EL PAPEL DEL EDUCADOR EN LA FORMACIÓN DE LA RESILIENCIA

MARÍA STELLA RODRÍGUEZ

Los colegios reabren sus puertas y los niños-as y jóvenes vuelven a un espacio de encuentros vitales que marcarán sus vidas.  El adulto es un modelo vital para las jóvenes generaciones. Cuando se trata de contribuir en el desarrollo de un proyecto de vida positivo los educadores-as juegan un papel fundamental.

El educador o educadora que desee desarrollar en su propia vida una actitud resiliente, debe buscar que su actitud fundamental sea el optimismo y la esperanza. Maestros y maestras comunicadores de buenas noticias, sobre todo en medio de muchas situaciones difíciles y a veces dolorosas por las que pasan los niños y jóvenes en nuestra realidad colombiana. La experiencia de fe en la vida debe iluminar estas situaciones y generar sentimientos de paz y reconciliación. De modo que el testimonio cotidiano y sencillo de los y las educadoras desde valores fundamentales que proporcionan fortaleza vital son el mejor legado para las nuevas generaciones que inician su año escolar.

El mayor reto para la labor del educador es ser una persona de paz, reconciliada consigo misma y reconciliadora; una persona que haya abandonando odios y rencores y haya dejado de lado prejuicios que  cierran a la aceptación del otro y de su situación concreta.

Un verdadero educador  no es un mero espectador del trabajo de los niños y niñas, sino una persona abierta a dejarse tocar en sus propias actitudes de vida por el encuentro cotidiano en donde se crea el nosotros y donde cada uno tiene un papel activo e irremplazable. Por tanto, es importante que el educador interiorice el mensaje de vida que se desea comunicar, sin importar la materia específica que se busque enseñar, que reflexione cada día sobre su proyecto de vida y misión educadora.

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