Caridad financiera, también

CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“¡Cuánto necesitamos de esta caridad! De la que busca los recursos, que promueve la producción, que aplica con justicia los beneficios, que sirve para ayudar al sector que esté más necesitado. Una caridad empresarial, donde el trabajo se convierte en fuente de bienestar personal en todos los aspectos”

El amor, la caridad, la entrega en ayuda a los demás tienen un carácter de ejemplaridad universal admirable. Es universal porque afecta a todos los ámbitos por los que el hombre puede moverse. Cuando hablamos de caridad, enseguida ponemos delante a los indigentes, a los que pasan hambre, a los que no tienen casa, a los menesterosos. También solemos emplear la palabra caridad y exigir su presencia ante situaciones de incomprensión, de maltrato, de agresividad… ¡Un poco de caridad!

¿Y por qué no seguimos avanzando sobre otros ámbitos a los que también tiene que llegar la caridad? Los últimos Papas han hablado de la caridad política, que es la entrega generosa a procurar el bien de la comunidad, del pueblo, de la sociedad. Una caridad intelectual que consiste en poner a disposición de los demás las luces de la inteligencia que cada uno ha recibido.

Y la caridad económica y financiera. Lo que sabes y conoces, que sirva también para orientar a los demás. ¡Cuánto necesitamos de esta caridad! De la que busca los recursos, que promueve la producción, que aplica con justicia los beneficios, que sirve para ayudar al sector que esté más necesitado. Una caridad empresarial, donde el trabajo se convierte en fuente de bienestar personal en todos los aspectos, donde la persona está antes que la producción, donde el cuidado del individuo es lo más importante de la empresa.

Una caridad familiar, tan importante y tan necesaria. Que es estar pendiente de lo que los otros puedan necesitar. Renunciar a los propios gustos para atender a los demás. Dar a cada uno el puesto que le corresponde dentro de la familia, sin hacer dejación de la autoridad que les corresponde a los padres, ni olvidar que ellos tienen que ser el mejor maestro con el que pueden contar sus hijos.

La caridad educativa, que pone conocimientos y pedagogía al servicio de la madurez humana e intelectual de los alumnos, para que un día estos discípulos puedan ser maestros de la caridad, en todos los aspectos que venimos recordando.

Así podíamos ir recorriendo cualquier ámbito de la vida individual y social. Siempre encontraríamos un terreno que solamente puede ser fecundo si en él se pone la justicia, el amor, la caridad. Hemos hablado de la justicia, porque es principio y sustentamiento de todo. Sin el reconocimiento del derecho, es imposible construir en un amor auténtico y duradero. ¡Cuánto se habla de lo sostenible! Sin el cimiento de la justicia nada es posible. Primero, la justicia. Pero sin detenerse. Hay que seguir avanzando por el camino del amor, de la caridad y de la misericordia.

Decía Benedicto XVI: “He solicitado la reforma y la creación de ordenamientos jurídicos y políticos internacionales, proporcionados a las estructuras globales de la economía y de las finanzas, para conseguir más eficazmente el bien común de la familia humana” (A los Industriales de Roma, 7-3-2010).

En el nº 2.748 de Vida Nueva

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