MÚSICA Y DIÁSTOLE

ARTURO GUERRERO

¿De dónde viene la música? Del corazón de la madre. Diástole y sístole maternas educan desde el primer instante lo que será el oído del niño. Dilatación y contracción marcan el original ritmo del hombre. Son una secuencia perentoria que ilustra al nuevo ser sobre la naturaleza acompasada del mundo a donde ingresa. Más tarde vendrá la escucha suave de la marea del líquido amniótico, gracias a la cual incorpora la noción de melodía. Es un balanceo, un flujo amable, difícil de encerrar en esquemas. El ritmo, en cambio, es contundente, repetitivo, encantatorio. Se impone como ingrediente seminal de toda música. Los tambores son hijos del ritmo, y los negros son hijos de tambores. África, cuna de la especie, es un continente adherido a la palpitación de la naturaleza. Occidente, para su desgracia, ha perdido este lazo esencial. De ahí que sean los africanos, niños del planeta, quienes brinden al mundo tambores y, con estos, canciones. Donde haya negros no hay que enseñar a tocar tambor. Cada niño salta del vientre materno al cuero, sin hacer una ruptura. En una mano recuerdan la diástole, en otra la sístole materna, y así proceden a hacer circular sangre de música por las venas del aparato vital propio y ajeno. Más adelante fundan aires, como negro espirituales, soul, jazz, rock, son, salsa, regué, rap, le dan nombre al tango. Plantan las raíces de bailes populares, regulan el tímpano del planeta, dan argumentos para enamorar muchachas y para despedir muertos.

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