Mario Ospina Jaramillo

La contundencia de la palabra

Cincuenta años de actividad pastoral cumplió el sacerdote Vicente Mario Ospina Jaramillo, un hombre a quien el afecto de su comunidad lo ha mantenido con la vitalidad suficiente a sus 75 años de edad como para emprender cada tanto un nuevo proyecto de cara y en beneficio de la misma gente.
Desde hace dos años realiza una tarea especial en la Parroquia de Venecia, en el departamento de Antioquia en donde adelanta una labor pastoral con el grupo de Alcohólicos Anónimos.  Su experiencia como formador en el Seminario Mayor de la  Santa Cruz durante 12 años en la diócesis de Caldas, le ha facilitado conservar fresco ese conocimiento de la receptividad del alma humana cuando se trata de despejarle el panorama al prójimo.
Su inquietud y tenacidad así como ese compromiso honesto y sincero como pastor, fueron destacados recientemente en el periódico local de la diócesis, Palabra y Vida, en donde compañeros y amigos suyos tuvieron ocasión de referirse a él en los siguientes términos: “un hombre muy inquieto y preocupado por la realidad”. “Mario siempre ha sido un tipo muy tenaz en sus ideas y en sus acciones”, expresaron los también sacerdotes Horacio Carrasquilla y José Ortíz, cercanos a él.
Preocupado siempre por el fenómeno de la pobreza y la injusticia que ha repercutido y con mayor vehemencia en el sector rural, le ha hecho actuar de manera desafiante ante el establecimiento. Con esa perspectiva, promovió la organización popular y formó sindicatos rurales en alguna época, acciones que le trajeron consecuencias con la reacción de los sectores que se sintieron amenazados. Pese a ello, no ha cesado en su esfuerzo por ser coherente con sus convicciones, razón por la cual, no pierde oportunidad de recordarles a quienes le escuchan, qué clase de realidad es la que les rodea. Palabra y Vida en su edición de febrero publica como anécdota una mañana de misa dominical en la que “le hacía notar a la gente lo bien cuidados y gordos de los toros y las vacas y lo flacos y pálidos que eran los campesinos y sus familias”.
Como profesor y catequista tampoco ha perdido ocasión de provocar la sensibilidad de niños y jóvenes quienes le escuchan. “Enseñando las bondades de los alimentos como la carne y las frutas, acompañaba con una pregunta ¿cuántos de ustedes comen esto todos los días?”.
Su labor de catequista no ha sido menos elocuente. En compañía de un grupo de profesores y otros religiosos, alguna vez tuvo que recrear un material para la catequesis, material que según la misma fuente acabó siendo confiscado por el propio Ejercito Nacional por considerarlo potencialmente subversivo.  Por esa actitud ante la vida de no guardarse nada para decir, ha ganado tanto detractores como respeto. Por la misma razón, no extraña a nadie en aquella zona del suroeste antioqueño, que suelte sentencias con el desparpajo que le han dado el campo y la experiencia de sus años. “Uno descubre aquí en Venecia una religiosidad exacerbada, desafortunadamente alentada por motivos económicos… anunciar la persona de Jesús para que las personas lo descubran y le encuentren sentido a la vida eso vale la pena hacerlo”.
Vida Nueva ha querido destacar en esta edición a este sacerdote como una muestra de tantos que como él abundan en las zonas más apartadas del país y cuentan con su inmensa fe como un faro guía en acción en medio de tantas dificultades cotidianas. VNC

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