Wistmith Lazard

Una mirada a la problemática haitiana, a un año del terremoto

Al conmemorarse un año de la tragedia del seísmo en Haití, el Padre Wistmith Lazard, director del Servicio Jesuita a Refugiados en Haití (SJRH), comparte sus perspectivas ante los retos actuales. Como haitiano y sacerdote de la Compañía de Jesús, Wistmith se considera, ante todo, un humanista sensible al dolor del prójimo a la manera del Buen Samaritano del Evangelio: “Donde sea que la gente sufra y que yo pueda colaborar para aliviar el sufrimiento, brindar esperanza y ayudar a mejorar las condiciones de vida de una persona en dificultad, siempre estoy listo, independientemente de su raza y su nacionalidad”. Así lo hizo en Managua, en 1998, cuando el huracán Mitch azotó buena parte de Nicaragua, mientras cursaba estudios en la Universidad Centroamericana (UCA). Así lo sigue haciendo en Puerto Príncipe, al frente de siete campamentos de refugiados que sobrevivieron al terremoto. Ante la problemática haitiana, impacta la tenacidad del religioso: “Me anima el espíritu y la convicción de luchar para que otros tengan vida”.

Vida Nueva Colombia: ¿Haciendo un balance, cómo describe la situación del pueblo haitiano, un año después de la catástrofe?

Wistmith Lazard: Un año después del terremoto, los haitianos, no podemos olvidar las muertes de miles de compatriotas y las pérdidas de muchos bienes materiales, de los pocos que dispone el país. Además de estos factores de tragedia, tuvimos la epidemia del cólera, que muchos consideren que es una enfermedad importada del país por los nepaleses miembros de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). El cólera ha causado miles de muertes y las familias de las víctimas no sólo carecen de reparación alguna, sino que aún no tienen una explicación clara sobre el origen de la enfermedad. Esto sigue haciendo daño a la población. El cólera no ha sido erradicado completamente.

Otra gran preocupación han sido las elecciones, consideradas como un gran fracaso tanto para el gobierno de Preval como para la comunidad internacional. Desde mucho antes, ambos habían venido tomando decisiones sin escuchar la voz del pueblo. Los millones de dólares que se  gastaron en las elecciones, pudieron haber sido invertidos en el mejoramiento de las condiciones de vida de la gente, especialmente en el campo. Después de todo, las elecciones no fueron tan democráticas, ya que el protagonismo del pueblo y sus instituciones fue remplazado por las decisiones de la OEA. La solución propuesta, aparentemente “barata”, a la larga va a traer más problemas.

A un año del terremoto seguimos en una situación confusa. No se ve un panorama claro en el tema de la infraestructura. La ausencia de medios de comunicación eficaces complica más las cosas: el pueblo no ve claramente lo que se está reconstruyendo. Se observa un Estado debilitado y tememos que en el campo las condiciones de vida sigan siendo críticas. Lo peor es que estamos ante un serio retroceso en los procesos democráticos y de justicia. Después de 25 años, Jean-Claude Duvalier “Baby Doc” está de regreso ante un país que se encuentra peor que antes, debilitado en sus aparatos de justicia e incapacitado para juzgarlo. Es una ofensa para el dolor de mucha gente que fue víctima del régimen de Duvalier. Ahora se está pidiendo también el regreso de Aristide. Después de un año no se le ve salida al túnel y la situación sociopolítica y económica se vuelve más difícil. Esta problemática no se podrá resolver de la noche a la mañana. Hoy sabemos que el terremoto podría haber causado menos muertos si hubiéramos contado con gobernantes preocupados por el beneficio de la nación.

VNC: ¿Qué ha ocurrido con las donaciones y ayudas recibidas desde tantos lugares del mundo?

WL: Lo primero que notamos es que la situación de la gente sigue igual ya que después del terremoto la capital dejó de ser una ciudad, para convertirse en un gran “campo de desplazados”. No se nota un cambio real en la condición masiva de desplazamiento de la gente del campo a la ciudad.

Sin embargo, en el 2010 hemos podido observar un gran desarrollo de las ONG en Haití, pero su trabajo podría ser mejor si no tuvieran una visión exclusivamente técnica en la realización de sus proyectos. Normalmente, ya traen los proyectos organizados y se dedican a ejecutarlos sin tomar en cuenta la cultura y la realidad haitiana y, lo peor, sin la participación de los beneficiarios. En este sentido, los beneficiarios no tienen nada que aportar y se limitan a recibirlo todo. Esto se ve reflejado en las reuniones donde se deciden los proyectos para Haití: La mayoría de los participantes son extranjeros y más del 95% de las reuniones se hacen en inglés, cuando el idioma del pueblo es el creole. Esto conlleva a que muchas ONG locales no participen de las iniciativas internacionales. Lo mismo ocurre en el campo. Al llegar las ONG a las zonas rurales, ya tienen todo decidido y en muchos casos no se consideran las estructuras locales que existen. En resumen: hacen todo por la gente sin la participación de la gente.

Aquí se nota también un gran vacío por parte del gobierno de Preval, que no asumió bien su rol, dejando todo en manos de las ONG y de la comunidad internacional. Desde mi punto de vista, esto debilita más al Estado en sus instituciones. No ha existido ni control ni un plan para la transición y la transmisión de las intervenciones de las ONG.

VNC: ¿Cuál es el papel que cumple el SJRH después del terremoto del 12 de Enero de 2010?

WL: Hemos llevado un proyecto psico-social y pastoral. Primero nos preocupamos por ayudar a la gente a salir del trauma que les causó el terremoto. Al mismo tiempo llevamos adelante un trabajo de acompañamiento a los Comités para fortalecer su organización y apoyarlos en las comisiones de seguridad. Hemos dado soporte psicológico y pastoral a la gente para favorecer su reconstrucción interior. ¡Es fundamental que la gente se ponga de pie para luchar y tomar en sus manos su propio destino!

Lo que las personas más aprecian de nuestro trabajo es la forma como tomamos en cuenta y escuchamos a los beneficiarios de las actividades y las decisiones que les conciernen. Una labor importante es la gestión pacífica de los conflictos que se dan entre los desplazados, los propietarios de los terrenos en los campos y el Estado o ciertas ONG. También hemos tenido un aporte significativo en el manejo de los momentos cruciales de emergencia, al aportar confianza y primeras ayudas, dando prioridad a las personas más vulnerables: mujeres embarazadas, personas discapacidades, mayores de edad y madres cabeza de hogar. Para estas personas se procura un albergue seguro, brindándoles una atención especial para tratar de resolver sus necesidades más básicas.

VNC: Desde su experiencia, ¿cuáles son los aprendizajes, las lecciones que le ha dejado este último año?

WL: En primer lugar, pienso que un pueblo no puede perder nunca su memoria histórica, sino que debe aprender de ella. Hubo un terremoto en Haití en 1842 pero no se transmitieron los conocimientos para saber cómo hacerle frente a un terremoto. Tampoco se tomaron las precauciones de construir teniendo en cuenta los lugares por donde pasan las fallas. Miles de personas murieron porque no se consideraron las normas antisísmicas. En el mundo, todos necesitamos ser hermanos, unos de otros, sobre todo ante la realidad de una tragedia. Cuando hay fraternidad y solidaridad, los seres humanos actuamos en función de lo bueno que tenemos. He aprendido que nunca se debe estigmatizar a un ser humano, por más malo que sea, pues siempre tiene una parte de humanidad que puede ser útil y que muchas veces esconde. La hermandad y el espíritu solidario de nuestros hermanos han sido asombrosos. Más allá de todo, creo que como seres humanos somos frágiles y en sólo unos segundos podemos perder todo lo que hemos construido en años. En medio de una situación difícil podemos volver a unirnos, sin distingos de ningún tipo. Dios nos muestra que somos iguales. La tragedia del terremoto rompe con las clases sociales y toda pretensión de superioridad, para ponernos al mismo nivel. A partir de la experiencia, pienso que cada vez que alguien tiene la oportunidad de aliviar el sufrimiento de una persona, de salvar a una vida, está construyendo y aportando vida al mundo y a sí mismo, porque cuando uno ayuda a otro a mejorar su vida, obtiene más vida y el mundo recibe más.

VNC: ¿Alguna recomendación para el pueblo latinoamericano y caribeño?

WL: Que sigan con el mismo espíritu solidario. Que no pierden la memoria de su cultura y, sobre todo, que transmitan a las nuevas generaciones la memoria historia para obtener lecciones y orientar mejor sus vidas. VNC

TEXTO: Óscar Elizalde

FOTOS:  SJRH

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