¿EL INVIERNO COLOMBIANO ES UNA SORPRESA?

Texto : Carlos Novoa, S.I – Foto: DNP, VNC

Ante la tragedia invernal que nos asola, la cual ya ha generado 300 mil familias sin casa y cientos de muertos, no pocas personas insisten en que se trata de algo totalmente imprevisible, la típica tragedia natural que nunca hubiéramos imaginado. Sin embargo, hay hechos contundentes que demuestran todo lo contrario.

Es evidente que el calentamiento global que está sufriendo toda la tierra, se halla a la raíz de estas temporadas lluviosas desbordantes, las cuales no solo  suceden acá, sino en muchas otras latitudes del planeta. Demuestra esta situación argumentos científicos del más serio talante. Como es bien sabido en el origen de tal calentamiento, se halla el lanzamiento a la atmosfera de desechos industriales no purificados. Responsables de esta situación son en especial las grandes potencias como China, Estados Unidos, la Unión Europea e India, quienes en la cumbre universal al respecto, realizada en Cancún, Mexico, en noviembre de 2010, no quisieron tomar medidas concretas para evitar tal contaminación, de la cual sus fábricas son las mayores responsables.

Descontaminar los mencionados desechos no implica inversiones imposibles para las naciones responsables en mayor medida de ellos, pero su incontenible sed de ganancia se los impide. Por ende, a tales naciones y sus dirigentes les cabe una gran responsabilidad, de la tragedia que viven hoy millones de hermanas y hermanos, compatriotas colombianos.

Podríamos haber construido sistemas de desagüe para controlar el anegamiento de nuestros campos. Uno de los propósitos del tristemente célebre Agro Ingreso Seguro era éste, y ya sabemos cómo el inhumano e insensible reeleccionismo uribista dio al traste con este importante propósito. Desde hace varias décadas también han existido presupuestos públicos para la construcción de tales desagües, pero la atávica e infame corrupción política que nos asola lo ha impedido. He aquí entonces, otra causa de las tremendas inundaciones que padecemos.

Las dinámicas de desplazamiento territorial que afectan a nuestros campesinos desde hace décadas, las cuales se intensificaron en tiempo reciente por la acción del paramilitarismo, apoyada por sectores de la alta política y de la fuerza pública como bien se sabe, han llevado a nuestros labriegos y sus familias, a vivir en sitios muy inseguros para el control de las inundaciones o los derrumbes invernales. Sitios tales como las riberas de ciertos ríos o los barrancos de nuestras ciudades, los cuales es obvio no son monopolizados por los grandes pulpos de la construcción, convirtiéndose en los únicos lugares accesibles para nuestros desplazados.

Y por ello tenemos la tragedia de los derrumbes en Bello que dejaron 140 muertos y tantas familias sin techo, y los de muchos otros sitios en diversas urbes colombianas. Como muy bien señalaba el presidente Santos analizando el devenir de esta tragedia, urge implementar políticas y acciones preventivas para que este holocausto no vuelva a suceder. Esta dinámica preventiva pasa por la reubicación de las residencias y barrios populares que se hallan en terrenos muy inestables, y en el garantizar tierras seguras y sólida financiación para nuestros campesinos. Asimismo, urge el control efectivo del calentamiento global y la construcción de sistemas de desagüe.

“La causa última de todos estos males se halla en el afán de ganancia exclusiva de dinero y la sed de poder a cualquier precio, para imponer a los demás su propia voluntad”, como con gran valentía evangélica y honda sabiduría, lo denunció tantas veces Juan Pablo II y lo continúa haciendo Benedicto XVI. Solo el cultivo de una sensibilidad muy práctica y concreta por los dolores y afanes del otro, podrá sacarnos de este terrible calvario invernal, y de tantas otras desventuras que nos afligen a Colombia y la humanidad toda.

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