Pedro Acevedo. Iglesia y Sociedad Civil

Como religioso lasallista, el Hermano Pedro Acevedo es reconocido por su trayectoria en organizaciones de la Iglesia latinoamericana como la CLAR, donde ha prestado diversos servicios. Desde sus años juveniles, ha tenido gran afinidad por Movimientos estudiantiles (MIEC-JECI), así como otras colectividades de Intelectuales Católicos en las que continúa militando. Dominicano de nacimiento, pero de vocación latinoamericana y caribeña, Pedro nos comparte sus perspectivas en torno a los vínculos entre Iglesia y Sociedad Civil…

Vida Nueva Colombia: En pocas palabras, ¿cómo describe su itinerario en el campo de la Sociedad Civil?

Pedro Acevedo: Mi experiencia en torno al tema de la Sociedad Civil obedece a varios factores. Primero por mi inserción en organizaciones populares, en barrios marginados de las ciudades de Santo Domingo y Santiago de los Caballeros en la República Dominicana. Fui coordinador durante tres años de un proyecto denominado: “Justicia y ciudadanía”. Actualmente participo en algunas instituciones ligadas al mundo de las mujeres, la educación popular y los profesionales católicos.

VNC: ¿De dónde proviene la expresión “Sociedad Civil”?

PA: Existen varias vertientes que dieron origen al concepto. La primera proviene de la tradición de los filósofos escoceses del siglo XVIII; en esta vertiente se da un concepto amplio del término, ya que se parte de un modelo ideal que prioriza la ley, la autoridad pública, los mercados económicos, el pluralismo social y la esfera pública. La segunda vertiente, originada en el siglo XIX, fue influenciada por la tradición sociológica marxista y se refiere al mercado, la lucha de clases, la solidaridad y las asociaciones; desde una lógica no gubernamental. Una tercera vertiente se comienza a desarrollar a finales del siglo XX y vincula el término a una red asociativa, conformada por asociaciones y movimientos sociales y públicos.

VNC: Entonces, ¿qué se entiende por Sociedad Civil?

PA: Sociedad Civil es un concepto muy amplio. Personalmente, comparto la definición de Gabriela Agosto, cuando dice que “es el conjunto de actividades de tipo asociativo relativamente autónomas con relación al Estado y al sistema político, así como a la sociedad económica que se orientan a la articulación de valores, la reivindicación de intereses y el cultivo de la sociabilidad y de las manifestaciones de la cultura. La Sociedad Civil puede mediar entre el Estado y los sectores privados, ofreciendo espacios para actividades que son a la vez voluntarias y públicas, un espacio que una a la virtud del sector privado (¡libertad!), la virtud del sector público (¡preocupación por el bien común!). La Sociedad Civil es pues, pública sin ser coercitiva, voluntaria sin ser privada”.

VNC: En ese sentido, ¿quiénes hacen parte de la Sociedad Civil?

PA: Pertenecen a la Sociedad Civil las organizaciones sociales, religiosas, culturales, que inciden en la transformación social y política. Se trata de grupos, organizaciones y redes que se ubican por fuera del aparato estatal formal y, como tal, corresponden a un concepto mucho más amplio que las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), ya que integran toda una gama de organizaciones referidas a “grupos de interés”, tales como los sindicatos, asociaciones profesionales, cámaras de comercio, religiones, grupos estudiantiles, sociedades culturales, clubes deportivos y grupos comunitarios informales.

VNC: ¿Qué tipo de espacios ocupa la Sociedad Civil?

PA: La Sociedad Civil promueve diversos espacios culturales, artísticos, religiosos, sociales, económicos, políticos… En ellos, se destacan varios ámbitos: (1) Un ámbito que relaciona el mercado y la ineficacia de la acción gubernamental. (2) Un ámbito que relaciona la auto organización y el mundo asociativo, retomando los espacios filantrópicos y comunitarios como eje del tejido social. (3) Un ámbito de identificación con una nueva moralidad que crítica el utilitarismo y la visión instrumental-tecnológica. (4) Un ámbito que establece la construcción de nuevas subjetividades como espacio de interacción de nuevas formas de acción pública. (5) Un ámbito que define a la Sociedad Civil como alternativa ante las búsquedas egoístas de poder y el carácter coercitivo del uso de la fuerza. Todos estos ámbitos apuntan al empoderamiento de la Sociedad Civil ante los desafíos del mundo de hoy.

VNC: ¿Y cuáles son esos desafíos de la Sociedad Civil en este momento del Continente?

PA: Me parecen importantes tres. A nivel de la justicia, lograr un proceso de institucionalización que ofrezca a la ciudadanía los mecanismos para apropiarse e intervenir en su propia defensa. Este sería un espacio muy útil, ante los problemas de violencia y delincuencia que viven nuestros países. Otro desafío tiene que ver con la participación ciudadana ante el agotamiento de los partidos políticos tradicionales. Necesitamos crear, a nivel político, los mecanismos que aseguren la participación de la Sociedad Civil en la construcción de otro mundo posible. Y un tercer desafío, consecuencia de los anteriores, tiene que ver con la coordinación y articulación de estos grupos, garantizando una organización mínima y eficaz. Pienso que estos tres caminos asegurarían un horizonte a favor del bien común.

VNC: ¿Es pertinente que la Iglesia participe de estas búsquedas?

PA: No solamente es pertinente, sino sumamente necesario. La Iglesia, con la cantidad de instituciones que tiene a nivel social y la participación de muchos cristianos y cristianas, sobre todo de la Vida Religiosa en América Latina y El Caribe, ya está asegurando su lugar en la Sociedad Civil. Considero que ya se está dando, y esta presencia repercute no sólo a nivel de la sociedad sino al interior de la misma Iglesia.

VNC: Según esto, ¿qué modelos o estrategias de participación se dan?

PA: Tendríamos que diferenciar los niveles de participación. Si hablamos, por ejemplo, de la Iglesia-institución, una colaboración en torno a las relaciones con los gobiernos, los partidos políticos y las políticas públicas, podría ser de gran utilidad. Sin embargo, me parece que el modelo más ideal es el que parte de las organizaciones sociales, de las organizaciones “de abajo”, y que pueden dar como resultado la transformación que se busca. Tendríamos que priorizar la participación de los cristianos desde esas pequeñas organizaciones o grupos, que en la cotidianidad pueden parecer irrelevantes, pero sabemos que los procesos sistemáticos son los que van impulsando el cambio en la sociedad.

VNC: Desde su experiencia, ¿cómo se puede incidir cristianamente en la transformación de la sociedad?

PA: Como he insinuado, es necesario partir desde la base de los pequeños grupos, y tener en cuenta las iniciativas que se están generando, para crear una conciencia de participación. Un ejemplo se puede palpar en los pasos que la Sociedad Civil está dando para lograr la transformación de los sistemas judiciales: en la mayoría de nuestros países se ha reformado el código procesual penal. Sobre este y otros asuntos constantemente se generan debates en los que los cristianos podemos participar, superando así la tentativa a juzgar desde afuera. El tema de la legislación también cobra gran relevancia, especialmente la que está referida a los derechos de la mujer, los migrantes, las víctimas y en general los más pobres y excluidos. El reto está en que los cristianos nos apersonemos de estos problemas desde nuestro trabajo cotidiano. Ellos hacen parte de nuestro compromiso con el Reino de Dios y su justicia.

VNC: Los cristianos, si son verdaderos cristianos deben involucrarse en política. ¿Qué opina de esta aseveración?

PA: Yo creo que es un asunto muy importante porque normalmente hemos entendido la política ligada a la experiencia partidaria (que ciertamente es necesaria), pero que en un sentido más amplio, corresponde a un ejercicio inherente a todo/a ciudadano/a. Ciertamente, nuestra fe toca el mundo de la política y la transformación. En este sentido, la política debe estar integrada a la experiencia de fe, la práctica cristiana e incluso la dimensión celebrativa. Ello implica una necesaria participación en escenarios de pensamiento, educación, universidades, en el mundo profesional, etc. Hace falta una intelectualidad católica en América Latina, capaz de ofrecer alternativas. Es una exigencia del Evangelio y del mundo de los pobres, y la opción por los pobres es una condición evangélica para el seguimiento de Jesús. VNC

TEXTO: Oscar Elizalde

FOTOS:  Markus Bueker

Compartir