Ante el aborto, la “fortaleza especial” de los médicos

Michel Sleiman presidente del Líbano con Benedicto XVI

Benedicto XVI recibe a los miembros de la Pontificia Academia por la Vida

(Antonio Pelayo. Roma) Era la primera vez que la Pontificia Academia por la Vida se reunía bajo la presidencia del español monseñor Ignacio Carrasco de Paula, que ha sucedido en este cargo al italiano monseñor Salvatore Fisichella, actual presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. El prelado español pertenece al Opus Dei y conoce bien este organismo creado por Juan Pablo II en 1994 con el motu proprio Vitae Mysterium, que tiene como objetivo principal “estudiar los problemas relativos a la promoción y defensa del valor de la vida humana y de la dignidad de la persona”.

Al recibir en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el sábado 26 de febrero, a sus numerosos miembros, Benedicto XVI les ha dirigido un discurso en el que ha glosado los dos temas que han sido objeto de la Asamblea Plenaria anual de este organismo, “Los bancos de cordones umbilicales” y “El trauma post-aborto”, especialmente este último.

“El síndrome post-aborto –es decir, el grave malestar psíquico que, con frecuencia, experimentan las mujeres que han recurrido al aborto voluntario– revela la voz que no puede ser suprimida de la conciencia moral y la gravísima herida que sufre siempre que la acción humana traiciona la innata vocación al bien del ser humano que ella testimonia (…). En la conciencia moral, Dios nos habla a cada uno de nosotros e invita a defender la vida humana en todo momento. En este vínculo personal con el Creador está la profunda dignidad de la conciencia moral y la razón de su inviolabilidad”, manifestó el Papa.

Dirigiéndose más en concreto a los médicos, el Santo Padre les dijo que “no pueden sustraerse a la grave obligación de defender contra el engaño la conciencia de muchas mujeres que piensan encontrar en el aborto la solución a las dificultades familiares, económicas, sociales o a los problemas de salud de su hijo. Especialmente en esta última situación, la mujer es con frecuencia convencida, a veces por los propios médicos, de que el aborto representa no solo una opción moralmente lícita, sino incluso un obligado acto ‘terapéutico’ para evitar sufrimientos al niño y a su familia y un injusto peso para la sociedad”.

Joseph Ratzinger aborda el problema desde sus orígenes socioculturales. “En un escenario cultural –dijo– caracterizado por el eclipse del sentido de la vida, en el que se ha atenuado mucho la percepción de la gravedad moral del aborto y de otras formas de atentados contra la vida humana, se exige de los médicos una fortaleza especial para continuar afirmando que el aborto no resuelve nada pero mata al niño, destruye a la mujer y ciega la conciencia del padre del niño, arruinando frecuentemente la vida familiar”.

Una “batalla cultural”

Comentando este discurso del Santo Padre, el director de L’Osservatore Romano afirmaba que “en esta batalla cultural, cada vez más y en ambientes muy diversos, a la voz del Papa y al testimonio de muchos católicos se han unido voces y testimonios laicos. A favor de la persona humana, sin distinciones, en una cuestión que afecta a todos y que todos, por consiguiente, deben llevar en el corazón”.

Por otra parte, Gian Maria Vian no se equivocaba al anticipar que al día siguiente la mayoría de los medios de comunicación darían la noticia “en clave únicamente negativa, para reforzar los estereotipos caricaturescos de un Papa y de un catolicismo despiadados, retrógrados y enemigos de presuntas libertades e incluso de derechos”.

Según datos de la Organización Mundial de la Sanidad (OMS) con sede en Ginebra, cada año se consuman en todo el mundo 42 millones de abortos. Toda una hecatombe.

El cardenal Sfeir

En otros asuntos, el Papa ha aceptado la renuncia a su sede del patriarca de Antioquía de los Maronitas, cardenal Nasrallah Pierre Sfeir, que el próximo 15 de mayo cumplirá la bella edad de 91 años. Cualquiera que conozca mínimamente el Líbano conoce la importancia religiosa, cultural e histórica del patriarca maronita y su influencia política en la vida de un país con frecuencia sometido a bruscos movimientos.

La diminuta figura de monseñor Sfeir puede engañar a los observadores superficiales, dando una imagen equivocada de este eclesiástico que el año próximo cumplirá 50 años de episcopado. Después de haber sido brazo derecho de sus dos últimos predecesores, cuando Nasrallah Pierre llega al Patriarcado, el 19 de abril de 1986, el país se encuentra en una guerra civil que había comenzado en 1975 y que no acabaría hasta 1990, dejando tras de sí un triste halo de muertes, heridas, exilios y otras violencias.

“Usted ha dirigido esta Iglesia con un ardiente deseo de paz –le dice el Papa en una carta hecha pública con motivo de su renuncia– y ha recorrido el mundo para consolar a su pueblo obligado a emigrar. La paz por fin ha vuelto, frágil, desde luego, pero siempre actual”.

El patriarca maronita fue recibido por el Papa el viernes 25, y el día anterior fue el turno del presidente de la República del Líbano, Michel Sleiman, que, como prevén la Constitución de 1926 y el Pacto nacional de 1943, es cristiano maronita (el primer ministro, por el contrario, debe ser musulmán sunita).

En sus conversaciones con el Pontífice y con sus colaboradores, el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, y el secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, se subrayó que “el Líbano, como consecuencia de la presencia de diversas comunidades cristianas y musulmanas, representa un mensaje de libertad y de respetuosa convivencia, no solo para la región, sino también para el mundo entero.

En este contexto, la promoción de la colaboración y del diálogo entre las confesiones religiosas se revela cada vez más necesaria”.

El Papa con el presidente del Líbano

Como símbolo de la presencia libanesa en la Ciudad Eterna, el Santo Padre bendijo el día 23, poco antes de la audiencia general de los miércoles, una colosal estatua de mármol de san Marón, de cuya muerte se cumplen ahora 1.600 años. El artista español Marcos Augusto Dueñas es el autor de la escultura, que ha sido colocada en uno de los nichos del ábside de la Basílica de San Pedro.

Ya está en la calle la edición 2011 del Anuario Pontificio (relativo a cifras de 2009), un instrumento de trabajo del que no puede prescindir nadie que se ocupe de la Iglesia y del catolicismo universal. En sus más de dos mil páginas está todo: estadísticas, minibiografías de cardenales, nombres y direcciones de obispos, órdenes religiosas femeninas y masculinas, organigramas de la Curia romana, embajadas y nunciaturas.

Algunos datos interesantes: el número de católicos ha pasado de 1.166 millones en 2008 a 1.181 en 2009, es decir, un incremento de 15 millones. También han aumentado los obispos, que de ser hace tres años 5.002, son 5.065 en el año 2009 5.065. Finalmente, ha subido el número de sacerdotes (pero sólo un 0,34 %).

  • Opinión: Ceses, por Antonio Pelayo

En el nº 2.744 de Vida Nueva

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