Bruno Cadoré: “Lo que tenemos que hacer es escuchar a los seres humanos”

Maestro General de los dominicos

(Darío Menor. Foto: Lawrance Lew) Tímido, circunspecto y menudo de apariencia, pero concreto en las ideas y fecundo en las experiencias. Así es fray Bruno Cadoré, el nuevo Maestro General de la Orden de los Predicadores, la congregación fundada por santo Domingo de Guzmán a principios de siglo XIII, popularmente conocida como los dominicos. Teólogo y médico pediatra de formación, este francés de 56 años experto en bioética ha sido maestro de estudiantes y provincial en su país, donde rompió la tendencia común de las naciones occidentales al conseguir un repunte en el número de nuevas vocaciones. Ahora deberá guiar durante los próximos nueve años a los frailes, monjas y laicos que forman una de las congregaciones más importantes de la Iglesia.

Para ello reconoce que se debe “actualizar el carisma” de la Orden sin provocar una fractura. “Hay que buscar la continuidad”. Propone “la escucha a los seres humanos” como una solución para la escasez de vocaciones, ya que la espiritualidad sigue conformando “la parte principal en la vida de una persona”.

– ¿Qué significa hoy ser dominico?

– Consiste en ser un fraile, un hermano y un predicador. Nosotros elegimos ser frailes y hermanos de la humanidad. Hermanos de quienes se sienten cerca de la fe y de la Iglesia, pero también de los alejados. Creemos que la fraternidad, la hermandad, es un regalo de Dios a este mundo. Santo Domingo de Guzmán hizo esta elección en su época, cuando comenzó a predicar. Él decidió estar cerca de la gente dando un ejemplo de humanidad y vida en comunidad.

– ¿Necesita este carisma una renovación para hacer frente a la sociedad actual?

Sí, tenemos que actualizar el carisma porque la cultura de hoy es diferente, tanto aquí, en Occidente, como en África o Asia. Las religiones también han cambiado. No obstante, el objetivo de estar con la gente, de ser su amigo, continúa. La amistad es algo estupendo, una cosa que la humanidad necesita. Tampoco cambia el hecho de ser predicadores. La predicación nos exige que demos lo mejor de nosotros mismos para que las personas entiendan que Dios es algo maravilloso para ellas.

Vivir en comunidad

– ¿Por qué cree que la Vida Religiosa sigue siendo una opción para los jóvenes de hoy? ¿Cómo explica la escasez de vocaciones en Occidente?

– En primer lugar, porque tal vez ni siquiera nos conocen. La Vida Religiosa no es una forma de hacer las cosas, sino una forma de vivir en comunidad. En Francia, el pasado mes de septiembre teníamos diez novicios en las dos provincias. No está mal. Pero los números no significan nada. Aunque sólo tuviéramos a uno, estaría igualmente bien.

– ¿El futuro de las congregaciones religiosas está entonces en Asia y África?

– También en América Latina y en los Estados Unidos. Puede estar en cualquier lugar. Para ello tenemos que seguir creyendo que Dios quiere hablar con la humanidad. Tenemos que darle nuestra confianza. A veces pensamos que la gente no está interesada en la espiritualidad, pero nos equivocamos. Ésta conforma la parte principal en la vida de una persona. Lo que tenemos que hacer es escuchar a los seres humanos, escuchar sus esperanzas.

– ¿Cuáles fueron las principales cuestiones tratadas en el Capítulo General del pasado septiembre, del que salió usted elegido para este cargo?

– Hablamos mucho sobre la diversidad de la familia dominica, formada por hermanos, hermanas y laicos. Tenemos que apoyarnos entre todos para encontrar nuestra complementariedad para predicar.

– Su predecesor, fray Carlos Azpíroz Costa, afirmó que el celibato opcional puede beneficiar a la Iglesia. ¿Está de acuerdo con su postura? ¿Piensa que se debería abrir una reflexión sobre esta cuestión?

– Somos religiosos, el celibato es nuestra elección. Somos nosotros los que hemos decidido adoptar la Vida Religiosa, que se vive así de esta manera.

Más información, en el nº 2.740 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la entrevista completa aquí.

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