Los futuros líderes de la Iglesia están en el Colegio Español de Roma
(Texto: Darío Menor. Fotos: Augusto Ramírez Giraldo) Las nuevas generaciones de sacerdotes están recibiendo una de las formaciones más completas en la historia de la Iglesia española. Los jóvenes curas no solo son hombres de Dios apasionados por la pastoral; son también licenciados en Teología u otras disciplinas y, en muchos casos, incluso doctores. Es en buena parte responsable de este amplio bagaje académico el Pontificio Colegio Español de San José, la institución creada en 1892 por el beato Manuel Domingo y Sol, fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. En su casi 120 años de historia ha albergado a 3.500 presbíteros, logrando que el clero español saliese de la oscuridad intelectual de otros tiempos y esté formado hoy por hombre cultos, perfectamente dotados para analizar el momento y la sociedad que les ha tocado vivir.
El Colegio Español acoge este curso, en el que ya han acabado las obras de renovación interior y exterior del edificio, a 92 estudiantes, provenientes de casi todas las diócesis de nuestro país e incluso de cinco naciones latinoamericanas. Son todos sacerdotes, pues apenas se admite ya a seminaristas. Dos tercios de los residentes estudian su primera, segunda o tercera licenciatura, mientras que el tercio restante dedica sus esfuerzos al doctorado.
Mariano Herrera Fraile, rector del Colegio, apunta que “aquí no se ha notado la caída vocacional” que sufren las diócesis españolas. “Lo que ha cambiado es que ahora hay menos sacerdotes jóvenes que antes, ya que estos son más necesarios en España. También ha aumentado el número de estudiantes de doctorado y ha disminuido el de licenciatura”.
Una manera de pulsar a estos jóvenes sacerdotes, llamados a liderar la Iglesia de nuestro país en los próximos años, es saber cuáles son sus elecciones académicas favoritas. “Llama la atención que, este curso, 17 de nuestros residentes han elegido Derecho; muchos otros han optado por alguna especialidad de Teología, como la de Dogmática o la de Moral. Ya no ocurre como en épocas anteriores, cuando gran parte de los residentes optaba por materias de contenido más social”, explica Herrera Fraile.
Han cambiado poco la elección de los centros de estudios. La Universidad Pontificia Gregoriana, joya académica jesuítica, sigue atrayendo al mayor número de alumnos. El resto se reparte entre la Universidad de la Santa Cruz, impulsada por el Opus Dei; el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y la Familia, dependiente de la Universidad Lateranense; y otros centros académicos romanos.
Jesús Robledo, Josep Mateu y Sergio Requena son tres de los 92 sacerdotes que este curso comparten vida y estudios en el Colegio Español. Todos están muy agradecidos a sus diócesis por el esfuerzo que hacen enviándoles a Roma, tanto económico como de organización, ya que el hueco que han dejado en nuestro país ha de ser ocupado por otros sacerdotes que deben multiplicar sus tareas para cubrirles.
Al aspecto académico y formativo, los tres añaden la riqueza que suponen estos años por la cercanía al Vaticano y la posibilidad de palpar la universalidad de la Iglesia. “Esta experiencia es muy útil para conocer nuevas realidades. Roma te permite ver otras formas de organización, de pastoral, de liturgia… Así te fortaleces como presbítero”, señala el tarraconense Josep Mateu, quien se encuentra en el primero de sus dos años en el Colegio Español en los que estudiará un doctorado en Teología Dogmática en la Gregoriana.
El toledano Jesús Robledo, por su parte, destaca que “todo lo que aprendemos en Roma nos ayudará luego en nuestras diócesis. Vivir aquí hace que valores qué es realmente lo importante. A veces te preocupas mucho por cosas que no merecen tanto la pena. La realidad de la Iglesia es muy grande, mucho mayor que nuestras particularidades”. Su objetivo último, afirma este doctorando en Teología Espiritual, es que “esta experiencia desemboque luego en nuestras realidades”.
El valenciano Sergio Requena, que cursa el último año de sus estudios de Comunicación Social e Institucional en la Santa Cruz, reconoce que “lo nuestro es la pastoral”, el terreno donde “más frutos se recogen”. Sostiene que sus años en Roma y, en particular, su paso por el Colegio Español, harán que la cosecha sea más fecunda. “Todo lo que aprendemos aquí significa una gran riqueza. Yo, por ejemplo, soy el único español de mi clase, donde además solo hay otros tres compañeros de lengua española”.
Tiempo para el ocio
Pese a que el estudio copa la mayor parte de su tiempo, los tres sacerdotes coinciden en que hay que combinarlo con otras actividades. “Se debe ser flexible”, dice Josep Mateu. El día tipo de los residentes en el colegio empieza temprano. Tras el desayuno, marchan a clase hasta la hora de comer. Por la tarde se dedican a hincar los codos, pero también a otras cosas. “Es importante combinarlo todo. Además de estudiar, también pasamos tiempo orando, haciendo deporte o con las actividades culturales que se organizan”, cuenta Jesús Robledo. “Incluso participamos en la Clericus Cup, el campeonato de fútbol de los colegios eclesiásticos romanos, pero el último año fue un desastre”, dicen los tres entre risas.
El cine ocupa parte del ocio de los residentes. “Dos días a la semana proyectamos películas. Una suele ser de entretenimiento y la otra con mayor carga. Últimamente hemos visto El fugitivo, la cinta de John Ford basada en la novela de Graham Green, El poder y la gloria. Luego el argumento acaba convirtiéndose siempre en un tema de conversación entre todos. Además, una vez al año celebramos un ciclo de cine”, explica Sergio Requena.
El Colegio Español también aprovecha la estancia o el paso por Roma de personajes importantes de la Iglesia, sobre todo si tienen relación con nuestro país, para que ofrezcan charlas en su sede y hablen con los estudiantes.
El cóctel formativo que componen las universidades romanas, la cercanía al Vaticano y el propio Colegio han hecho que muchos de los que han pasado por esta institución hayan ocupado después puestos de relevancia en la Iglesia. De hecho, ocho de sus antiguos residentes fueron creados cardenales y 123 fueron consagrados obispos. Por el San José también han pasado presbíteros que dieron su vida por la fe. Una lápida recuerda a los 105 sacerdotes que, antes de convertirse en mártires, fueron estudiantes en Roma.
El alto número de prelados nombrados entre los antiguos alumnos del Colegio Español hace que algunos lo consideren una “fábrica de obispos”, una apelativo que ni el rector ni los residentes comparten. “Esto no es ninguna fábrica. Aquí lo que encontramos es a un grupo de sacerdotes en formación continua. De hecho, el número de prelados no es tan grande, si se piensa que tenemos 119 años de historia”, apunta Herrera Fraile.
Jesús Robledo reconoce que el centro “es un terreno apto para que florezca el estudio”, lo cual hace que “cuando se busca a una persona bien formada, es normal que se encuentre de entre las que han pasado por aquí”. “La mayor parte de los sacerdotes diocesanos de España que ha venido a Roma a ampliar su formación en el último siglo ha sido residente en el Colegio”, apostilla el rector.
“Es un escándalo que un chico decida ser cura”
Sergio, Josep y Jesús saben que son tres rara avis de la sociedad española, en la que el sacerdocio es visto como un camino insólito y poco atractivo para la mayoría de los jóvenes. “Hoy se valora a la persona según lo que produce, y con estos parámetros no se puede entender lo que es un sacerdote. Por eso supone un escándalo que un muchacho decida ser cura en una sociedad como la actual”, cuenta Sergio.
Su opinión es compartida por la propia experiencia de Jesús: “Mi entorno estaba muy alejado de la religiosidad. A veces a los amigos les cuesta entender que quieras ser sacerdote. Cuando uno decide tomar esta opción, algunos de esos amigos se quedan por el camino”. Josep, quien tomó “la fe y la vocación” de sus abuelos, también vio cómo su familia reaccionaba con sorpresa cuando eligió el sacerdocio. Recomienda a los que se sienten atraídos por esta opción de vida que sean “valientes y fuertes” para superar las “dificultades”, ya que ser cura, para él, “vale mucho la pena”.
En el nº 2.745 de Vida Nueva