¿Hasta dónde?

(+ Baltazar E. Porras Cardozo– Vicepresidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y arzobispo de Mérida, Venezuela)

“Hay derecho y obligación de fiscalizar y controlar a toda persona pública o privada. Para eso existen las leyes. Los diez mandamientos no son un código de santidad, sino de convivencia mínima entre los seres sociales”

El ser humano reclama para sí el derecho a que se respete su privacidad como algo inviolable. Sin embargo, observamos que se están trastocando los valores. El desarrollo tecnológico desdibuja los límites de lo público y lo privado. El hombre como ser relacional se entromete, de alguna manera, en las esferas íntimas de la conciencia o comportamiento de los otros.

La seguridad de los Estados, los intereses financieros, el mundo diplomático, la competencia profesional y hasta el mundo del delito organizado o los paparazzi, se introducen de forma invasiva en lo que considerábamos privado.

Las recientes revelaciones de WikiLeaks ponen al descubierto algo más que noticias secretas o cifradas. Bajo capa de moralidad o libertad, se saca a la luz lo que a la mayoría no interesa o satisface una insaciable curiosidad malsana.

Abundan programas de televisión que ponen al descubierto las desavenencias e infidelidades de las parejas. Poner al descubierto en las páginas de farándula los amores de un día o las salidas del escaparate de artistas y divas satisface lo que no podemos alcanzar. Los que ejercen el poder amenazan con dar a conocer vídeos o conversaciones que sólo ellos tienen.

Ante esta realidad, reacciona mucha gente sensata y no pocos dirigentes religiosos. Hay derecho y obligación de fiscalizar y controlar a toda persona pública o privada. Para eso existen las leyes. Los diez mandamientos no son un código de santidad, sino de convivencia mínima entre los seres sociales.

El juicio moral es el acto por el cual se afirma o niega el valor de una situación o comportamiento. La regla de oro es que lo que quieras para ti, hazlo a los demás. Hay que superar la desmoralización contemporánea con una nueva ética de responsabilidad social y de mínimos que todos acepten. Si no, convertiremos la convivencia en una lucha en la que sólo triunfa el más poderoso.

En el nº 2.742 de Vida Nueva.

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