Saber estar

(Carlos Amigo Vallejo– Cardenal arzobispo emérito de Sevilla)

“Como nadie sabe del tipo y la cara de las gentes que cada uno se va a encontrar en este largo itinerario, será conveniente ir siempre con los brazos abiertos, pues se llame como se llamare, siempre será tu hermano, uno de los hijos del mismo Padre Dios y hermano del Hermano, Jesucristo. Así que hay que saber estar”.

Es más que conocido el asombro del camello recluido en una jaula del zoológico de Londres. Allí oía hablar, al cicerone de turno, de las increíbles y tan apropiadas cualidades que tenía este animal para vivir en el desierto. ¿Qué hago yo, pues, aquí? Se preguntaba, “inteligentemente”, el camello.

Lo primero, saber estar y ser consciente de ello. Ni somos unos extraterrestres, ni vamos a estar aquí, en la tierra, por los siglos de los siglos. Es un tiempo de tránsito y en un espacio de este mundo concreto. Asumirlo así: con los pies en la tierra y sin perder de vista, en momento alguno, el sentido trascendente de la vida. Caminamos en el tiempo. Viviremos en la eternidad.

En esta peregrinación habrá que estar atentos a lo que sucede en el día a día de cada uno y de lo que acontece entre las gentes que se tiene al lado. Sin perder nunca el horizonte. Pues hay que ser consciente de la repercusión que tiene la conducta de cada uno, que será de ejemplaridad o de escándalo para los demás, y que será objeto de mérito o de reproche en el más allá.

Aceptarse de este modo, como viandante y eterno, es garantía de autenticidad, de no estar en este mundo como figurón y comparsa permanente, sino representando el papel lo mejor posible, recordando el consejo calderoniano: en el teatro de este mundo, lo importante no es hacer de rey o de mendigo, sino interpretar bien el personaje, porque, al fin y a la postre, lo cabal es obrar bien, porque Dios es Dios.

De limitaciones, debilidades y tentación y pecados habrá que echarse cuenta y tomar precauciones de arrepentimiento y penitencia, en el caso de la caída. Pues nadie es tan perfecto y fuerte que no pueda sucumbir ante los engañosos halagos de la tentación.

El camino es arduo siempre y, en no pocos momentos, muy cuesta arriba. Se tendrá que llevar el calzado adecuado y las necesarias protecciones. San Pablo dice que hay que revestirse de la palabra de Dios y de mucha fortaleza.

Como nadie sabe del tipo y la cara de las gentes que cada uno se va a encontrar en este largo itinerario, será conveniente ir siempre con los brazos abiertos, pues se llame como se llamare, siempre será tu hermano, uno de los hijos del mismo Padre Dios y hermano del Hermano, Jesucristo. Así que hay que saber estar. Pero no quietos, sino avanzando cada día en mejoramiento y santidad, que no es otra cosa que ponerse junto a Dios e irse dejando llevar por la gracia del Espíritu Santo.

Decía Benedicto XVI: “Si bien se puede decir que, aun prescindiendo de la vida eterna, del cielo prometido, es mejor vivir según los criterios cristianos, porque vivir según la verdad y el amor, aun sufriendo muchas persecuciones, en sí mismo es bien y es mejor que todo lo demás (A la Pontificia Comisión Bíblica, 15-4-2010).

En el nº 2.745 de Vida Nueva

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