Obispo de Trípoli: “No veo adónde conducirá todo esto”

Martinelli teme una crisis muy larga y asegura que los religiosos quieren permanecer en el país

MARÍA GÓMEZ | La operación militar en Libia, Odisea al amanecer, no gusta en absoluto a la Iglesia católica en el país, y no solo a esta. Desde distintos colectivos se multiplican las críticas a la acción aliada y los llamamientos a una negociación pacífica. El último mensaje en este sentido es el de Pax Christi Italia, que el 21 de marzo difundía un duro comunicado titulado Odisea de la política. “El régimen de Gadafi siempre ha mostrado un rostro tiránico. (…) ¡El coronel ya estaba en guerra con su pueblo también cuando era nuestro aliado y amigo!”, denuncia la organización, recordando “la connivencia de aquellos que, con Italia a la cabeza, le proveían de una cantidad enorme de armas sin decir nada” sobre la violación de los derechos humanos, “sobre la trágica suerte de las víctimas de las deportaciones, sobre los que mueren en el desierto o en las prisiones libias”.

“No podemos callar la triste verdad de una operación militar que, legitimada por el voto de una insegura y dividida comunidad internacional, traerá dolores posteriores a una región tan delicada y explosiva, llena de incógnitas pero también de esperanza”, continúa la nota, firmada por el presidente de la organización, monseñor Giovanni Giudici.

“Esta acción militar no nos acerca al amanecer, como se dice, sino que constituye una falta de racionalidad, una ‘odisea’ porque es un viaje con la meta incierta y con etapas contradictorias a causa de una debilidad de la política”. “No queremos rendirnos a la lógica de las armas –concluye Pax Christi–. ¿Por qué se elige siempre y solo el camino de la guerra?”.

El vicario apostólico de Trípoli, G. Martinelli

Fin a los bombardeos

De la misma opinión es el vicario apostólico de Trípoli, el obispo Giovanni Innocenzo Martinelli, quien desde el principio de las revueltas populares se ha mostrado muy cauteloso con las posibles respuestas (VN, nº 2.743). El obispo –que lleva más de 40 años en el país, desde 1985 como vicario apostólico– considera que solo habrá una solución si se pone fin a los bombardeos y se fija una tregua que permita emprender una mediación entre los países vecinos y el Gobierno libio.

En declaraciones a Radio Vaticano el día 22, Martinelli describía: “Después de tres días de bombardeos, la situación es más cruda que nunca, terrible. La ciudad se ha convertido en un espectro, está en silencio. Se ha ido mucha gente porque es imposible permanecer aquí. Es increíble que hoy se viva esta experiencia en un país en el que, durante años, se ha construido con tanta paciencia y dificultades una amistad, que era verdaderamente envidiable, con toda Europa y sobre todo con Italia”.

Y añadía en la Agencia Fides: “Quien ha promovido esta guerra debe entender que Gadafi no se rendirá. Esto podría crear una crisis muy larga, con un éxito incierto”. En este sentido, el obispo ha reiterado su desconcierto ante la decisión bélica de la ONU: “No veo adónde nos conducirá todo esto. La guerra no resuelve nada. ¿Por qué no se ha dado una oportunidad a la vía diplomática?”.

El obispo lamenta que los católicos estén empezando a irse del país, y él tiene claro que se quedará: “No podemos abandonar a la población. No solo a los cristianos, sino también a los amigos libios. Nuestra presencia es un signo de esperanza y de coraje. Las religiosas de Bengasi también me han dicho: ‘Somos religiosas, somos enfermeras. Este no es el momento de dejar a la gente que conocemos y a la que servimos desde hace tantos años”. Martinelli ha subrayado y agradecido la presencia de unas 3.000 enfermeras filipinas, religiosas y laicas, “que no han renunciado a su misión”.

El 23 de febrero, apenas unos días después de que los jóvenes opositores al dictador salieran a la calle, en la estela de las revoluciones de Túnez y Egipto, y comenzasen los enfrentamientos con los defensores del régimen, la Nunciatura Apostólica en Libia emitió un comunicado en el que se aseguraba que las 16 congregaciones religiosas femeninas y los dos obispos y 15 sacerdotes que actualmente trabajaban en los dos vicariatos apostólicos de Trípoli y Bengasi iban a permanecer en el país. Desde entonces, son muy pocos quienes han sido evacuados, por decisión de los respectivos superiores generales.

Los misioneros de distintas nacionalidades han intensificado su asistencia a los cerca de 100.000 fieles católicos y a todos los demás. De hecho, la preocupación inmediata de la Iglesia libia son los refugiados y desplazados, tanto los que están intentando huir del país como los extranjeros que se han quedado ‘atrapados’ en él.

Según Cáritas, cuya red internacional ha desarrollado un plan urgente de respuesta a esta crisis, se calcula que son entre 500.000 y 1.500.000 los subsaharianos que se quedaron en Libia mientras intentaban llegar a Europa y que ahora tienen serias dificultades para regresar a sus países. “No pueden contactar con sus gobiernos que, además, no están haciendo prácticamente nada para ayudarlos”, explica el director de Cáritas Libia, P. Alan Arcebuche. Bengalíes, egipcios, eritreos, etíopes, somalíes, nigerianos, chadianos, tunecinos, argelinos… se agolpan en las fronteras, “en una situación precaria”, se asegura desde Cáritas.

A fecha de 16 de marzo, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) registraba un total de 300.706 personas que habían huido de Libia a los países vecinos. Por su parte, el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) ha pedido que no se olvide a los cerca de 11.000 refugiados  que permanecen en el país. “Mientras que muchos inmigrantes están siendo evacuados por sus gobiernos de acogida y por la Organización Mundial para las Migraciones –sostienen en un comunicado el 8 de marzo–, los refugiados no tienen adónde ir”, expuestos, además, a situaciones de violencia. Por ejemplo, el SJR denuncia la situación de subsaharianos que han sido “golpeados, heridos e incluso asesinados” al ser confundidos con mercenarios contratados por Gadafi para matar a libios.

Éxodo de refugiados

El SJR considera que las naciones mediterráneas no pueden ser las únicas que se hagan cargo de los miles de refugiados que están llegando a los países vecinos. “En tiempos de crisis, se pide a las naciones europeas que demuestren su compromiso con el respeto a los derechos y a la dignidad humana”. También Amnistía Internacional ha hecho un llamamiento a la solidaridad de los estados europeos para que “compartan esta responsabilidad”.

Con el inicio de los ataques aéreos, los organismos e instituciones se están preparando para un auténtico éxodo.

En el nº 2.747 de Vida Nueva.

ESPECIAL LIBIA

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