Alejandro Solalinde: “El proyecto del Reino de Dios es lo más vigente que hay”

El sacerdote está amenazado de muerte por defender de los migrantes en México

PABLO ROMO. MÉXICO | De complexión pequeña, delgado, con una camisa blanca de hilo, al estilo del Istmo oaxaqueño, el P. Alejandro Solalinde me recibe en un hotel en el centro de la Ciudad de México antes de participar en un encuentro con defensores de derechos humanos de todo el país. Este sacerdote de 65 años, que se define como “un hombre de fe, enamorado de Dios y del ser humano, y que vive tratando de seguir lo que Jesús ha enseñado”, ha sido amenazado de muerte varias veces en las últimas semanas por sus denuncias sobre el secuestro de cientos de migrantes centroamericanos por parte de delincuentes compinchados con autoridades.

Finalmente, sus denuncias han trascendido: las embajadas de los países centroamericanos han hecho una defensa importante de sus connacionales y los legisladores han asumido el caso modificando la legislación.

– Se ha hablado mucho de usted en las últimas semanas, de sus declaraciones sobre la defensa de los derechos humanos, pero, ¿cómo se define a usted mismo?

– Soy un rebelde. Me rebelo contra todas las injusticias, contra aquellos que destruyen al ser hermano. Jesús vive para eso. Él es modelo para mí. Me identifico con Jesús, que fue un hombre que se preparó toda su vida para tres años de ministerio público, y con ello bastó. Tuvo el momento culminante con sus discípulos, celebrando una misa. Él no vivió para el culto. No cobró la misa. Vivió del amor de Dios, del amor a los pecadores. Así, desde su lógica, veo que a los que secuestran a los migrantes les ha faltado amor. Esas personas, son víctimas más que victimarios. Jesús prefirió a los pecadores. A los que secuestran les ha faltado ver… No son malos, son ciegos. Además, soy el hombre más rico del mundo: Dios me ha dado la fe, la gracia y participo con los migrantes. Y eso me hace muy feliz. Soy muy rico.

Alejandro Solalinde y Pablo Romo

De milagro

– ¿Cómo llegó a Oaxaca?

– Me ordené sacerdote casi de milagro, pues mi formación era un poco disidente; sin embargo, me aceptaron. Apenas a los dos años de ordenado fui a Oaxaca, a unas jornadas de oración. El último día, tras un par de horas libres, fui al mercado a comprar artesanía. Me comporté como un padre Amaro cualquiera [se refiere a la película mexicana que versa sobre un sacerdote lejano al dolor del pueblo]: cómodo, burgués, acomodado… Me gasté 6.000 pesos. Volvía cargado con mis bolsas y, de repente, vi a una mujer con sus hijos. Yo, muy perfumadito, desde arriba, me detuve a preguntarle por su marido, los niños y la escuela. La mujer indígena me observó de arriba abajo y, con ello, me respondió. Me dio vergüenza: “¡Alejandro, ¿qué estás haciendo con tu vida?!”, me pregunté.

Intenté chantajear a Dios ofreciéndole el 30 % de lo que obtenía con mi ministerio, con el 50 %…, pero finalmente no pude. Dejé todo lo que tenía en Toluca, donde vivía del culto, bien, burgués, y me fui a Oaxaca. Hablé con monseñor Bartolomé Carrasco y le pedí que me mandara al lugar más pobre. Él me respondió: “Sí, cómo no, Alejandro: los pobres jamás dejarán morir de hambre a un sacerdote”.

– Ahora le quieren matar. ¿No es mucho riesgo?

– Sí, por ahí andan los guardaespaldas… Pero lo importante es saber por qué vive uno. Estamos hechos para el amor y, si no hay amor, entonces ¿para qué se vive? Nunca he sido tan feliz como hoy.

“La gente tiene que saber”

– ¿Se sobreexpone en la prensa?

– Creo que sí. Pero la gente tiene que saber. Dice Jesús: “La luz no se hizo para esconderla”. Hay que compartir lo que sucede con los migrantes: es un holocausto; son miles de personas que sufren, que son secuestradas, extorsionadas, violadas. Y gracias a esta sobreexposición se está despertando la conciencia.

– ¿Qué significa para usted el trabajo de defensa de los derechos de los migrantes?

– Significa Pascua. La muerte está representada por el sistema actual de justicia. La muerte es el dolor de los migrantes, una ceguera, la corrupción, el holocausto de los migrantes asesinados… Y vislumbro con mucha esperanza el paso que sigue, la Vida. La Vida viene después: vivimos una transición dolorosa, una Pascua. El país no puede seguir así, hundiéndose. Viene el 2012 y vamos empezar a ver la pelea por el poder, que no es una lucha por el servicio. Va a empezar el golpeteo y tenemos que desarrollar una nueva sensibilidad, donde el Espíritu Santo actúa con los pobres, con los que están sufriendo. La historia está escribiéndose ahí, con ellos.

En el número 2.753 de Vida Nueva (entrevista completa para suscriptores).

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