EL PAPA PIDE A LOS EMBAJADORES RESPETO A LA LIBERTAD RELIGIOSA

Benedicto XVI insiste en la defensa de esta dimensión “innegable” e “irreprimible”

Texto : Antonio Pelayo

La Sala Regia es uno de los escenarios más imponentes de los Palacios Apostólicos. En el siglo XVI, Pablo III (Alessandro Farnese) encargó al arquitecto Antonio da Sangallo el Joven la construcción de un recinto donde poder recibir –e impresionar– a los soberanos y dignatarios que le visitaban. Los frescos de Vasari, Salviati y de otros pintores reflejan las glorias del papado –la Batalla de Lepanto, entre otras– y todo el conjunto es expresión de una concepción del poder pontificio en su acepción más mundana.

En ese marco tiene lugar todos los años la ceremonia de auguri del nuevo año, en el curso de la cual el Pontífice recibe la felicitación de todos los embajadores acreditados ante la Santa Sede, que en este momento son 178, a los que se añaden los representantes de la Unión Europea, de la Orden de Malta y de la Organización para la Liberación de Palestina. En nombre de todos ellos dirigió unas palabras de saludo el decano, Alejandro Valladares, embajador de la República de Honduras.

El discurso de Benedicto XVI, uno de los más preparados de todos cuantos pronuncia a lo largo del año, ha tenido como eje principal, como no podía ser menos, el respeto a la libertad religiosa. “La dimensión religiosa –sentó como premisa de su alocución– es una característica innegable e irreprimible del ser y del obrar del hombre, la medida de la realización de su destino y de la construcción de la comunidad a la que pertenece. Por consiguiente, cuando el mismo individuo o los que están a su alrededor olvidan o niegan este aspecto fundamental, se crean desequilibrios y conflictos en todos los sentidos, tanto en el aspecto personal como interpersonal”. Ésa es la razón –añadió– por la que su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año está dedicado al tema La libertad religiosa, camino para la paz.

Como es habitual, ha ido enumerando las luces y sombras que ha dejado, desde esta perspectiva, el 2010:

“Mirando hacia Oriente, nos han consternado los atentados que han sembrado la muerte, el dolor y la angustia entre los cristianos de Irak, hasta el punto de inducirlos a dejar la tierra de sus padres en la que han vivido desde siglos. Renuevo a las autoridades de ese país y a los jefes religiosos musulmanes mi apremiante llamamiento a trabajar para que sus conciudadanos cristianos puedan vivir con seguridad y puedan seguir dando su aportación a la sociedad, de la que son miembros con pleno derecho”.

“También en Egipto, en Alejandría, el terrorismo ha golpeado brutalmente a los fieles reunidos en oración en una iglesia. Esta sucesión de ataques es un signo más de la urgente necesidad de que los gobiernos de la región adopten, a pesar de las dificultades y amenazas, medidas eficaces para la protección de las minorías religiosas”.

“Quisiera recordar –sintetizó su pensamiento en este punto– que el derecho a la libertad religiosa no se aplica plenamente allí donde sólo se garantiza la libertad de culto y, además, con limitaciones. Asimismo, animo a que se promueva la plena salvaguardia de la libertad religiosa y de los demás derechos humanos mediante programas que, desde la escuela primaria y en el marco de la enseñanza religiosa, enseñen a respetar a todos los hermanos en humanidad. Por lo que respecta a los Estados de la Península Arábica, donde viven numerosos trabajadores cristianos inmigrantes, espero que la Iglesia católica pueda disponer de estructuras pastorales apropiadas”.

“Entre las normas que lesionan el derecho a la libertad religiosa merece una mención especial la ley contra la blasfemia en Pakistán: animo de nuevo a las autoridades de este país a realizar los esfuerzos necesarios para abrogarla, tanto más cuanto es evidente que sirve de pretexto para cometer injusticias y violencias contra las minorías religiosas. El trágico asesinato del gobernador del Punjab (ver más información en p. 19) pone de manifiesto la urgencia de proceder en ese sentido: la veneración a Dios promueve la fraternidad y el amor, no el odio o la división”.

Aludió, sin citarlas expresamente, a otras situaciones preocupantes del sur y del sudeste del continente asiático (la India y Filipinas, sin duda), para subrayar: “El peso particular de una determinada religión en una nación jamás debería implicar la discriminación en la vida social de los ciudadanos que pertenecen a otra confesión o, peor aún, que se consienta la violencia contra ellos. A este respecto, es importante que el diálogo interreligioso favorezca un compromiso común para reconocer y promover la libertad religiosa de todas las personas y comunidades”. Y aquí citó los ataques contra dos lugares de culto cristiano en Nigeria.

En otro pasaje de su bien pensado discurso, Joseph Ratzinger evoca la situación de la Iglesia católica en China, y, aunque no la cita, se refiere a la declaración de la Santa Sede del 17 de diciembre sobre la última ordenación episcopal ilegítima y la revitalización del llamado Consejo de Obispos Católicos de China, que el Vaticano no reconoce . “En diversos países en que la Constitución reconoce una cierta libertad religiosa –afirma al respecto–, la vida de las comunidades religiosas se hace, de hecho, difícil y a veces incluso insegura, ya que el ordenamiento jurídico o social se inspira en sistemas filosóficos y políticos que postulan un estricto control, por no decir un monopolio, del Estado sobre la sociedad. Es necesario que cesen tales ambigüedades, de manera que los creyentes no tengan ya que debatirse entre la fidelidad a Dios y la lealtad a la patria. Pido de modo particular que todos garanticen a la comunidad católica la plena autonomía de organización y la libertad de cumplir su misión conforme a las normas y estándares internacionales en ese ámbito. En este momento, mi pensamiento vuelve de nuevo a las comunidades católicas de China continental y a sus pastores, que viven un momento de dificultad y de prueba”.

No faltan las notas positivas como la siguiente: “Quisiera dirigir una palabra de ánimo a las autoridades de Cuba, país que en el 2010 ha celebrado los 75 años de sus relaciones diplomáticas ininterrumpidas con la Santa Sede para que el diálogo que felizmente se ha instaurado con la Iglesia se refuerce y amplíe todavía más”.

La mirada de Benedicto XVI se ha dirigido también hacia Occidente y hacia otras regiones del mundo donde se registran algunas amenazas contra el pleno ejercicio de la libertad religiosa. No ha citado ningún país en concreto, pero las alusiones a algunos de ellos con claras:

“Se tiende a considerar la religión, toda religión, como un factor sin importancia, extraño a la sociedad moderna e incluso desestabilizador, y se busca por diversos medios impedir su influencia en la vida social”.

“Se llega a exigir que los cristianos ejerzan su profesión sin referencia a sus convicciones religiosas o morales e incluso en contradicción con ellas como, por ejemplo, allí donde están en vigor leyes que limitan el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios o de algunos profesionales del derecho” (el Papa felicitó al Consejo de Europa por su resolución que protege la objeción de conciencia de los médicos contra el aborto).

“Desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos por respeto a los que pertenecen a otras religiones o no creen. De esta manera no sólo se limita el derecho de los creyentes a la expresión pública de su fe, sino que se cortan las raíces culturales que alimentan la identidad profunda y la cohesión social de muchas naciones” (el Papa agradece a todos los que en diversos países europeos apoyaron el recurso del Gobierno italiano ante el Tribunal de Estrasburgo a favor del crucifijo).

“Es preocupante que el servicio que las comunidades religiosas ofrecen a toda la sociedad, en particular mediante la educación de las jóvenes generaciones, sea puesto en peligro u obstaculizado por proyectos de ley que amenazan con crear una especie de monopolio estatal en materia escolástica, como se puede constatar por ejemplo en algunos países de América Latina”.

“No puedo dejar de mencionar –dijo más adelante, en la que algunos comentaristas han visto una alusión a España – otra amenaza a la libertad religiosa en algunos países europeos, allí donde se ha impuesto la asistencia a cursos de educación sexual o cívica que transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón”.

Mayor patrimonio de valores

Ya en la recta final de su largo discurso (diez páginas en su versión española) el Pontífice dijo: “Quisiera reafirmar con fuerza que la religión no constituye un problema para la sociedad, no es un factor de perturbación o de conflicto. Quisiera repetir que la Iglesia no busca privilegios ni quiere intervenir en cuestiones extrañas a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad. Invito a cada uno a reconocer la gran lección de la historia. ¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos humanos con sus respectivas obligaciones”. E ilustró estas afirmaciones con el ejemplo de Madre Teresa, de quien se celebró el centenario de su nacimiento el pasado año.

Con este solemne recibimiento al Cuerpo Diplomático, llega a su punto final el calendario navideño del Pontífice. El domingo 9 de enero, Benedicto XVI bautizó, en la Capilla Sixtina, a 21 bebés, todos ellos hijos de empleados de la Santa Sede o del Estado vaticano. No sucedía así en tiempos de Juan Pablo II, que administraba el sacramento a niños y niñas de todas las nacionalidades; sus colaboradores –comenzando por el entonces maestro de Ceremonias Litúrgicas, monseñor Piero Marini– daban prueba de una sensibilidad más atenta a la universalidad de la Iglesia y menos circunscrita a consideraciones palaciegas, como parece suceder ahora.

El jueves 6 de enero, festividad de la Epifanía, vio llegar a la Plaza de San Pedro una pintoresca caravana donde los Reyes Magos se alternaban con la Befana (la bruja que trae regalos a los niños), saltimbanquis y gentes disfrazadas de cualquier cosa con tal de poder desfilar por el centro de Roma.

El habitualmente bien informado Andrea Tornielli publicaba el 4 de enero en Il Giornale la noticia de que Juan Pablo II será beatificado en el 2011, tal vez antes del verano. Según sus fuentes, la Congregación para las Causas de los Santos se dispone a someter a la Comisión de cardenales el milagro atribuido a Karol Wojtyla, que ha superado los controles de médicos y teólogos. No hay, que sepamos al menos, fecha para esta decisiva reunión.

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