¡Vaya cuesta!

(+ Amadeo Rodríguez Magro– Obispo de Plasencia)

“Toda la sociedad debería de abrir los ojos ante la gran bolsa de pobreza que se está formando, y en la que están cayendo vertiginosamente aquellos que hasta hace poco vivían en situación de relativo bienestar. Sólo a partir de ese reconocimiento honesto de la realidad, se pueden encontrar soluciones”

Como sucede cada año, en este mes se habla mucho de la cuesta de enero. Y los que lo hacen tienen motivos suficientes para quejarse, especialmente si tenemos en cuenta las actuales circunstancias económicas. Pero, aunque no les falten problemas y dificultades, algunos de los que sólo se quejan en esta cuesta mensual son unos privilegiados si los comparamos con los que están subiendo cuestas duras y difíciles a lo largo de todo el año.

Hoy son muchos en España los que miran con especial temor, en este año 2011, hacia una cuesta sin fin previsible: se trata de todos los afectados por la devastadora crisis. Éstos, como nos dicen las estadísticas, son ya una multitud. Y no es alarmismo; ésa es una verdad incuestionable que conocen y padecen los afectados y que conocen muy bien los que están cerca de ellos con ayudas concretas, como, por ejemplo, Cáritas. Esos datos, por muy doloroso y quizás impopular que sea aceptarlos, los deberían de reconocer también públicamente las diversas administraciones.

Toda la sociedad debería de abrir los ojos ante la gran bolsa de pobreza que se está formando, y en la que están cayendo vertiginosamente aquellos que hasta hace poco vivían en situación de relativo bienestar. Sólo a partir de ese reconocimiento honesto de la realidad, se pueden encontrar soluciones.

Por parte de la sociedad civil, su mejor recurso es siempre la solidaridad; ésta siempre cambia los parámetros de conducta, y también acerca a los demás con ayudas concretas, generosas e imaginativas, como suele hacer la Iglesia católica. Pero, hoy por hoy, ya no basta con la sola acción subsidiaria; la situación actual está demandando que los poderes públicos de los países más afectados por la crisis creen o reciban fondos estructurales de ayuda a las “víctimas”.

Y esto es muy urgente, porque los pobres no tienen tiempo para esperar a que amaine la crisis que, según dicen, va a para largo; ellos necesitan soluciones de un día para otro. Por supuesto, que sean dignas y que creen expectativas de un futuro mejor y distinto.

arodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.739 de Vida Nueva.

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