“El discurso del rey”: coraje

Colin Firth ganó el Globo de Oro y opta al Oscar por este filme

(A. J. Rivera) Un hombre ha crecido a la sombra de su apellido, en la comodidad de ser el hijo menor que no tiene que prepararse para ser rey, el hijo pequeño de un padre estricto que no entiende ni quiere entender las limitaciones de un adulto que se vuelve niño y que traduce su ‘trauma’ en una tartamudez continua y molesta para todos. ‘Trauma’, por decir algo, porque después de ver la película, no acaba de quedar claro si Jorge VI tartamudeaba porque le tenía miedo a su padre, a la gente o a sí mismo. Ni importa. Lo único interesante es asistir a su empeño por seguir hacia delante.

El Jorge VI de El discurso del rey no es un héroe que blande su espada ni un megalómano pagado de sí mismo, sino un hombre normal que se ve obligado a ocupar un puesto extraordinario y que quiere hacerlo con la mayor dignidad y profesionalidad posible. Y eso es coraje.

No está solo en su batalla: le acompañan la insistencia amorosa de su esposa y, sobre todo, un heterodoxo y sensato logopeda con la educación suficiente para tratar a un rey, pero sin remilgos para regañarle o ser sarcástico, con tal de sacar lo mejor de él.

A Jorge VI le da miedo, pero no tiene otra opción; no es por el honor o por una dinastía, ni por un país; ni siquiera por su mujer; simplemente, por más que le pueda asustar, no quiere que ese micrófono le anule la vida.

Colin Firth está, simplemente, maravilloso. Su Globo de Oro precede a un Oscar que todo el mundo da por hecho y que, de ser así, será muy merecido. En definitiva, la película es él.

Más información, en el nº 2.739 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea la crítica íntegra aquí.

Compartir