La tregua de ETA y la Iglesia vasca

Artículo de opinión de Rafael Aguirre en ‘Vida Nueva’

(Rafael Aguirre Monasterio, biblista y profesor emérito de la Facultad de Teología de Deusto) El último comunicado de ETA tiene pocas novedades. A diferencia de otros anuncios de “alto el fuego”, esta vez se señala su “carácter general”, que no sabemos si incluye el cese de operaciones de abastecimiento y de las extorsiones económicas; y también su disposición a “ser verificada por la comunidad internacional”, lo que no es sino una estrategia para que su causa encuentre mayor repercusión en la opinión pública. ¿La reacción de la Iglesia? En un breve comunicado, los tres obispos de Euskadi y el arzobispo de Pamplona reiteraban a ETA “la exigencia moral de su disolución definitiva e incondicional” y pedían oraciones a los fieles.

Se está dando simultáneamente un cambio profundo en el País Vasco en la situación política y en la vida de la Iglesia.

Se han hecho malabarismos con la Doctrina Social de la Iglesia, cuando el problema era mucho más claro, como los hechos están demostrando.

La Iglesia tenía que haber denunciado con más claridad y fuerza las raíces idolátricas de una ideología que ha penetrado profundamente en los circuitos culturales y educativos del País Vasco y que ha contribuido decisivamente a la desertización moral y religiosa de nuestra sociedad. Los responsables políticos no lo atajaron y los eclesiásticos no percibieron el monstruo que se había incubado.

Las tareas pendientes de la Iglesia

¿Qué tendría que hacer la Iglesia ahora que la situación está cambiando radicalmente gracias a la actuación decidida de la democracia? Ante todo, contribuir a la deslegitimación de la violencia porque ETA no ha desaparecido, y menos la ideología que durante tiempo la ha justificado. Pero hay más tareas pendientes.

Estamos asistiendo ya a una verdadera lucha por hacer prevalecer el relato de lo sucedido en Euskadi durante estos años.

Frente a quienes escriben la historia para justificar la trayectoria de ETA, convirtiéndola en quien abrió nuevas posibilidades para la sociedad vasca, hay que defender el relato hecho desde las víctimas y dejar bien claro que ETA nunca estuvo justificada, que no ha conseguido nada positivo, hay que reivindicar el sufrimiento de las víctimas y debe caer el oprobio y la deslegitimación sobre la causa por la que tanto dolor se ha causado.

Además, la sociedad vasca necesita curar las heridas, superar odios, reconciliación sanante, abatir el fanatismo ideológico y crear un clima sereno para poder afrontar los problemas políticos. Esto no se logra en pocos años, quizá requiera más de una generación.

La Iglesia necesita ganar autoridad moral, sobre todo ante los sectores ideológicos que se han sentido más abandonados por ella. Los cambios episcopales en las diócesis vascas pueden conllevar una renovación pastoral, cuyo reto es no descolgar a los grupos y personas que han tenido protagonismo hasta ahora, pero incorporar otras sensibilidades y otros estilos que pueden aportar mucho a una tarea bien difícil.

Más información, en el nº 2.738 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el artículo completo aquí.

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