La Iglesia universal reacciona a la tragedia de Japón

El terremoto y el ‘tsunami’ del 11 de marzo dejan miles de muertos en el país

(María Gómez) Hacia las 14:46 h. (6:46, hora española) del viernes 11 de marzo, un terremoto de magnitud 9 con epicentro en el Océano Pacífico hizo temblar el suelo en la costa noreste de Japón como nunca hasta entonces (según los registros, ha sido el quinto peor terremoto de la historia). Una repetición de 7,4 grados provocó un tsunami con olas de hasta 10 metros que se desplazaban a 500 km. por hora. Las autoridades han confirmado más de 10.000 muertos y desaparecidos y medio millón de desplazados. El Gobierno japonés y la comunidad internacional reaccionaron inmediatamente. Y también la Iglesia.

Principalmente ha sido Cáritas la encargada de iniciar los contactos con las zonas más afectadas y organizar las ayudas de emergencia que han llegado desde diversos puntos de la Iglesia universal, acompañadas siempre de mensajes de solidaridad.

Uno de los primeros fue el de Benedicto XVI, el propio viernes 11, con un telegrama enviado al presidente de la Conferencia Episcopal japonesa, Leo Jun Ikenaga. Tras el rezo del Angelus dominical, volvió a recordar que “las imágenes nos han dejado a todos fuertemente impresionados” y pidió que “permanezcamos unidos en la oración”. El Pontificio Consejo ‘Cor Unum’ ya ha enviado 107.000 euros.

La diócesis más afectada es la de Sendai, que se extiende a lo largo de unos 500 km. al norte de la isla de Honshu (la más grande del archipiélago nipón) y abarca cuatro prefecturas: Aamori, Iwate, Miyagi y Fukushima. “No sabemos cuántas personas han muerto, cuántos están perdidos ni el número de personas desplazadas. No sabemos si entre ellos hay católicos”, relataba el obispo Martin Tetsuo Hiraga a la Agencia Fides. Dada la incertidumbre, “todavía es difícil decir lo que se puede hacer, cómo ayudar. La gente está exhausta y desorientada. El impacto material y emocional en la sociedad ha sido muy fuerte”.

La llama de la esperanza

El miércoles 16, los obispos de Japón estaban reunidos para decidir las próximas acciones. “Mientras tanto, confiamos en Dios y pedimos las oraciones de todos los cristianos en todo el mundo. (…) Hoy esta es nuestra misión específica: ayudar a la nación a levantar los ojos al cielo y a mantener viva la llama de la esperanza”, finaliza Hiraga.

Las iglesias católicas de Japón han lanzado una campaña de solidaridad a favor de los damnificados, iniciativa a la que se han sumado escuelas, asociaciones e instituciones eclesiales.

El director ejecutivo de Cáritas Japón, P. Daisuke Naru, está convencido de que “en este momento estamos llamados a dar testimonio de unidad y a estar cerca de todo ser humano que sufre. Ya sabemos que la respuesta a nuestro llamamiento de los fieles va a ser muy generosa”. Siguiendo en conversación con el órgano de información de las Obras Misionales Pontificias, el sacerdote deseaba: “Si con nuestro trabajo y nuestro testimonio somos capaces de comunicar esto, entonces de este mal podrá nacer algo bueno”.

Las ONG eclesiales de toda Asia también están multiplicando sus esfuerzos para proveer asistencia y donaciones a las víctimas. La Jinde Charities china ha dado 10.000 dólares como “un símbolo de fraternidad”. Desde Corea del Sur, el cardenal de Seúl ha prometido 50.000 euros; y gestos similares se reproducen desde Taiwán y Filipinas, mientras siguen llegando muestras de apoyo desde Alemania, Austria, Italia o España.

Y tanto de líderes católicos como de otras confesiones. Cabe destacar el mensaje del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, que ha pedido a los Estados que revisen sus políticas a favor de la energía nuclear.

El único sacerdote que se cuenta entre los fallecidos es el religioso canadiense André Lachapelle, de 76 años, que llevaba 50 en el país. En cuanto a la presencia española, en Japón hay 136 misioneros en distintas obras educativas y pastorales.

“Se cayeron todos los libros, los cristales vibraban, el suelo, el techo… Salí a la calle y seguía temblando todo. Me pareció que durante mucho tiempo”, relató a Servimedia desde Tokio el jesuita Manuel Silgo.

Al cierre de esta edición, el pánico se desataba ante la emergencia nuclear en Fukushima.

En el nº 2.746 de Vida Nueva.

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