Medidas para una crisis

(Carlos Amigo Vallejo– Cardenal arzobispo emérito de Sevilla)

“Nueva evangelización para una buena noticia. La palabra de Dios no está hundida ni encadenada. Esta es la garantía que impulsa a la Iglesia a emprender esta campaña. Se trata de poner la semilla del Evangelio en medio de la masa de un mundo, de unos ambientes secularizados, ajenos a Dios y a todo lo que signifique trascendencia, y sembrar con esperanza, con ilusión, con alegría, con sencillez”.

Se ha repetido hasta la saciedad que la crisis que nos ha caído encima es algo más que una situación difícil desde el punto de vista económico y financiero. Que todo esto tiene unas causas mucho más profundas y más anchas de lo que pudiéramos imaginar. En esta bolsa de los grandes valores humanos, religiosos y morales ha habido una enorme bajada en los tipos de interés. Se cotizan bastante poco.

Sin embargo –y da la impresión de una lamentable incoherencia–, poco es lo que se hace por afianzar los verdaderos mercados donde se puede conseguir que vuelvan al alza esos valores, si no perdidos, al menos muy olvidados. Benedicto XVI ha creado recientemente un Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización. Es una buena medida ante esas situaciones de indiferencia, de relajación en las costumbres, de ausencia de práctica religiosa, de conductas morales inaceptables.

La originalidad de esta evangelización pretende ser como la de una nueva luz, que trata de hacernos abrir los ojos, de percatarse, de entrar en razón, de despertarse de ese sueño que nos puede tener un tanto aletargados, como diría san Pablo.

En tiempos de crisis, como la que sufrían aquellos cristianos en la diáspora, lejos de sus pueblos y de su gente, san Pedro les envía una carta de consuelo y de consejo. Dar continuamente razón de vuestra esperanza. Es decir, que vuestra manera de vivir no desanime, ni agobie, ni haga pensar a los demás que sois agentes sin horizontes, sin sentido, como aturdidos y sin criterios para la conducta. Dar razón de la esperanza es vivir conscientemente la fe que se ha recibido y expresarla, en obras y en palabras, y en tal manera que no deje duda alguna de que soy seguidor de Jesucristo.

Nueva evangelización para una buena noticia. La palabra de Dios no está hundida ni encadenada. Esta es la garantía que impulsa a la Iglesia a emprender esta campaña. Se trata de poner la semilla del Evangelio en medio de la masa de un mundo, de unos ambientes secularizados, ajenos a Dios y a todo lo que signifique trascendencia, y sembrar con esperanza, con ilusión, con alegría, con sencillez. Pero sabiendo muy bien que la eficacia y el fruto no ha de venir sino por la vitalidad de esa misma semilla, del Evangelio, de la gracia del Espíritu.

Decía Benedicto XVI: “La tarea prioritaria de la Iglesia, al inicio de este nuevo milenio, consiste ante todo en alimentarse de la Palabra de Dios, para hacer eficaz el compromiso de la nueva evangelización, del anuncio en nuestro tiempo. Ahora es necesario que esta experiencia eclesial sea llevada a todas las comunidades; es preciso que se comprenda la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada, porque solo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas (Clausura del Sínodo, 26-10-2008).

En el nº 2744 de Vida Nueva

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