El largo camino de la democracia

(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y escritor)

“En muchos países musulmanes, el Evangelio es perseguido, y no hay mujeres ni cristianos en el gobierno. En Occidente se permiten las mezquitas; en la mayoría de los Estados islámicos está prohibido edificar iglesias. Si bien hay que distinguir entre los que se declaran musulmanes y los islamistas radicales, posiblemente las sociedades islámicas discurran por otro camino, distinto al de Occidente”.

Las recientes revueltas de Túnez, Egipto y Libia, y las protestas surgidas en otros países, a la vez que cierta esperanza, nos dejan un enigma: la compatibilidad entre islam y democracia. Pues la presencia del radicalismo islámico en estos procesos es incompatible con la libertad religiosa o la igualdad de la mujer. En muchos países musulmanes, el Evangelio es perseguido, y no hay mujeres ni cristianos en el gobierno. En Occidente se permiten las mezquitas; en la mayoría de los Estados islámicos está prohibido edificar iglesias.

Si bien hay que distinguir entre los que se declaran musulmanes y los islamistas radicales, posiblemente las sociedades islámicas discurran por otro camino, distinto al de Occidente. Y los éxitos electorales del islam político no deben interpretarse como una adhesión a la concepción del mundo propia de las democracias. Nunca ha habido separación entre Iglesia y Estado en los países islámicos. Con la excepción de Turquía, gracias a Kemal Ataturk, en los demás hay una conexión íntima entre religión y poder.

La realidad política del mundo occidental es el producto de muchos factores. La “democracia” no es solo un sistema de acceso al poder con el voto; es una concepción del hombre surgida de procesos históricos, dentro de la tradición cristiana. En este marco, se deben reconocer las aportaciones de pensadores como san Isidoro de Sevilla, que recopiló todo lo que Occidente logró saber en los 12 siglos precedentes, tendiendo el puente entre Grecia y Roma y la Europa cristiana.

En el nº 2.745 de Vida Nueva.

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