La Santa Sede, preocupada por la situación en Egipto

Se multiplican los llamamientos para que las religiones promuevan la paz

(Antonio Pelayo. Roma) Benedicto XVI no podía no manifestar de forma pública los sentimientos que le inspira la tensa situación que están atravesando algunos países del norte de África y que, por un efecto dominó, no dejará de afectar de uno u otro modo a todo el Magreb y a las zonas limítrofes de Túnez y Egipto. Lo hizo a la hora del Angelus el domingo 30 de enero, día en que se celebraba la Jornada internacional de intercesión por la paz en Oriente Medio. “Me asocio –dijo– al patriarca latino de Jerusalén y al custodio de Tierra Santa para invitar a todos a que recen al Señor a fin de que haga converger las mentes y los corazones hacia proyectos de paz concretos”.

Junto al Papa, en la ventana de su estudio que se asoma a la Plaza de San Pedro, estaban Lorenzo Amendola y Anna Dattolo, jóvenes miembros de la Caravana de la Paz de la Acción Católica romana, que leyeron un mensaje en el que afirmaban: “Sabemos que la paz es el mejor instrumento para construir nuestro futuro. Últimamente hemos escuchado muchas malas noticias. Demasiadas personas deciden utilizar la violencia para imponer sus ideas políticas y religiosas. Nosotros queremos decir lo mismo a todos: tenemos que querernos como hermanos, aunque pertenezcamos a religiones o culturas diferentes”. Después soltaron un par de palomas blancas que, con alguna indecisión, se perdieron en cielo de Roma.

La diplomacia vaticana está siguiendo con extremo interés la evolución de los acontecimientos en el norte de África. Los nuncios en Túnez, Thomas Yeh Sheng-nan (que lo es también en Argelia), y en el Cairo, Michael L. Fitzgerald, gran especialista en el mundo islámico y al mismo tiempo delegado ante la Liga de Estados Árabes, tienen permanentemente informada a la Secretaría de Estado sobre los últimos acontecimientos.

Gesto por la paz el domingo 30 de enero

En unas declaraciones a la Agencia Misna, de las Congregaciones Misioneras, este diplomático de origen inglés califica lo que está sucediendo en Egipto como “protestas seguramente inéditas, algo nunca visto antes si nos referimos a los últimos treinta años de historia egipcia, aunque el Gobierno persiste en afirmar que no tienen nada que ver con las que han provocado en Túnez la caída de Ben Ali”. Tanto el sustituto en la Secretaría de Estado, monseñor Fernando Filoni, como el secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, han vivido en países de la zona y, por lo tanto, calibran bien la repercusión geopolítica de los cambios en curso.

Peligro para los coptos

Egipto es el país que suscita en Roma mayor preocupación. Lo prueban las sucesivas portadas que le ha dedicado estos últimos días L’Osservatore Romano. No se olvide que en el inmenso país musulmán casi un diez por ciento de la población es copta y que contra esa minoría cristiana se ha desencadenado últimamente una ola de violencia.

En unas declaraciones al diario vaticano, el cardenal Jean Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, afirma: “En un mundo tan precario y lleno de muros de separación, físicos y morales, me parece más que oportuno que las religiones, a pesar de sus diferencias, promuevan juntas el amor y la paz”.

En idéntica clave se pronunciaba el Papa al recibir a los miembros de la Comisión Mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y las Iglesias Orientales Ortodoxas: “Muchos de vosotros habéis llegado de regiones donde los individuos y las comunidades cristianas afrontan pruebas y dificultades que son motivo de profunda preocupación para todos nosotros. Todos los cristianos tienen que cooperar en la aceptación y confianza recíprocas para servir la causa de la paz y de la justicia”.

Mucho más cercanas a los Sagrados Palacios son las sucesivas y frecuentemente contradictorias fases en que se están moviendo los escándalos en torno a los comportamientos de Silvio Berlusconi. La Santa Sede parece haber decidido no injerir en lo que considera un asunto italiano, y esto, a pesar de las numerosas y autorizadas voces que le han pedido una posición de explícita condena.

Tras las palabras del cardenal Angelo Bagnasco en la apertura de los trabajos de la Comisión Permanente del Episcopado en Ancona, ha sido el secretario de dicho organismo, Mariano Crociata, quien ha tomado la palabra: “Estamos ante un desastre antropológico; parémonos mientras aún haya tiempo de evitar que degenere más”. El prelado ha insistido en que nadie puede considerarse al margen de este fenómeno general.

Por su parte, el presidente del Consejo de Ministros busca contrastar las críticas que se le hacen desde sectores católicos por su conducta inmoral. Una prueba de cómo capea el posible temporal en las relaciones Iglesia-Estado la tendremos el próximo viernes 11 de febrero, aniversario de la firma de los Pactos de Letrán, fecha en la que se dan cita en el Palacio Borromeo –sede de la Embajada de Italia ante la Santa Sede– las cúpulas de la Iglesia y del Estado entre sonrisas, apretones de mano y copas de prosecco.

Sobre las relaciones chino-vaticanas

Como son tan escasas, al menos en Occidente, las noticias que el Gobierno de Pekín da sobre su política respecto a la Iglesia católica, resulta novedosa la entrevista concedida a Marco del Corona, corresponsal del Corriere della Sera en China, por el presidente honorario de la Asociación Patriótica Católica China, Liu Bainian, hombre clave en las relaciones chino-vaticanas.

“La Iglesia china –dice– sigue el principio de la guía colectiva. Desde el punto de vista de la fe se debe seguir al Papa, y el que no lo hace no es católico. Políticamente, sin embargo, cada país tiene su sistema. También este sistema político ha sido querido por Señor. China es un país ateo con un partido ateo en el poder. Habría que evangelizarlo de modo distinto a como se hace un país capitalista. Recordemos que Matteo Ricci se hizo chino. Se equivoca quien lo piense [que el Gobierno abofetea a la Iglesia si se ordena a un obispo sin la autorización de Roma]”.

“El Vaticano hace política –sigue–. El Papa, yo lo se, ama China, pero está mal aconsejado. El cardenal Joseph Zen Ze-kiun ha declarado que el sistema chino debe ser derribado. Con el tiempo, el Papa entenderá a China. La separación no la creó la Iglesia china. Si el Vaticano reconoce a todos los obispos, acaba con la separación. Espero ver antes de morir el recíproco reconocimiento diplomático”.

En el nº 2.740 de Vida Nueva.

  • Opinión: Misterio, por Antonio Pelayo

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