“Cisne negro”: demonios en danza

(Texto: J. L. Celada) El Oscar llama de nuevo a su puerta (ya lo hizo en 2005 por Closer), y todo apunta a que en esta ocasión Natalie Portman sí deberá buscar un hueco a la preciada estatuilla en su galería de “trofeos de guerra”. Será el merecido reconocimiento al combate interpretativo de esta treintañera, que se deja jirones de talento en su empeño por enfundarse el plumaje de aquel Cisne negro que un día Chaikovski sacó a bailar.

Ahora ese personaje ideado por el compositor ruso para uno de sus ballets más clásicos da nombre al último trabajo del siempre atrevido Darren Aronofsky y se convierte en la auténtica obsesión de su protagonista, aspirante a prima ballerina de la compañía que se dispone a estrenar la obra en Nueva York. Un papel en el que la joven actriz se encarna –en el sentido literal del término– de un modo admirable, hasta el punto de hacernos sentir la fragilidad (emocional y ósea) de la artista con escalofriante intensidad.

Conocíamos por El luchador el compromiso extremo al que este realizador somete a algunos de sus actores, una entrega que aquí Portman devuelve amplificada y elevada a la altura de este hipnótico ejercicio cinematográfico. Porque lo que menos importa quizás es la historia que se nos narra, sin demasiadas novedades argumentales ni giros en el guión.

La auténtica “vuelta de tuerca” de esta cinta se la debemos a unas poderosas imágenes (juegos de espejos, rostros que acechan, cámara en mano…), capaces de arrastrarnos hacia donde las palabras no llegan.

Gracias a esa habilidad del director para crear atmósferas cercanas al terror psicológico, Cisne negro puede prescindir de diálogos más elaborados y abandonarse a la locura visual que supone la desenfrenada alternancia de sueños y realidad y el desdoblamiento de su personaje principal.

Ahogada por la sobreprotección maternal (con la habitación erigida en templo de la infancia) y amenazada por la frescura de una compañera (y rival), nuestro “cisne blanco” hace de su carrera una obsesión enfermiza por la perfección y el autocontrol, mientras choca una y otra vez con el único obstáculo que realmente frena su pretendido vuelo libre como Cisne negro: ella misma.

Con la música como inevitable (y oportuna) pareja de baile, Aronofsky hurga sin piedad en las heridas de esta disciplinada profesional atrapada entre sus temores y devorada por su excesivo celo sobre el escenario, víctima de una legión de demonios en danza que acaban transformando el musical en drama, y este en tragedia.

Una metamorfosis que, más allá de géneros, encuentra su gran vehículo de expresión en una estética sin precedentes, que compensa cualquier debilidad de la trama. Tal es así, que el espectador está en condiciones de sumarse a la postrera confesión de la sufrida chica cuya peripecia le ha mantenido en vilo hasta entonces: “Lo he sentido. Ha sido perfecto”.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Black swan.

DIRECCIÓN: Darren Aronofsky.

GUIÓN: Mark Heyman, Andrés Heinz y John J. McLaughlin.

FOTOGRAFÍA: Matthew Libatique.

MÚSICA: Clint Mansell.

PRODUCCIÓN: Scott Franklin, Mike Medavoy, Arnold Messer, Brian Oliver.

INTÉRPRETES: Natalie Portman, Vincent Cassel, Mila Kunis, Barbara Hershey, Winona Ryder.

En el nº 2.743 de Vida Nueva.

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