Editorial

Un presidente que aliente e ilusione a los obispos

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(Editorial Vida Nueva) La Conferencia Episcopal Española (CEE) se reúne la próxima semana para celebrar su Asamblea Plenaria ordinaria. Una semana importante, como todas en las que los pastores de nuestras diócesis se reúnen para abordar juntos los temas que ocupan y preocupan a la Iglesia que peregrina en España. En esta ocasión, uno de los aspectos que le concede una mayor relevancia es la elección de presidente para los próximos tres años, así como los cambios en el Comité Ejecutivo y en la Comisión Permanente. El cargo de secretario continúa hasta que no se cumplan cinco desde que fuera elegido, que será en 2013.

Las elecciones renovarán el cargo del presidente actual, el cardenal Rouco Varela, o buscarán otro prelado que lo sustituya. En las últimas elecciones, un ajustado margen le concedió la presidencia. Los obispos, por un voto, no reeligieron a Ricardo Blázquez, al que sí eligieron como vicepresidente, dándose a entender entonces que existía una división en el episcopado. Ambos expresaron: “Ni pedimos, ni rehusamos el trabajo. Intentamos responder a lo que la Iglesia quiere”. El Papa recibía a los dos meses al Comité Ejecutivo, alentándole a trabajar en comunión. Durante estos tres años, la CEE ha venido trabajando para culminar el Plan Pastoral de la Conferencia, que cumplió vigencia el año pasado.

Ahora toca revalidar la confianza o mirar para otro lado. La Asamblea es soberana y no cabe duda que votará de forma responsable. Lo mismo se hará en las comisiones y en el Ejecutivo. La situación en la que vive la Iglesia y nuestro país merecen un Ejecutivo sólido, dialogante, abierto, y un presidente que, sirviendo a la comunión y a la misión, sepa transmitir confianza e ilusión a los obispos, que hoy se sienten amenazados desde dentro y desde fuera, y con una delicada misión entre sus manos: evangelizar con los medios con que cuentan.

Cierto sentimiento de persecución puede llevar a buscar un perfil con mano de hierro en lo doctrinal y poco abierto al diálogo, creyendo que todo se resuelve con la firmeza de la fe. No es este el perfil que se necesita cuando lo que está en juego es que esa propuesta se haga con un espíritu propositivo. Haría falta un presidente que, trabajando en equipo, sepa contagiar de ilusión al resto de prelados, quienes, en sus diócesis, necesitan también del apoyo de todos los demás para responder al reto de la Nueva Evangelización, con acento en lo fundamental, en lo prioritario, y con mucha audacia y valentía.

Es necesario un presidente que sepa dialogar con los representantes sociales, con los responsables políticos y con todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que, en España, siguen trabajando por el bien común.

Es necesario un presidente que abra juego en las distintas comisiones para que la Casa de la Iglesia sea un taller de trabajo, con iniciativas acogidas en la pluralidad, pero, sobre todo, en donde todos puedan sentirse en su casa, sin recelos, sin malas caras, con un ambiente de trabajo sano en la coordinación de los distintos departamentos.

Es necesario buscar un perfil que sepa sacar adelante documentos que orienten, bien estructurados, sólidos en la doctrina común, y no solo en algunos aspectos, que sepan dar la cara en la sociedad actual. Y que lo hagan desde el servicio a la fe. Consensuar los documentos es hacer un gran servicio a la comunión eclesial.

Y todo ello debería hacerse con un cambio en el estilo propio de ser pastores. Es verdad que la Iglesia en España no es solo la Conferencia Episcopal. Sin embargo, es verdad que tiene un papel importante en forjar su imagen y significación.

Publicado en el número 2.743 de Vida Nueva (26 de febrero-4 de marzo de 2011).

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