Juan Pablo II, un nuevo y súbito beato

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva España)

La beatificación de Juan Pablo II tendrá lugar el próximo 1 de mayo, después de que Benedicto XVI haya firmado el decreto para la misma presentado por la Congregación para las Causas de los Santos. Ese día se celebra una fiesta que el propio Karol Wojtyla puso en el calendario. La fecha del 2 de abril quedaba descartada por coincidir con la Cuaresma. Se ha optado por el Domingo de la Octava de Pascua, o Solemnidad de la Divina Misericordia.

La Comisión de este dicasterio aprobó el milagro preceptivo: la curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, que padecía desde 2001 la enfermedad de párkinson. Curiosamente, había un total de 251 milagros atribuidos a la intercesión del Papa polaco, aunque finalmente este milagro fue considerado como válido para continuar el proceso que se ha seguido con toda normalidad canónica.

Es incuestionable el fervor que la figura de Juan Pablo II ha levantado en la Iglesia, especialmente en la generación que creció durante su pontificado. La multitud reunida en Roma tras su muerte pidió su canonización lo antes posible. La aclamación popular mostraba cómo su influencia en la vida de la Iglesia en el último cuarto de siglo pasado ha sido ingente. Nadie niega la grandeza de este hombre llegado de un país lejano, y que ha entrado en la historia de la Iglesia por muchas, variadas y fuertes razones.

Junto a las adhesiones a esta beatificación, se han levantado también no pocas críticas, procedentes fundamentalmente de quienes lo culpan de silencio cómplice en los casos de abusos a menores. Son dudas y preguntas que se van aclarando en el pontificado de su antiguo colaborador en esta materia, y ahora sucesor de Pedro.

La Iglesia contará a partir del mes de mayo con un nuevo beato. Su nombre será registrado en el libro de los santos porque fue testigo de esperanza en un mundo cargado de desasosiego. Juan Pablo II llevó a la Iglesia a un nuevo milenio con la fuerza de la esperanza.

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