Obama homenajea a Romero en El Salvador

El simbolismo de una visita

JOSÉ LUIS CELADA | San Salvador era el último destino de la gira de una semana que el presidente estadounidense, Barack Obama, emprendió por América Latina, y que le ha llevado a Brasil, Chile y El Salvador. Sin embargo, la simbólica visita al pequeño país centroamericano ha desplazado a un segundo plano la polémica suscitada por la negativa del ex presidente brasileño, Lula da Silva, a asistir al almuerzo convocado por su sucesora en el cargo, Dilma Rousseff; o la buena sintonía con Chile, su “socio ideal” en el continente.

En la tarde del día 22, el mandatario norteamericano encendió una vela ante la tumba del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, en vísperas del 31º aniversario de su asesinato. Un gesto cargado de simbolismo: según EE.UU., porque da cuenta de la importancia que el presidente concede a la defensa de los derechos humanos; a juicio de otros muchos observadores, porque el líder del país más poderoso del planeta rendía homenaje a la víctima de un Gobierno apoyado entonces por las autoridades del suyo. Pero había más: Obama acudió a la Catedral de San Salvador acompañado por su homólogo salvadoreño, Mauricio Funes, candidato por el ex guerrillero FMLN que tanto combatieron sus predecesores en la Casa Blanca durante los años 80.

Su otro anfitrión fue el actual sucesor de Romero en la sede capitalina, José Luis Escobar, quien aprovechó el paso de Obama por su país para pedirle una reforma migratoria integral que “beneficie a salvadoreños y ciudadanos de otras naciones que no poseen un estatus de residencia permanente en esa nación norteamericana”.

El prelado deseó, asimismo, que la estancia del mandatario estadounidense en tierras salvadoreñas contribuya a mejorar el trato que se les dispensa a miles de compatriotas que intentan llegar a EE.UU. en busca de trabajo y una vida más próspera y “que no haya leyes que los criminalicen injustamente siendo inocentes, solo por haber pasado la frontera. Cabe recordar que hay cerca de tres millones y medio de salvadoreños en aquel país, cuya aportación “es enorme, no solo por las remesas que envían a la patria, sino porque sirve al engranaje económico del país del norte”.

En el nº 2.747 de Vida Nueva.

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