Tras la muerte de unos niños gitanos, el Papa reclama una sociedad “más fraterna”

El portavoz de la Santa Sede desmiente una reforma litúrgica “restrictiva”

Los padres de los niños muertos, durante el 'Angelus' del domingo 13 de febrero

(Antonio Pelayo. Roma) “No recuerdo en muchos años un período de actividad en la Santa Sede tan bajo y anodino como el actual. Ni en los últimos años de Juan Pablo II, con el Papa ya muy enfermo, se produjo una tal parálisis”. Es la confidencia que me hizo hace pocos días un corresponsal español que lleva varios lustros cubriendo la información vaticana. Las interpretaciones posibles de este hecho son, al menos, dos. Los más benévolos aseguran que se trabaja igual o más que antes, pero menos para la galería, es decir, teniendo muy poco o nada en cuenta los flujos y reflujos de la opinión pública.

Los discretamente malvados, por el contrario, afirman que la Curia está desorientada y sin fuelle mientras el Pontífice sigue entregado a la tarea de escribir de su puño y letra libros, discursos, mensajes y alocuciones, manteniendo lo mejor que puede el inexorable ritmo de audiencias a obispos en visitas ad limina, cardenales de Curia, dignatarios diversos y personalidades varias. Lo cual, dicho sea en honor a la verdad, no deja de tener su mérito para un hombre que está a punto de cumplir los 84 años de edad.

Un sector muy reducido de observadores insinúan incluso un descenso en los parámetros de la salud de Joseph Ratzinger, si bien, por otra parte, sería absurdo pretender que no sufra algunos de los achaques característicos de las personas de su edad. Achaques que su equipo médico controla diariamente y ante lo que, para ser corregidos, el Santo Padre no ofrece la más mínima resistencia.

Obispo de Roma, el Papa no puede ser insensible a los problemas y a las tragedias de su comunidad diocesana: la más reciente ha sido la muerte de cuatro niños gitanos abrasados en su chabola en uno de los miserables campos de nómadas que se han multiplicado en la periferia de la urbe. Un suceso que sacudió la conciencia de los romanos y que el domingo 13 de febrero encontró, a la hora del Angelus, un eco en las palabras del Pontífice.

Comentando las “plenitud de la ley y de la caridad” evocada por san Pablo en su Epístola a los Romanos, a propósito de la nueva Ley proclamada por Jesús, el Papa dijo: “A la luz de esta exigencia, por ejemplo, el deplorable caso de los cuatro niños gitanos muertos la semana pasada en la periferia de esta ciudad, en su barraca incendiada, impone preguntarse si una sociedad más solidaria y fraterna, más coherente en el amor, es decir, más cristiana, no habría podido evitar un hecho tan trágico. Y esta pregunta vale para tantos otros acontecimientos dolorosos, más o menos conocidos, que suceden todos los días en nuestras ciudades y pueblos”.

Solidaridad con los padres

Estas palabras las escucharon en la misma Plaza de San Pedro los padres de las inocentes criaturas acompañados por sus familiares y por varios miembros de la Comunidad de Sant’Egidio, que desarrolla, desde su fundación hace ahora 43 años, una admirable acción pastoral con los sectores más necesitados de la ciudad de Roma. Andrea Riccardi, su impulsor, declaró que era inadmisible que “un país como Italia, con más de 60 millones de habitantes, no sea capaz de resolver los problemas que puede plantear el dar acogida a 150.000 nómadas”.

Por su parte, el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, dijo: “El llamamiento del Papa debe ser acogido por todos. Antes que nadie, por las instituciones que tienen que realizar lo antes posible el plan para los nómadas, con el fin de evitar que algunas personas vivan en campamentos ilegales sin condiciones de seguridad y de habitabilidad”.

Roma se está preparando para la magna ceremonia de beatificación de Juan Pablo II, que tendrá lugar el 1 de mayo. Aunque estén todavía relativamente recientes las celebraciones del Jubileo del año 2000 y los funerales de Karol Wojtyla, que trajeron a la ciudad millones de peregrinos, si se confirma la cifra de dos millones prevista por algunos para esos días, será necesario desplegar todo un dispositivo logístico muy eficiente para evitar el caos.

La Opera Romana Pellegrinaggi, que depende del Vicariato de Roma y que tiene una larga experiencia en estos campos, ha puesto en funcionamiento un sitio específico (a través de www.operaromanapellegrinaggi.org o de www.jpiibeatus.org) donde pueden obtenerse todas las informaciones sobre viajes, alojamientos, servicios turísticos, transportes en la ciudad, restauración, etc.

En otro orden de cosas, el Papa y la Curia romana se prepararán espiritualmente a dicho acontecimiento asistiendo, del 13 al 19 de marzo, a los anuales Ejercicios Espirituales, que tendrán como tema La luz de Cristo en el corazón de la Iglesia. Juan Pablo II y la teología de los santos. El predicador será el carmelita descalzo François-Marie Léthel, prelado secretario de la Pontificia Academia de Teología, destinado, como todos sus predecesores, a recibir más tarde o más temprano el episcopado.

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino, cardenal Antonio Cañizares

¿Cambios en la liturgia?

El vaticanista Andrea Tornielli publicó en su periódico, Il Giornale (9 de febrero), una información según la cual está en preparación un motu proprio de Benedicto XVI que reorganiza la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cuyo prefecto es, desde diciembre de 2008, el cardenal español Antonio Cañizares.

A pesar del título un tanto pintoresco dado, por la redacción, al artículo (“Basta con los ritos pop, llegan los custodios de la misa”), la información era correcta. En ella podía leerse que las causas del matrimonio “rato y no consumado” pasarán en un futuro inmediato a ser competencia del Tribunal de la Rota Romana. Se consumaría así de hecho una reestructuración del dicasterio, que en el futuro se concentrará en el culto divino, es decir, la liturgia, tema al que Benedicto XVI es, como se sabe, muy sensible.

En esa misma información se adelantaba que el documento papal alude al “nuevo movimiento litúrgico” que el Papa desea promover y que algunos instintivamente califican como una involución respecto a la línea marcada por el Concilio Vaticano II (lo hacía, en cierto modo, en La Stampa, su vaticanista, Giacomo Galeazzi, poniendo un poco a tiro al movimiento neocatecumenal).

Ese mismo día, para disipar cualquier equívoco, el padre Federico Lombardi afirmaba en una nota que “no hay ningún fundamento ni motivo para ver una intención de promover un control de tipo ‘restrictivo’ por parte de la Congregación en la promoción del movimiento litúrgico querido por el Concilio Vaticano II”.

El próximo día 21, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, tendrá lugar el consistorio ordinario público para la canonización de algunos beatos (el llamado consistorio blanco, por contraposición al rojo, de nombramiento de cardenales). Uno de los tres beatos que será canonizado por Benedicto XVI es la española Bonifacia Rodríguez de Castro (Salamanca, 6-6-1837), fundadora de la Congregación de las Siervas de San José, a quien sus hijas llaman afectuosamente “la madre Bonifacia”, cuya vida es toda ella un testimonio de tenacidad, humildad y atención a la mujer trabajadora.

Los otros dos son el sacerdote italiano Luigi Guanella, fundador de los Siervos de la Caridad y del Instituto de Santa María de la Providencia, y el también italiano Guido Maria Conforti, arzobispo de Parma y fundador de los Misioneros Javerianos. La fecha más probable para la ceremonia de canonización es el 30 de octubre, domingo del Domund.

  • Opinión: Gafe, por Antonio Pelayo

En el nº 2.742 de Vida Nueva.

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