Llega a los cines españoles la última cinta de los hermanos Coen
(J. L. Celada) Del western y su ‘mala salud de hierro’ se viene hablando desde hace demasiado tiempo. Tanto que mientras algunos nostálgicos rememoran todavía el esplendor del género durante las décadas de 1950 y 1960, otros siguen empeñados en demostrar que su plenitud y su ocaso son dos caras de una misma moneda: la conquista del Oeste americano que inspiró y dio sentido a inolvidables producciones de frontera, surgidas al hilo de hechos ciertamente históricos, pero acaecidos ya en el siglo XIX.
Pocos como el maestro John Ford nos mostraron aquella época convulsa y apasionante, aunque no fue el único. Ahí está su compatriota Henry Hathaway, director de Valor de ley (1969), título que ahora los hermanos Coen han rescatado para su último trabajo.
Aseguran haberlo hecho acudiendo al original literario de Charles Portis que dio origen también a la primera versión en celuloide. Y no cabe duda de que este encuentro suyo con el western bebe sobre todo de dichas páginas.
Señas de identidad
Lejos de buscar un remake al uso, enriquecido por las infinitas posibilidades que hoy brindan a este arte medios impensables 40 años atrás, Ethan y Joel apuestan por la reescritura filmada de la novela, un texto que les permite dar rienda suelta a muchas de sus señas de identidad como guionistas y realizadores: sus diálogos frescos e incisivos, su sentido del humor, su cuidada dirección artística, sus excesos…
Todo aquí remite a un clasicismo impecable, pero filtrado con inteligencia y descaro por la cámara y la pluma de estos hermanos inimitables.
Lo que sí queda claro es que los Coen no han querido ajustar cuentas a nadie con esta cinta. Si acaso, vengarse a su manera de quienes promovían como Valor de ley la muerte del western. ¡Larga vida a cuantos se niegan a enterrarlo!… si ello nos permite disfrutar de películas como ésta.
En el nº 2.742 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la crítica de cine íntegra.
