Dioses y Hombres

(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“Entregar la vida, ¿para qué? (…) La respuesta se debe encontrar no en nuestras palabras, en nuestras pastorales y discursos, ni en nuestras exigencias a los demás, sino en nuestra vida, en nuestros actos y decisiones. Entregamos nuestra vida para seguir a Jesús”

Uno de los monjes cistercienses asesinados en Argelia en 1996 padeció un sentimiento de angustia y rechazo ante la proximidad de la muerte. “No he venido a África a entregar mi vida al verdugo”, protestó al prior, y éste le contestó con voz llena de afecto: “Tú entregaste ya tu vida a Cristo cuando decidiste ser religioso”.

Entregarla, ¿para qué?, podemos preguntarnos cuantos, en el bautismo, en el sacerdocio, en los votos, en el desierto, la hemos entregado con cariño y generosidad. La respuesta se debe encontrar no en nuestras palabras, en nuestras pastorales y discursos, ni en nuestras exigencias a los demás, sino en nuestra vida, en nuestros actos y decisiones. Entregamos nuestra vida para seguir a Jesús, para servirle, para ser testigos de su vida y de su muerte, para ayudar y entregarnos a nuestros hermanos. Para servir a quien se dijo rey en vísperas de su muerte en cruz.

El Señor, dirigiéndose a nosotros, nos señaló con firmeza: “No se enciende una lámpara para meterla en el sótano; se pone en el candelero para que los que entran vean la luz”. Y “vosotros sois la luz del mundo… Alumbre también vuestra luz a los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo”. Que glorifiquen al Padre por nuestras obras, no sea que, tras contemplarnos, terminen diciendo: “Imitad lo que dicen, pero no sigáis lo que hacen”.

Febrero será un mes importante en nuestra Iglesia española, no tanto por las consecuencias cuanto por el talante y el espíritu reflejado en las decisiones que se tomen. Será el momento de la verdad para los actores y los espectadores, para los de dentro y los de fuera. Se exigirá transparencia y coherencia en momentos en los que está en juego, como siempre, el “no así vosotros, el que quiera subir, sea servidor vuestro”.

En el nº 2.740 de Vida Nueva.

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