La comunión de los pecadores

ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Jesús se puso en la cola del bautismo de Juan como un pecador, porque iba a asumir los pecados del mundo. María rezaría el padre nuestro, diciendo por nosotros: perdona nuestros pecados.”

Especialmente en tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos recuerda con insistencia nuestros pecados, y la necesidad de conversión para avanzar en la inteligencia del conocimiento de Cristo, (colecta del Domingo 1º de Cuaresma), y prepararnos a la celebración de la Pascua, renovando las promesas de nuestro bautismo.

Pero en algunas celebraciones (especialmente, en la Misa diaria y en la Liturgia de las Horas) suelen asistir personas que procuran vivir apartadas del pecado grave. En cambio, en la liturgia de Cuaresma los asistentes deben proclamar sus enormes pecados. Lavaos, purificaos, apartad de mí vuestras malas acciones. (Lectura de laudes del sábado después de Ceniza). O bien: Escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra (Martes, 2ª). ¿Es que son masoquistas, o es que se dice por rutina?

Es cierto que siempre quedan faltas de fragilidad y pecados de omisión, amén de la posibilidad de recaídas. Pero hay algo más, que es la oración de intercesión por los pecados de los otros pecadores. Jesús se puso en la cola del bautismo de Juan como un pecador, porque iba a asumir los pecados del mundo. María rezaría el padre nuestro, diciendo por nosotros: perdona nuestros pecados.

Por eso, especialmente en Cuaresma, debemos pedir perdón a Dios por todos los hombres, esperando que en este tiempo de gracia muchos alcancen el milagro de la conversión, del perdón y la renovación. Decir en su nombre: Borra en mí toda culpa, como el que, con los amigos en el bar, pide la cuenta para pagar por todos.

Así como en lo bueno podemos vivir la comunión de los santos, acaso también podríamos vivir la comunión de los pecadores, o, mejor dicho, la comunión con los pecadores. Unos, simplemente ignorantes; otros, realmente culpables; pero unos y otros, como a oscuras, carentes de la luz, la paz y la alegría que Cristo podría aportarles en su camino y en su vida.

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.749 de Vida Nueva.

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