Kalilu Jammeh: “Los africanos empiezan a ver que Europa no es el paraíso”

Fundador de ‘Save the Gambian Orphans’

(Miguel Ángel Malavia) Él fue uno de los que lo consiguió. Pero sabe a qué coste. Y no aconseja a nadie que emprenda tal “aventura”. Si aventura se puede llamar a llegar a España en patera, después de un año y medio de viaje desde el África subsahariana, cubriendo 17.345 kilómetros a pie o en autobuses atestados. Una abismal distancia plagada de sufrimiento: vio morir a compañeros de hambre y sed; otros no aguantaron la asfixia y el aplastamiento de días y días en furgones furtivos; otros perdieron todo su dinero engañados por mafias de tráfico humano, no volviendo ya a casa por “vergüenza a ser señalados como  fracasados”; otras fueron violadas y asesinadas; todos ellos sufrieron la violencia y arbitrariedad de funcionarios policiales ávidos de sobornos. Pero él, Kalilu Jammeh, lo consiguió.

Hace seis años llegó a nuestro país proveniente de Gambia, dejando una familia tras de sí. ¿Y qué se encontró? Que el “paraíso prometido” no era tal. España, Europa, el Primer Mundo no eran el semillero de oportunidades con el que los jóvenes africanos, “influidos por los medios de comunicación”, soñaban alcanzar.

Kalilu tuvo suerte. Encontró trabajo y los medios suficientes para subsistir, asentándose con Herminia, su mujer, en Sant Pere de Ribes (Barcelona). Pero ve la realidad de la mayoría de los inmigrantes: “Falta trabajo y mis hermanos y hermanas africanos viven con grandes dificultades aquí”. Las oportunidades no son tantas, los derechos más básicos se cuestionan, la persona sólo tiene valor por lo que tiene: ésta es la realidad que él aprecia en nuestro mundo “desarrollado”.

Una situación que, en tiempos de crisis, hace crecer entre algunos autóctonos la semilla de la xenofobia: “Mucha gente piensa que es culpa de los immigrantes el que no haya trabajo”, denuncia, apostando por que se mire, en primer lugar, a la persona y a su derecho a buscar una oportunidad de vivir mejor, más allá de su origen.

De todo ello, de lo que ha vivido en primera persona, quiere concienciar a los demás: a unos y a otros, a los del Primer y el Tercer Mundo. ¿Cómo? Con la palabra y la acción. Con la palabra, escribiendo un libro, El viaje de Kalilu (Plataforma Editorial, 2009), único en su género, acerca de la verdad oculta de una travesía más que incierta: “Los que deciden emprender el viaje desde el Subsáhara no saben a lo que se enfrentan, que es casi una muerte segura, porque nadie habla de ese genocidio silencioso”. Por eso hace todo lo posible para difundir la verdad de su libro.

Con mucho éxito: si en España ha dado más de 40 charlas y conferencias por numerosas ciudades, invitado por asociaciones y ayuntamientos, en Gambia va camino de ser un fenómeno. Hasta el punto de que su Ministerio de Juventud y Cultura ha adquirido una gran cantidad de ejemplares del libro para difundirlos por las escuelas de secundaria del país. “Poco a poco, los jóvenes africanos empiezan a ver que Europa no es el paraíso”, afirma orgulloso.

Desarrollo desde dentro

Por eso su apuesta es porque “los africanos permanezcamos en nuestra tierra y, con paciencia, luchemos por desarrollarla desde dentro”. De ahí que también busque la acción. Lo que hace a través de la asociación Save the Gambian Orphans (Salvar a los huérfanos de Gambia), fundada por él en 2006, y que está destinada a recaudar fondos para ayudar a hijos de quienes perdieron su vida viajando a Europa y para promover proyectos de trabajo, principalmente agrícolas, que concedan una oportunidad de ganarse la vida por sí mismos a muchos compatriotas. En casa. A donde volverá: “Es mi país”.

En esencia:

Una película: no he visto mucho cine.

Una canción: We’ve got to come together as one, de Lucky Dube.

Un deporte: me gustaría nadar.

Un rincón del mundo: la ciudad de Medina.

Un deseo frustrado: estudiar.

Un recuerdo de la infancia: mi primer día en la escuela de primaria.

Una aspiración: hacer Trabajo Social y tal vez ganar el Nobel de la Paz.

Una persona: Mahoma, la paz sea con Él.

La última alegría: cuando se publicó mi libro.

La mayor tristeza: cuando vi morir gente de hambre y sed.

Un sueño: que la verdad gane.

Un regalo: me gustaría que alguien me regalase un vehículo 4 x 4 para la asociación.

Un valor: saber perdonar.

Que me recuerden por… mi amor por la paz.

En el nº 2.741 de Vida Nueva

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