TERAPIA Y FE UN COMPLEMENTO PARA RECUPERAR OVEJAS PERDIDAS

Una mirada a las alternativas de atención y prevención de las adicciones y el delito

Texto : E. García Fotos: Archivo VNC

Hogares disfuncionales, desafecto, ignorancia, adicciones y delito hacen parte de los fenómenos que atacan a buena parte de la juventud contemporánea. Hoy, ese circuito negativo es atendido en red por diversas instituciones, cuyo liderazgo está en manos de una comunidad religiosa que llegó a Colombia a principios del siglo XX.

La orden de los Terciarios Capuchinos, una comunidad fundada por Luis Amigó, un obispo que desde Valencia, España, a mediados del siglo XIX, advirtió el problema de la juventud en dificultad. Así empezó una iniciativa que se extendió a 21 países con un énfasis en la fe y espiritualidad como fundamentos para la acción. Está presente en las ciudades principales del país y en frentes armónicamente ligados. La misma tarea adelantan otras comunidades como la de los claretianos, los somascos y múltiples ONG. Pero pocas, con el mismo liderazgo y carisma desde la fe. La respuesta a través de sus instituciones se conecta y articula así: comunidades terapéuticas, reeducación, libertad asistida y educación formal. El inicio carismático ocurrió con la reeducación en España y se estableció en Colombia a través de entidades que se extendieron por el país para atender al menor infractor. Paralelamente, se establecieron instituciones educativas “y surgió de manera evidente, también, la necesidad de atender las adicciones”, explica el sacerdote capuchino Miguel Hernández, director de Cotecol, comunidad terapéutica dedicada a atender y prevenir las adicciones en adultos desde hace 28 años. “El joven no consume drogas porque sí, no delinque porque sí, hay causas, por eso la acción es integral”. La tarea en reeducación se adelanta en instituciones que cualquiera entendería como cárceles para menores; no obstante, la filosofía amigoniana dista de ello, e incluso del propio criterio de la justicia, que sólo ve el delito y un tiempo de castigo, mas no la posibilidad de reeducar y rehabilitar al cabo de un tiempo de intervención, que puede ser inferior a lo ordenado por la ley. “Más tiempo de aislamiento para un muchacho en lugar de reeducar, aumenta el resentimiento”, observa el sacerdote Hernández, quien a su juicio, lo que debería cambiar de esa concepción es “mermar la visión penalista de purga, y trabajar más en el crecimiento personal y espiritual de cambio, que no quita la responsabilidad del daño causado”. “Muchos jueces entienden esto, pero el código de infancia se ha ido endureciendo más”. Existen también los clubes amigonianos que son instituciones creadas para los menores que no necesitan ser internados -previo concepto de la ley, pero que sí son obligados a estar bajo observación. “Allí se forman en un oficio o arte, con un seguimiento sicológico y pedagógico como parte de la atención. Son casas donde hay talleres, salones y consultorios para atenderlos”.

Sobre la dimensión espiritual y de fe como componente en este tipo de intervenciones, el psicólogo especializado Mario Vásquez, dice que este “es un recurso más y ayuda mucho. La espiritualidad funciona muy bien con aquello de sentirse en paz y el tema de la culpa, el llegar a la tranquilidad y de que Dios no le va a juzgar, es una motivación muy grande y algo a lo que aferrarse”. “La fe da esperanza, da reconciliación, porque perdona, pero no es lo único, Dios no le salva si usted no se esfuerza”. Una combinación de lo terapéutico y lo espiritual parece ser lo más efectivo, “Sólo Dios no funciona, sólo terapia tampoco, porque el vacío y desasosiego no se cura sólo con pepas”, concluye.

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