“Lo que el Papa quiere descubrir es el Jesús real”

El nuevo libro de Benedicto XVI está teniendo una acogida muy positiva

(Antonio Pelayo. Roma) La noticia indiscutible de la semana ha sido la presentación del segundo volumen de Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, que tuvo lugar, como ya saben nuestros lectores, el jueves 10 de marzo en la Sala de Prensa de la Santa Sede. Junto con su director, padre Federico Lombardi, tomaron la palabra, ante un público mixto de periodistas y curiales (no se sabe muy bien a qué título), el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, y el escritor Claudio Magris, profesor de Literatura alemana en la Universidad de Trieste.

Algún día habrá que estudiar a qué genero literario pertenecen las presentaciones de libros, sobre todo si son obra del papa reinante: ¿panegírico incondicional? ¿Análisis teológico? ¿Glosa entusiasmada? El cardenal Ouellet intuyo que optó por todas y cada una de estas posibilidades, pero sin ir a fondo con ninguna de ellas, con lo cual la suya me pareció –digámoslo sin ambages– una intervención desarticulada y, en el fondo, poco útil, que comenzó con una afirmación de principio: “Este es más que un libro, es un testimonio conmovedor, fascinante, liberador”. Ahí no quedó la cosa; según el purpurado, este libro anuncia “la aurora de una nueva era de la exégesis, una prometedora era de exégesis teológica”.

Figura realmente histórica

Para justificar este fervor, nos dijo: “El Papa dialoga en primer lugar con la exégesis alemana, pero no ignora autores importantes que pertenecen a las áreas lingüísticas francófona, anglófona y latina. Sobresale en el identificar las cuestiones esenciales y los nudos decisivos, obligándose a evitar las discusiones sobre detalles y las disputas escolásticas que perjudicarían su objetivo, que es el de encontrar al ‘Jesús real’, no el ‘Jesús histórico característico del filón dominante en la exégesis crítica’, sino el ‘Jesús de los Evangelios escuchado en comunión con los discípulos de Jesús de todos los tiempos’, y así ‘llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús’” (página 9).

El cardenal Ouellet y Claudio Magris, durante la presentación de la obra

Llevado por su entusiasmo, Ouellet afirmó también: “El libro ofrece una magnífica base para un diálogo fructuoso no solo entre exégetas, sino entre pastores, teólogos y exégetas”.

En la parte más consistente de su intervención, el cardenal dedicó su atención a cinco cuestiones en su opinión cruciales tratadas por Ratzinger en este volumen: el fundamento histórico del cristianismo (según el presentador, este problema ha ocupado al profesor Ratzinger desde los inicios de su carrera, y lo abordó magistralmente en su libro Introducción al cristianismo), la cuestión del mesianismo de Jesús, seguida de la expiación de los pecados por parte del Redentor, la cuestión del sacerdocio de Cristo, y por último la resurrección y su relación con la corporeidad, su vinculación con la fundación de la Iglesia.

La última parte de la presentación la dedicó el cardenal Ouellet a subrayar que con esta obra “el Sucesor de Pedro se dedica a su ministerio específico, que es el de confirmar a los hermanos en la fe”. A otro nivel, el libro –aseguró– “ejercerá una mediación entre la exégesis contemporánea y la exégesis patrística, por un lado, así como también en el necesario diálogo entre exégetas, teólogos y pastores (…). Diálogo, pues, dentro de la Iglesia, diálogo con las otras confesiones cristianas, diálogo con los judíos, cuya implicación histórica en cuanto pueblo en la condena a muerte de Jesús es excluida una vez más. Diálogo, por fin, con las otras tradiciones religiosas sobre el sentido de Dios y del hombre que emana de la figura de Jesús, tan propicia a la paz y a la unidad del género humano”. Su conclusión es que estamos ante “un libro histórico, una obra-bisagra entre dos épocas que inaugura una nueva era de la exégesis teológica”.

Me decepcionó la intervención en el acto del escritor Claudio Magris (autor de un libro tan excelente como El Danubio). Estuvo reiterativo, nebuloso, autorreferencial sobre sus conocimientos teológicos. Al día siguiente, sin embargo, publicó en el Corriere della Sera un artículo titulado “Ratzinger narra a Jesús en la prueba de Getsemaní. Y explica la eternidad”. “Lo eterno –escribe parafraseando al Papa– no es el tiempo que corre sin fin, cancelando cada instante al instante que le precede. Lo eterno es la vida en sus epifanías esenciales –dolor, felicidad, amor, conocimiento de la verdad– siempre presentes; es el kairos de los griegos, el momento en que la eternidad y la revelación de lo absoluto irrumpen en el tiempo y en la existencia (…) la vida eterna, dice el Evangelio, es el conocimiento de Jesús”.

Acto en la Embajada

El lunes 14 de marzo, la Embajada de España cerca de la Santa Sede hizo los honores a la edición española de Jesús de Nazaret publicada por Ediciones Encuentro. Además de su presidente, José Miguel Oriol, intervinieron monseñor Luis F. Ladaria, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y don Olegario González de Cardedal, teólogo que no necesita presentación (fue el miembro más joven, en su día, de la Comisión Teológica Internacional, de la que formaba también parte Joseph Ratzinger).

Según el jesuita Ladaria, “en la mente del Papa creo que está la idea de que si los Evangelios en especial y el Nuevo Testamento en su conjunto han salido de la fe y son testimonio de fe, prescindir de esta para entenderlos es un contrasentido. La exégesis patrística, nos dice, podrá dar fruto en su contexto nuevo. Integrar las dos hermenéuticas, la de la fe y la de la historia, es el proyecto (…). Juntar las dos es la intención de Benedicto XVI (…). El solo Jesús histórico es ‘demasiado insignificante en su contenido’, está demasiado ambientado en el pasado para que se pueda establecer una relación personal con él. El Jesús real es lo que se quiere descubrir, palabra y mensaje, escuchar al Jesús de los Evangelios para que se pueda llegar al encuentro con él”.

Destacando algunos de los puntos que más le habían interesado del libro en cuestión, el teólogo de profesión que sigue siendo Ladaria dijo: “Si Jesús no hubiese resucitado, es una personalidad religiosa fallida. Solo si ha resucitado ha sucedido algo que ha cambiado el mundo. Nos podemos fiar de él, puede ser nuestro criterio; no solamente ha existido, sino que existe. Salto cualitativo. Jesús no ha vuelto a la vida anterior, es bien sabido. Es la inauguración de una nueva existencia humana para todos, acontecimiento universal para toda la humanidad. Por otra parte, es algo único; los discípulos se encuentran con Jesús que ya no pertenece a nuestro mundo. Una dimensión nueva de la realidad. Algo nuevo que ha llevado a los discípulos a presentarse ante el mundo para dar testimonio. ¿Por qué la Resurrección no se ha hecho más evidente? Es el modo de actuar discreto de Dios”.

Para González de Cardedal, “este libro, junto con Introducción al cristianismo, son como las dos columnas que sostienen el edificio teológico de su autor. Las dos puertas que abren y cierran su casa (…). En el contexto del primero (Tubinga, 1968) estaba la politización utópica del cristianismo; en el contexto de esta obra nos encontramos con el abismo abierto entre una lectura (exégesis) de confianza y una lectura de sospecha, como si la Iglesia hubiese creado un Cristo a su medida sin fundamento en la verdad histórica”.

Sobre el problema suscitado en torno a los criterios de historicidad y los criterios de la fe, el profesor emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca y autor de tantas monografías teológicas opina que “la solución consiste en mostrar la coherencia, concordancia y complementariedad de ambas palabras –historia y fe–, aun manteniendo su diferencia en la medida en que desde ambas se iluminan las cuestiones fundamentales de la vida humana: sentido de la existencia, realidad de Dios, su presencia y revelación en el mundo, continuidad y novedad de la persona de Cristo en el horizonte del mundo”. Monseñor Ladaria insistió en que el libro no es un ejercicio del magisterio: “Tiene la autoridad de su autor, pero no es magisterial”.

En el acto estuvo presente el agustino J. Fernando del Río, oficial de la Secretaría de Estado y autor de la traducción española del libro ratzingeriano, quien recibió las felicitaciones de todos por su trabajo. José Miguel Oriol informó de que oscilan en torno a ciento cincuenta mil el número de ejemplares que se han puesto a la venta en España y países latinoamericanos. También anunció que está ya pronta una edición en catalán.

El segundo volumen de Jesús de Nazaret ha tenido una acogida, en general, positiva en el mundo. L’Osservatore Romano lo ha definido como “un libro del corazón”, y sabemos que Joseph Ratzinger, que no ha dejado de ser el estudioso de teología y profesor universitario de sus primeros años, espera con gran interés las reacciones que sus tesis puedan suscitar en el mundo de los especialistas, que es el suyo.

Este interés no distraerá su mente de los Ejercicios Espirituales que ha comenzado el domingo 13 en el Vaticano y que este año predica el carmelita descalzo François Marie Léthel, secretario de la Pontificia Academia de Teología. El tema es La luz de Cristo en el corazón de la Iglesia. Juan Pablo II y la teología de los Santos. Entre estos, el predicador piensa dedicar una atención particular a Luis María Grignion de Montfort, san Juan de la Cruz, santo Tomás, Teresita de Lisieux, Catalina de Siena y Juana de Arco, cuyas existencias estuvieron tan presentes en la de Karol Wojtyla.

Cuaresma por amor a Dios

El Papa abrió el tiempo litúrgico de Cuaresma el 9 de marzo, Miércoles de Ceniza, con una celebración en la Basílica de Santa Sabina, en el Aventino, adonde llegó en procesión iniciada en la iglesia de San Anselmo de los padres benedictinos. Como en los últimos años, fue el cardenal Jozef Tomko quien le impuso la ceniza sobre su blanca cabellera.

En su homilía, el Papa se refirió a la triple observancia cuaresmal del ayuno, la limosna y la oración. “Al reproponer estas prescripciones –dijo–, el Señor Jesús no pide un respeto formal a una ley extraña al hombre, impuesta por un legislador severo como un fardo pesante, sino que invita a redescubrir estas tres obras de piedad viviéndolas de una forma más profunda, no por amor propio, sino por amor de Dios, como medios en el camino de conversión a Él”.

Por otra parte, en su tradicional mensaje para la Campaña de Fraternidad que celebra todos los años la Iglesia de Brasil, Benedicto XVI dedicó su atención al tema de 2011, Fraternidad y vida en el planeta: “El hombre será capaz de respetar a las criaturas en la medida en que tenga dentro de su espíritu un sentido pleno de la vida”.

En el nº 2.746 de Vida Nueva.

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