a los de las entidades españolas se ha expresado el arzobispo de Abidján, Jean-Pierre Kutwa: “En nombre del derecho a la salud, pido que la Unión Europea retire el embargo sobre los medicamentos. No se necesitan tantos argumentos para entender que la vida es sagrada y debe protegerse. El embargo sobre la medicina es un acto que va en contra de ese derecho”.

En el nº 2.749 de Vida Nueva

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