¿Y SEGUIMOS EMPEÑADOS EN QUITARLE MUNDO A DIOS?

Héctor Eduardo Lugo García. ofm

Parece que algunas religiones y nuevos movimientos religiosos, estuviesen empeñados en dejar a Dios sin mundo, pues cada día le arrebatan su terrenalidad invitándonos a creer en un Dios que no tiene mundo.

Urge en estos momentos de emergencia ética y moral, más grave que las emergencias climáticas y financieras, devolverle mundo a Dios, pues de tanto insistir sólo en la trascendencia de Dios, lo hemos dejado sin humanidad. De tanto pensar en Dios, olvidamos que su esencia es amar y ser amado desde nuestra realidad terrenal.

A la pregunta de por qué nos hemos empeñado en quitarle mundo a Dios, urgen respuestas que propongan una nueva experiencia de Dios y no solamente unos nuevos conceptos o imaginarios sobre Dios. Puesto que Dios nos libera de toda esclavitud y nos guía por los senderos de la libertad a través de nuestra historia, necesitamos devolverle el mundo, o mejor lo terrenal que le arrebatamos queriéndolo lejano, incomunicado, aislado y cósmico.

¿Es entonces legítimo seguir lamentándonos de que el mundo rechaza a Dios, sabedores de que las religiones, por tanto tiempo, propusieron que Dios estaba fuera del mundo? Hoy nos quejamos de que el mundo no quiere saber nada de Dios, pero fuimos nosotros mismos los que le quitamos mundo a Dios, al alejarlo y tenerlo desterrado del mundo.

Hoy nos lamentamos de que las nuevas generaciones, las virtuales y las digitales, se muestren aburridas del Dios que les proponemos; nos quejamos de un mundo sin Dios y sin ley, para el cual la vida vale muy poco; nos rasgamos las vestiduras, porque la dignidad de los seres humanos ha sido vilipendiada y proclamamos que la corrupción de los mejores, es la que impera, habiendo sido formados en entornos religiosos pero, qué poco hacemos para devolverle a Dios el mundo que le arrebatamos.

Dejemos que Dios sea Dios, teniendo su habitación en el mundo que vivimos, en el mundo que Él mismo nos regaló.

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