La despedida de los pastores Rafael y Richard

Más de una coincidencia marcó sus vidas y destino

Después de tres semanas de ocurrida la violenta muerte de los sacerdotes Rafael Reatiga Rojas y Richard Armando Piffano Laguado en circunstancias, cuyos detalles aún son materia de investigación, Vida Nueva Colombia dedica este espacio a recordar parte de la vida y obra de estos dos pastores, quienes en opinión  de compañeros de diócesis, de estudio y superiores, que les conocieron y compartieron con cada uno, se caracterizaron por ser hombres de comunidad y trabajadores incansables en su labor pastoral.

Fueron varias las coincidencias que acercaron las vidas de Rafael y Richard como se refirieron a ellos sacerdotes, amigos y familiares. Además de ser contemporáneos, el primero tenía 35 años de edad y el segundo 36, su ubicación espacial fue también común y coincidente. Rafael era de Santander del sur y Richard era de Santander del norte. Fueron compañeros de seminario y posteriormente de postgrado. El ser coterráneos y llegar a una ciudad como Bogotá, hizo que se colaboraran y asistieran como hermanos. De manera similar a la región en donde nacieron, culminaron sus vidas de modo paralelo, en localidades territorialmente dispuestas de la misma forma.  Richard quedó en la localidad de Kennedy (norte) y enseguida Rafael en la localidad de Bosa (sur).

Murieron en la noche del 26 de enero, cuando ambos a bordo del vehículo, propiedad de Rafael, se movilizaban en inmediaciones de la localidad de Kennedy (sur-occidente de Bogotá) en compañía presuntamente de un tercer hombre, (las autoridades no descartan la participación de un cuarto sujeto) quien desde la parte de atrás del vehículo habría disparado en repetidas ocasiones contra los dos religiosos para luego huir del lugar. “Yo llegué hasta el sitio esa noche… Las versiones son muy confusas todavía, algunos hablan de una persona más, en todo caso,  las víctimas no vestían su indumentaria sacerdotal, pero sí portaban su carné que acreditaba su condición. La investigación ya salió de nuestras manos y la asumió directamente el CTI de la Fiscalía, no puedo decir más”, manifestó a Vida Nueva el coronel José Alberto Baquero, comandante de la Policía de Kennedy.  La primera reacción oficial de la Iglesia salió de voz del secretario general del episcopado monseñor Juan Vicente Córdoba, quien fue delegado por el arzobispo de Bogotá, monseñor Rubén Salazar, al considerar pertinente la experiencia en común de Córdoba con los dos sacerdotes.   “Estudiamos juntos un postgrado en Bioética en la Javeriana, pude conocerlos y compartir con ellos. Eran muy pacíficos, tranquilos, muy pastorales, nunca advertí una posición extrema en su carácter, ninguno de los dos era ese tipo de sacerdote bélico o extremo so pretexto de las causas sociales, por el contrario, siempre se interesaron por los temas de ética de la vida. Compartimos muchas sesiones de estudio y trabajos universitarios”, dijo monseñor Córdoba, quien recordó también que “hace apenas un año me había encontrado nuevamente con el padre Rafael Reatiga y muy feliz  me contó en ese momento que había logrado levantar un templo muy bonito en su parroquia con ayuda del exterior y de la propia comunidad, incluso me invitó a conocer la obra. Es muy triste y lamentable lo ocurrido, no sabemos por qué y mucho menos quién pudo hacer algo así”.

Así los percibían

La noticia  conmovió tanto a la Arquidiócesis de Bogotá como al episcopado en general y a las comunidades en las que trabajaban cada uno de estos pastores. Los rostros de incredulidad el día de las exequias en cada parroquia, se sumaron a los comentarios que se escuchaban en uno y otro corrillo, los cuales  formaban vecinos en Bosa y Kennedy. “Tan joven ese padre; aquí venía y llevaba mercados fiados de vez en cuando para dárselos a familias que sabía que eran muy pobres,  pero él pagaba a los dos días… apenas llevaba tres años aquí”, comentó refiriéndose al padre Richard, Luz Dary, la  administradora del supermercado, próximo al templo San Juan de la Cruz en el barrio Gran Colombiano de Kennedy. “Yo viví con él como un año en la casa cural cuando recién llegué a Bogotá, yo también soy de Cúcuta y él me acogió muy bien en mi primer año de universidad”, comentó Arnold Bonilla, primo del padre Richard. “Era de hablar con sus hermanos todos los días, estaba pendiente de sus sobrinos, de cómo estaban todos en Cúcuta, en fin para todos nosotros era un ejemplo a seguir”. “Lo que más nos golpea ahora mismo, más que su muerte a nosotros como familiares es la impunidad del caso, a mí me aterra que no llegara a esclarecerse su muerte como tanto crimen en Colombia”, concluyó Bonilla.

Versiones periodísticas dieron cuenta en su momento de un retiro bancario que habría hecho aquel día el padre Rafael por unos 6 millones de pesos, dinero que no apareció en la escena del crimen  y detalle que  hace presumir a los investigadores del CTI de la Fiscalía  como un móvil  probable para su asesinato.

Ladrillos como regalo

El padre Rafael también llevaba tres años como párroco de la catedral Jesucristo Nuestra Paz, que restauró en todo su interior.  Igualmente, fue nombrado ecónomo general de la Diócesis de Soacha, ambas responsabilidades de gran calado, las cuales desempeñó cabalmente según el director de Caritas  Soacha, el sacerdote Ricardo Martínez González. “Su compromiso en las comunidades era muy reconocido, era muy conciliador, fundó una parroquia en el barrio Galicia, adelantó trabajos muy significativos en sectores populares y comunidades muy deprimidas como la del León XIII, me apoyó regalándome ladrillos para construir mi capilla -Beata Madre Teresa de Calcuta- y fue apoyo importante para la construcción de otra capilla en el barrio Los Olivos, pero sobre todo fue alguien que construyó comunidad”, destacó el mismo religioso. La despedida de cada uno de estos pastores por parte de sus respectivas comunidades  fue tan emotiva como sencilla. En cada una hubo aplausos constantes y cientos de flores arrojadas sobre sus féretros al momento de su salida del templo. En cada caso, la Policía tuvo que desplegar un operativo especial para proteger el sarcófago de las cientos de manos que quisieron tocar aquel cajón como deseando estrechar algo que representara la mano de su querido pastor. Las diócesis de Soacha y Fontibón en cabeza de sus obispos monseñor Daniel Caro Borda y Enrique Sarmiento Angulo, expresaron en un comunicado conjunto su sentimiento de consternación, en cuyos apartes principales,  se destaca un mensaje vehemente: “El rechazo a toda expresión de violencia e irrespeto por la vida de todos los ciudadanos. La expresión de dolor de las diócesis, obispos , sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y laicos, por el crimen a manos de la delincuencia común de estos sacerdotes que prestaron valiosos servicios a las diócesis. Pastores buenos, apostólicos y entregados a sus comunidades. Acompañamos en estos momentos a las familias y a las comunidades parroquiales de Jesucristo Nuestra Paz y San Juan de la Cruz, unidos en la suplica por la vida y el don del sacerdocio, que fomenta siempre el perdón, la paz y la reconciliación”. VNC

Texto : Jimmy Escobar G. Fotos: Humberto Pinto

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